Sentido de Pertenencia
Por Claudia de la
Espriella.
A veces, en la vida, suceden
cosas que aparentemente no tienen mayor trascendencia, pero que detrás de ellas se
encuentran valores muy destacables. Una amiga muy querida me mando un bonito
video, de un pequeño pueblo en Italia, cerca de Roma, llamado Ceccano. En ese
sitio nació, en 1828, Orestes Sindici,
compositor de la música del Himno Nacional de la República de Colombia.
Esta población, de aspecto
medieval, está muy orgullosa de su hijo dilecto. Tanto así que sus habitantes
se saben completo nuestro Himno Nacional y es obligatorio que la Banda
Municipal toque esta pieza musical en todas sus presentaciones. Consideran que
es un gran honor que un país lejano haya
reconocido el talento de este compositor nacido en su tierra.
Este hecho, aparentemente
banal, tiene algo fundamental que
enseñarnos. Me refiero al sentido de pertenencia. Este valor espiritual debería formar parte de nuestra identidad colombiana, esa que
se nutre de aquellos elementos que conforman una nacionalidad y que trasmiten a las
generaciones presentes y futuras, un
sello irrepetible y propio. No se trata de chovinismo, ni de excesos patrioteros. Lo que se debe buscar es cuidar
lo que nos pertenece, con mucho amor y dándole a lo propio el sitio destacado que se
merece.
En Colombia, sin embargo, desde
que se suprimieron las clases de Educación Cívica e Historia de Colombia, se ha
perdido mucho de ese amor por lo que, como tradición, es parte esencial del ser
colombianos y que nos da un valor distintivo como nación libre y soberana.
Pensando en ese ejemplo de
Italia, es necesario referirnos a lo que
sucede en Cartagena. Hay muchas legados
históricos y tradicionales que acá se irrespetan, que no se les mira como
importantes por darle prioridad a complacer, supuestamente, a los turistas.
Sus caprichos deben ser cumplidos por
encima de lo que sentimos los
cartageneros. Son ellos los que ponen las reglas de juego, no las autoridades
locales. Basta con un ejemplo: En la ciudad amurallada y en Getsemaní no se da ninguna prioridad a los lugares
emblemáticos de esta ciudad, que están prácticamente en todas las calles que los
foráneos recorren a diario.
Miremos lo que sucede en los últimos años en la Plaza de la
Trinidad. La historia nos cuenta que Pedro Romero y sus Lanceros de Getsemaní, en
concordancia con Gabriel y Germán
Piñeres, estuvieron un largo tiempo planeando la rebelión que se llevó a cabo
el 11 de noviembre de 1811. Su
sublevación se organizó por días en la
Calle Larga y de allí se desplazan hasta la
mencionada plaza, para posteriormente movilizarse hasta la Boca del Puente. Así pues, preservar
ese entorno es importante y merece respeto. Forma parte de nuestro sentido de pertenencia y es
eso lo que debemos cuidar; no así el
capricho de ciudadanos de otros lados,
que acuden a esa plaza en busca de
desorden y excesos que nada tienen que ver con el nacimiento de la República de
Colombia. No olvidemos que el primer sitio de nuestro país en proclamar la
Independencia Absoluta de España fue
Cartagena, lo que tiene un valor histórico innegable, por lo que debe ser
respetado como el Altar de la Patria que es.
La autoridades cartageneras, irresponsables,
ambiciosas y poco conocedoras de la importancia de conservación del Patrimonio
Material e Inmaterial de la ciudad, han permitido toda clase de desmanes en
Getsemaní por parte de los visitantes
que violentan, con su accionar desmedido a los residentes, haciendo
imposible una vida sosegada y el descanso merecido después de una jornada
laboral larga. Son los ciudadanos de Cartagena los que deben ser considerados
en primer término. Ignorar la historia y a eso, sumar la agresión permanente,
no es para nada indicativo de una sociedad que preserva sus raíces y busca el bienestar común. Por el contrario,
lo que queda claro es que los valores de la tradición se pierden en manos de
aquellos que tienen el deber moral de preservar y transmitir nuestro sentido de
pertenencia. ¡Triste realidad la nuestra! ¿Hasta cuándo lo soportaremos? No
podemos exigir que nos valoren si no lo
hacemos primero los cartageneros.
Cartagena, marzo de
2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario