La mirada lírica de Cristo García Tapia
Por Claudia de la
Espriella.
Es un hecho que cada uno de
nosotros tenemos una forma peculiar de ver la vida y enfrentarla pero también
es verdad que hay puntos esenciales en
los que convergemos todos los humanos, tal como se evidencia en el epígrafe de
Luis Cernuda al inicio del poemario: “Que
otros ojos compartan lo que miran los míos.” Por eso, a lo largo de la
lectura de la obra de García Tapia se siente que se está frente a una realidad
que nos es común: el sentimiento de asombro que nos depara el día a día, a
pesar de saber que ésta no se nutre de hechos extraordinarios.
El título del libro remonta al
lector a una poesía donde hace presencia
ese lenguaje de quien explora su alrededor con ojos a veces perplejos, otras
muy reflexivos, pero siempre ansiosos de descubrir nuevos códigos donde
aparezcan respuestas ligadas a los
lugares más recónditos del alma y así detenerse a beber la sabiduría del
universo. Se está frente a la diversidad
que nos conduce a diversas interpretaciones de la vida. Por eso dice: “El ojo se abre y el universo se
expande”.
Evidentemente la luz es una
protagonista inobjetable. Es el hilo conductor de su obra. Aparece, a veces, en las formas
caprichosas del leve vuelo de los pájaros, en las hojas danzantes de los
árboles, en las tonalidades diluidas de la tarde, en las imprecisiones de las
sombras o en las visiones fugaces. Se trata de un elemento que nos acerca a la
vida con todos sus contrastes: “Toda
presencia es turbulencia/ el día, sus tonos, sus apacibles formas/tocadas por
la luz”. De algún modo simboliza nuestro paso por este mundo y cada uno de los cambios a los que nos
enfrentamos a lo largo de la existencia.
La voz lírica de García Tapia es reflexiva.
Transita por los senderos donde existe
la intención de equilibrar la nostalgia con la sabiduría del ser humano
que asume con madurez toda experiencia, encontrando lo positivo pero también todo lo
que representa un desafío por superar: “Creo
en el fondo estar sereno y/ risueño./No conforme.” Se trata de un autoanálisis
certero y equilibrado que demuestra una observación muy bien tamizada. Aunque se percibe una actitud objetiva también hay
una rebeldía que hace que el poeta transite por los caminos de una lucha
libertaria, donde se convierte en Ulises y Penélope o el mismo Hermes dejando
que los halos de luz lo guíen
hacia la inteligencia acuciosa sin detener jamás su paso y donde cada instante nos lleva a un aprendizaje.
Siempre hay lugar para meditar
alrededor de nuestra misión como seres pensantes y actuantes. Su poesía no es
meramente contemplativa sino se trata de un lenguaje lírico donde la invitación
a construir nuestro propio destino está presente en todos los rincones de sus
palabras. Mirar es también detenerse a pensar, estar dispuestos al análisis, ser capaces de no ser arrastrados
por el primer impulso y principalmente estar ávidos de aprendizaje. De allí que
García Tapia escriba en “Universos
Paralelos”: “Desde mi cuarto observo sucesivos/ universos:/ Pájaros, árboles,
el viento entre las ramas./ Un ahorcado que simula dormir./ El patio inmóvil/ y
todo: susceptible de encontrar en otros universos.” La suya es una voz que
se mueve en torno a una filosofía de vida,
que se toca con la nostalgia pero que no entra en el terreno de la
melancolía sino en los senderos del conocimiento trascendente.
En ese otear el poeta se detiene
en la madre con su amoroso empeño de ser
espíritu protector para acompañarlo como guía espiritual y revelarle que el
amor es la única fortaleza que permite afrontar todas las dificultades. Reconoce
en las mujeres una capacidad intuitiva que
nos lleva evitar desastres y que llega acompañado de ese cariñoso cuidado que se deriva de la observación
silenciosa y detenida de nuestros
semejantes. De allí que afirme: “Por los
ojos de mi madre y mi hermana/veo pasar el mundo”. No es necesario
detenerse en una serie de figuras
retóricas para rendirle un homenaje lleno de emotividad y al mismo tiempo con
la sencillez del alma que se despoja de toda artificialidad innecesaria.
En los poemas eróticos de Cristo
García Tapia prima la sutileza que deja sentir sobre la piel un aire leve que
acaricia casi sin tocar y es allí, precisamente, donde se percibe la belleza de su canto: “Como dunas tus senos he soñado”. Nada
sobra, nada falta.
Varios poemas de García Tapia se
mueven en el terreno de los Haikus. Nos conducen a meditar sobre la fugacidad de la existencia
y lo mutable que puede ser el vivir. Se sitúa en
un mundo donde los silencios y la brevedad de una caricia del aire se
mezclan para conformar el ambiente previo a la creación del artista. Por eso,
como un iluminado se vuelve oráculo. Dice: “Presagio
de alas./Breve luz entre los árboles.”
Así pues, se trata de una lírica
rica en la profundidad de sus pensamientos y sensible que es capaz de reconocer que
los otros son parte fundamental del cosmos. De nosotros depende estar siempre dispuestos
a acercarnos, a escudriñar todo cuanto pasa en frente a nuestra ventana
personal de dudas, nostalgias, recuerdos,
esperanzas y desafíos que nos saludan a
diario.
Cartagena, agosto de
2018.
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