El Acuerdo de Paz
y la Educación en Colombia
por Claudia de la
Espriella
Varias de las grandes
deficiencias de la educación en Colombia se han puesto de manifiesto, de manera
muy preocupante y dolorosa, en este proceso de acercamiento al Acuerdo de Paz.
En primer lugar, sabemos bien que el futuro del país, de este territorio de
nuestros afectos, donde todos, no unos pocos, hemos cifrado nuestro futuro, el
de nuestros hijos y de nuestros nietos
el Plebiscito que se realizará el próximo 2 de octubre, significa un cambio radical para el país.
Salga triunfando el Si o lo haga el No, la Colombia que amanecerá al día
siguiente no será la misma. De allí que votar a conciencia es indispensable.
Recordar, por ejemplo, que el Frente Nacional sumió al país en una atmósfera de
apatía política insoportable, que lejos de pacificar permitió que los partidos
tradicionales se repartieran al país,
como si se tratara de una rifa, es algo que se debe considerar y se debe tratar
que, en adelante, no se repita esa historia.
Igualmente es un hecho que tanto
odio no se puede seguir incrementando en el país y que respirar profundo, sin
que exista el olor de la pólvora , de la sangre, de los días nublados por las
bombas, le hará mucho bien a Colombia y bien se sabe que ya es hora de aprender
a dialogar, no a matarnos. De allí que pensar, amplia y detenidamente en el
destino que se quiere implica un ejercicio de la mente que no se puede tomar a
la ligera.
De allí que darse cuenta de las
enormes falencias educativas que existen
en Colombia para que se vote a conciencia resultan muy, muy preocupante. Eso
explica, en parte, por ejemplo, el hecho
de que según la encuesta del día de hoy en “EL ESPECTADOR”, el 43% declaran no
haberse leído el Acuerdo, el 26% dice
habérselo leído parcialmente y el 15% afirma que no le interesa. Si bien, los
que se lo han leído parcialmente, es posible que estén en el ejercicio de
hacerlo con conciencia y detenidamente y por esto no hayan concluido, también
cabe la posibilidad que lo hayan leído a saltos, pasando por alto aspectos que, a juicio propio
y sin mayor análisis, consideren que no valen la pena ser tenidos en cuenta. Grave error que denota esa tendencia de los
colombianos de hacer las cosas a la carrera, de cualquier modo y por salir del
paso. Los que hemos estado en la docencia sabemos, muy bien, que este tipo de
actitudes son frecuentes en las aulas, tanto de educación primaria y secundaria
como el las de estudios superiores e incluso, en los niveles de maestrías y
doctorados. Muy pocas veces se tiene la disciplina para ir a la profundidad de
los asuntos, para investigar hasta el final, para detenerse en una lectura
hasta que se le entienda plenamente. El resultado de dicha forma de asumir los
compromisos es siempre deficiente y sin bases sólidas donde asentarse.
Ahora bien, empiezan a circular toda
clase de cartillas, de dibujitos explicativos del Acuerdo, aduciendo que muchos
de los colombianos no entienden bien lo que allí está consignado. Les recuerdo
a todos los que promueven esa mal
llamada “ pedagogía”, que los votantes son
considerados, por la misma ley colombiana, como seres adultos, pensantes, en pleno uso de
sus facultades mentales y por lo tanto, están en capacidad de entender. Es, por lo tanto, ofensivo considerar que
muchos necesitan esas “ayuditas” para entender. No somos débiles mentales,
señores. No es necesario recurrir a resúmenes ni a dibujitos tontos, como si
estuvieran asistiendo al jardín de infantes. Es cierto que, debido
precisamente, a las pésimas condiciones de la Educación en el país, existen muchas personas que no han tenido
un nivel de formación académica buena, pero basta con hacer grupos de lectura,
entre amigos, vecinos, líderes
comunales, familiares etc., para
realizar en conjunto las lecturas y deducir entre todos de qué se trata, sin
saltarse párrafos enteros, como sucede con la mayoría de los resúmenes. Discutir,
dialogar, es un ejercicio intelectual que bien vale la pena poner en práctica,
entre otras cosas, porque estamos queriendo construir un nuevo país, un país más
incluyente y eso implica ir buscando que todos seamos ciudadanos de primera,
bien informados y con opiniones propias. Es, precisamente, la educación en la
lectura la forma más expedita y eficaz de comenzar con esa tarea. No hay que
seguir con los facilismos, con eso de tomar las trochas y no de detenerse a
pensar. Es indispensable leerse todo el Acuerdo, no a los brinquitos. Acá no
estamos jugando a la rayuela, a la peregrina o a la golosa, como quiera que se
llame ese juego en la región del país de donde el lector provenga. Estamos buscando
cambiar de manera definitiva las malas prácticas políticas que han sumido a la
sociedad en el atraso, la injusticia y la inequidad. Este es el momento de ponerle seriedad al tema
y la mencionada seriedad se consigue únicamente
haciendo las cosas con toda la responsabilidades que conlleva.
Un aspecto que también se
manifiesta en el poco nivel educativo de los colombianos , es la poca capacidad de comprensión de lectura que se
tiene. Si bien el lenguaje del Acuerdo
no siempre es lo directo que podría ser y no se trata de un texto “divertido”,
también es verdad que muchos tergiversan las palabras, en la mayoría de los casos,
por deficiencias en la enseñanza del español y de sus giros idiomáticos. Esta
situación facilita que la gente mal intencionada
diga que se habla de lo que no se está hablando. Por eso, urge que se reúnan a
leerlo y así entre todos tener mayor
claridad.
Hay mucho que decir sobre el
Acuerdo y las deficiencias educativas. Sin embargo, hay una muy preocupante y que
concierne directamente a los que se encargaron de redactarlo, tanto por parte
del gobierno como por parte de la FARC. Me refiero a la manía colombiana de
hablar largo y tendido sobre todos los temas. Eso explica por qué algo que se pudo haberse dicho en 60 0 70
páginas se extendió hasta 297. Los colombianos, no conocemos el valor de ser
sintéticos. En muchas partes del mundo esta es una gran cualidad. Acá no. Para
los colombianos eso es un gran defecto, hay que volver una y otra vez sobre lo
mismo, decir lo que ya se ha dicho y volverlo a repetirlo hasta el cansancio.
No existe la capacidad de ser directos cuando se expresa un pensamiento, los
circunloquios son frecuentes y además,
muchas veces admirados por nuestros compatriotas. Reflexionar sobre estos
defectos tan nuestros y tan preocupantes servirán para construir un mejor país.
Ojalá así sea.