Castillo de San Felipe de Barajas- Cartagena, Colombia
Compromiso colombiano con la Humanidad
Por Claudia de la
Espriella.
En este orden de ideas, Cartagena
está siendo mirada con el mayor detenimiento por la UNESCO. Así las cosas la reunión que llevará a cabo
este organismo internacional el próximo
diciembre, no debe ser tomada como una visita de cortesía ni como un
descanso pre navideño.
Es el deseo común , que esta
oportunidad que ahora ofrece la UNESCO, sea propicia para llevar a cabo los
objetivos deseados por propios y extraños.
Si se tiene en cuenta la
definición que trae el diccionario de la palabra patrimonio – bienes dejados
por los padres, herencia, heredad-, es fácil
entonces deducir que Cartagena no pertenece exclusivamente a los
colombianos, sino que por el contrario, son los cartageneros los
administradores y albaceas de un valor histórico cuyo buen cuidado también interesa a todos los demás herederos.
Así como los colombianos se preocupan
por los destinos de las ruinas mayas y las pirámides de Egipto; el resto de los pobladores de la
tierra tienen derecho de tomar cuenta por la adecuada conservación del bien encomendado para su conservación.
Cartagena y todos los habitantes
de esta ciudad se encuentran en la obligación
moral y política con la humanidad de preservar de manera
pulcra, digna y profundamente honrada, el bien encomendado.
El compromiso, entonces, es un
arma poderosa para dignificar la imagen de Colombia en el exterior. Motivo
suficiente para que sea asumido con toda seriedad, pues su mal manejo les
otorgaría a los colombianos, especialmente a los cartageneros, el título de pésimos administradores del Patrimonio de
la Humanidad.
El deber cívico y ciudadano de
los cartageneros es el de convertirse en guardianes de ese legado y otorgar con
ahínco soluciones a todas y cada una de
las dificultades del entorno cartagenero: Sus deficiencias de alcantarillado,
la descomposición social que ha sufrido
en los últimos años, programas de salud,
la falta de una política cultural, el
deterioro ambiental, la perdida de la identidad, etc.
Estos problemas, junto con sus
respectivas soluciones, deben ser presentados durante la próxima reunión de la UNESCO, no buscando su mirada generosa,
en pos de una protección paternalista, sino por el contrario, manifestando una conciencia
ciudadana definida, en torno a la claridad política y administrativa en lo concerniente al legado
histórico y recordando que no corresponde a los críticos del extranjero aportar
toda la iniciativa en el momento de dar soluciones.
Cartagena, 13 de marzo
de 1993.