El Museo de Arte Moderno de Cartagena nos necesita
Claudia de la Espriella
Es bien sabido que en Colombia la
cultura es considerada hija de menos madre. Todos los gobiernos , con pocas
excepciones, han creído que lo que se invierte en fortalecer nuestro
sentido de pertenencia y de identidad no
es importante. Se olvidan de aquellos valores intrínsecos que conforman los cimientos de una nacionalidad,
hecha de contrastes y nutrida por una historia convulsionada; donde se fusionan
múltiples elementos, que se transforman en la voz de un país que requiere cuestionar
una realidad desigual y sin rumbo claro y que desea luchar por encontrar un lenguaje artístico que nos lleve
a ser ciudadanos más analíticos y críticos con esta
sociedad desigual, para así llegar a un
equilibrio que esté profundamente ligado
con ese progreso intelectual tan necesario.
En épocas electorales , como la que ahora atravesamos,
es muy frecuente que tanto los candidatos regionales como los que tienen
aspiraciones presidenciales digan, muy alegremente, pero con muy poca
sinceridad, que están muy preocupados por darle a Colombia un nuevo rumbo y un
lugar preponderante al quehacer cultural. Hablan de proyectar al país a nivel
internacional, de fortalecer al turismo y otras frases hechas que, como
siempre, no llevan a ningún lado.
Mientras tanto, las situaciones críticas se agravan hasta el punto de volverse
inmanejables.
Debido a la mencionada desatención
de los diferentes gobiernos con todo aquello que tenga que ver con el arte,
es que las entidades dedicadas a la difusión cultural tales como los
museos, bibliotecas municipales, universidades, grupos de teatro, músicos, gestores
culturales , etc. se ven en calzas
prietas para poder cumplir con su labor.
Tal es el caso del Museo de Arte Moderno de Cartagena que ha podido sobrevivir
de puro milagro. Como se sabe, este hito cultural y arquitectónico de la
capital de Bolívar, esta situado en un lugar estratégico y privilegiado del “Corralito de Piedra”, junto
a la Plaza de la Aduana y diagonal a la iglesia de San Pedro Claver. Por
eso, entre otros motivos, debería ser el punto de confluencia de la cultura del
Caribe colombiano y no tendría que correr el peligro de extinguirse sin que
la sociedad haga nada. Es cierto que no
está en el olvido total, pero también es verdad que se mantiene en pie gracias al
amor infinito de tres mujeres: Yolanda Pupo de Mogollón, Marta Zúñiga de Siegert
y María Sixta Bustamante, quienes con
una tenacidad admirable, con un espíritu de lucha especial y un compromiso con la
ciudad inquebrantable, hacen que se lleven a cabo allí diferentes eventos de toda índole.
De un tiempo a esta parte,
las dificultades económicas y la falta de
apoyo distrital y nacional han incrementado una crisis que no se puede
dejar avanzar. Urge que el país tome cartas en el asunto. Cartagena es la ciudad más visitada por
extranjeros. En la retina de los visitantes se quedan las imágenes de una serie
de obras pictóricas y escultóricas que narran la historia artística de Colombia y las tendencias del pensamiento
estético en Occidente, desde del siglo XX y lo que va corrido del siglo XXI. De
allí que sea importante preservar los
tesoros que allí están consignados. Todo el esfuerzo realizado por muchos años
para preservar y difundir este legado de creatividad que es testimonio de una
fusión de diversas creencias, cosmogonías y que constituyen la síntesis de un
país que indaga por una personalidad propia y distintiva. Confluyen
elementos propios de una cultura
fortalecida por la fusión de etnias disimiles y con la cosmogonía peculiar e
irrepetible.
Cartagena ha tenido desde 1891,
cuando se funda la Academia de Bellas Artes de Bolívar, dirigida por Epifanio
Garay, tiene una vocación que
consolida una tradición pictórica muy importante. Esta ciudad,
quizás por la presencia de atmosfera
marina invita a desplegar la imaginación
creativa que, alentada por la luminosidad del cielo tropical, permite que las pupilas de quienes
la observan se hagan libres y crezcan en
el horizonte para transformarse en un
espíritu viajero capaz de reflejarse en el Arte. Esta realidad se corporiza en
una serie de artistas que se han destacado mundialmente tales como Enrique
Grau, Darío Morales, Bibiana Vélez, Hernando Lemaitre, Heriberto Cogollos,
Alfredo Guerrero, Cecilia Porras, Cecilia Delgado, Tere Perdomo, Gonzalo
Zúñiga Ángel , Cheo Cruz y otros muchos
que han enriquecido al Arte colombiano.
Sin embargo, se habla y, con
mucha razón, de que esta ciudad ha dejado de lado su tradición histórica y cultural, para darle paso a unas conductas chabacanas
que se le ofrecen a los turistas como si fueran la esencia de nuestra identidad
. Partiendo de ese supuesto “atractivo”, es fácil deducir que se haya descendido aún más y que
se haya llegado a la deplorable situación de dejar atrás una vocación digna y
que enaltece a este terruño para darle paso al turismo sexual y de drogas. Ese
tortuoso camino debe enderezarse de inmediato. Para lograr lo que es
fundamental para Cartagena es necesario
que exista un mandatario local con el suficiente carácter y valentía, para ejercer
su autoridad y que se decida a trabajar con firmeza apoyando y promoviendo los
proyectos culturales que fortalezcan aquellas tradiciones que fusionan todos los
aspectos inherentes a las raíces que le
dan solidez ética y estética a la
colombianidad.
El MAMC, merece ser preservado
por todos, llámense Gobierno Regional o
Nacional , grupos financieros, empresas privadas y ciudadanos del común. Lo
fundamental es fortalecer e incrementar la producción artística que ponga a la ciudad en el liderazgo
intelectual que siempre tuvo y la aleje de ese universo denigrante en que ha
caído desde hace unas décadas. El tiempo
de la indolencia debe acabar YA. No hay que detenerse
ni un momento. Cartagena se merece el respaldo de todos y Colombia requiere
fortalecer sus instituciones culturales.