martes, 9 de mayo de 2017

Me duele un pueblo junto al mar . Poema de Jorge Marel.

 
El poeta Jorge Marel
 
 
Me duele un pueblo junto al mar
 
 
Me duele
me duele un pueblo junto al mar
cual rojo sol del crepúsculo
llagando el alma
quemando el corazón.
 
II.
Ah
Es un dolor
enorme como el mar
Un dolor que pesa
como un cielo cargado de estrellas
que cae una noche sobre el pecho.
 
III.
¡Ay,tanta palabrota purulenta!
¡Tanta música sin alma ni poesía
mancillando la brisa azul
de almendros y palmeras!
¡Ay,sus playas ultrajadas por perros y personas!
¡Ay,sus maríamulatas abochornadas!
¡Ay,tanto paraguas roto donde el mugre llueve!
¡Ay,tantas cosas innombrables!
¡Ay,ay!
 
IV.
La noche del pueblo semeja
un derrumbe de un morro de cenizas.
 
V.
Me duele
me duele un pueblo junto al mar
cual rojo sol del crepúsculo
llagando el alma
quemando el corazón.
 
Jorge Marel

 

domingo, 7 de mayo de 2017

Teatro de Pacotilla - Carlos Villalba Bustillo - Reflexión sobre el edificio de Blas de Lezo.

 
A medida que se satura la anarquía en las lides políticas, la gente identifica en forma más clara la ebullición alterna del oportunismo de los políticos para no tragárselo sin digerirlo. Noté esa reacción ciudadana el pasado lunes, en una reunión de directivos comunales donde se comentó el anunciado debate al jefe de Control Urbano en el Concejo. Teatro de pacotilla el de estos fanfarrones, dijo una señora en tono sentencioso.
 
Como suele suceder, los padres del Distrito actuaron después de caído el rayo, con caras adustas y voces potentes. No recuerdo que antes de la tragedia en Blas de Lezo hubiese trascendido un empeño de la corporación por averiguar cuál era el recorrido de la actividad constructora. Edificios pequeños, medianos y torres se levantaban sin que verificaran, jamás, si se cumplían o no los mínimos de seguridad de cada proyecto. Al contrario, era evidente la feria de licencias con exhibición de maquetas, y ellos, mudos. 
 
El alcalde, por su lado, presentó contra los constructores de “Portales de Blas de Lezo” II, para tapar su inacción, una denuncia tardía. Simular es gobernar -pensó Manolo, atribulado-. Simular es controlar, ulularon los concejales en coro. Oyendo al uno y a los otros provocaba llamar a la directora del IPCC para que les reservara una temporada en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo a ver qué tan bien representaban “Los intereses creados”.
 
Aparecieron 48 construcciones irregulares de 75 que el alcalde escarbó un día en que resolvió elaborar una lista negra de constructores piratas, y se anunciaron unos audios que corroborarían la patraña urdida entre los dueños del portal y los funcionarios competentes. Enhorabuena. Los concejales celebraron -era lo que más les interesaba- la renuncia de la secretaria de planeación y del jefe de Control Urbano. Ya barajarán de nuevo con un empujoncito favorable de los gremios, y encabezarán, en señal de gratitud, una eucaristía por el eterno descanso de los 21 difuntos del desplome.  
 
La millonada de folios que reposan en Planeación Distrital y las curadurías daría para que se lucieran los caricaturistas sobrevivientes de la revista Charlie Hebdò. ¿La recuerdan? Llevamos diez días viendo teatro caricaturesco por cuenta de los hermanos Quiroz. Pero algo habrá de suceder para que este berroche con la especulación inmobiliaria termine. Hasta de un trasfondo de yunta mafiosa habló el procurador en su reunión con las víctimas.
 
Es un objetivo imperioso recuperar la compactación de nuestra sociedad y recomponer la concepción de nuestro desarrollo, porque la brecha entre la Cartagena que se vende sola y la de la yuxtaposición de guetos que la rodean no para de crecer. Nos masificamos y nos cambió el estilo de vida, pero nuestros geniales líderes no se han dado cuenta.
 
 

martes, 2 de mayo de 2017

EL MAMC TIENE ALMA - Claudia de la Espriella


 
 
 
El MAMC tiene alma : Yolanda de Mogollón

Claudia de la Espriella

 

Cartagena y la pintura son un todo. Esta ciudad es un cuadro viviente. Huele a acuarela, brilla como óleo, su bahía es un homenaje constante a los colores mutantes del Impresionismo. Es por eso que muchos artistas colombianos y extranjeros tienen ensoñaciones frente a la muralla. De allí que el Museo de Arte Moderno sea  parte fundamental de la epidermis  histórica de la ciudad. Enclavado entre la iglesia del santo y el pulmón de gobierno local es un sitio donde la imaginación recrea el quehacer cultural de las ultimas décadas artísticas colombianas y principalmente del vital Caribe.

Una señora rubia, menuda, vestida con discreta elegancia, sonriente y siempre ecuánime hace su entrada al MAM. Es Yolanda Pupo de Mogollón: El alma del Museo acaba de llegar y se detiene a saludar propios y extraños. No se cansa de luchar. Durante muchas décadas ha estado al frente de uno de los hitos arquitectónicos y culturales de la capital de Bolívar. No se amilana ante las dificultades. Siempre se las ingenia para inyectarle futuro a un lugar que es casi atemporal. La lucha no ha sido fácil  pero si satisfactoria por los numerosos obstáculos superados.  Son más las veces que le niegan apoyo o que se lo dilatan que aquellas en que se abren las manos generosas. Aún  así Yolanda sonríe, sigue su camino y no decae. Alguna otra batalla tiene que emprender. El  museo no se detiene jamás. Todo lo que constituye la cultura cartagenera toca las entrañas de este sitio adosado en la muralla: El Festival de Cine, el Hay Festival, las tertulias sobre los más reconocidos artistas ligados al quehacer de la ciudad y el país,  la difusión de la música culta, las propuestas sobre el destino cultural de nuestro terruño y otras iniciativas, tanto privadas como pública, se dan cita en sus muros centenarios . Casi es imposible imaginar cómo ella lo logra. Bien se sabe que los recursos son exiguos y el apoyo financiero llega a cuentagotas el MAM todo parece suceder por obra y gracia de la inconmensurable fe que Yolanda tiene en  que sus esfuerzos darán fruto.

Los diversos gobiernos de turno, locales y nacionales, suponen que la cultura se reduce a ofrecer cócteles y tomarse fotos con los visitantes más o menos reconocidos que llegan a la ciudad. Se olvidan que se requiere apuntalar un proceso intelectual, creativo, humano y de valoración profunda de nuestra identidad para poder sostener un espacio cultural como el Museo de Arte Moderno de Cartagena.  Está claro que su sostenibilidad no se nutre únicamente de quimeras y utopías. En Colombia, donde se lucha por solidificar la Paz, se hace necesario recorrer el sendero del pensamiento inteligente y de todas las expresiones del espíritu  para realmente comenzar un país serio donde la sociedad entienda qué  es lo  trascendente y qué es lo banal.