domingo, 20 de mayo de 2018

Una reflexión electoral - Claudia de la Espriella

Articulo aparecido en la  edición especial de la Revista Virtual " Ciudad Paz" con motivo de las elecciones presidenciales de se realizaran en Colombia el domingo 27 de mayo de 2018. 


 
 
 
Una reflexión electoral

 

 Estamos a poco más  de una semana de las elecciones. Hay incertidumbre y mucho miedo de lado y lado. Una situación  que, de por si, dificulta el ejercicio libre de la democracia.  El temor paraliza e impide tener la mente apta para tomar decisiones acertadas. Sin embargo , hay que reconocer que en Colombia no es habitual que se de el voto de opinión, puesto que esta decisión casi nunca responde a una reflexión muy cerebral y bien analizada, propia de esos países donde sus ciudadanos están políticamente instruidos  y con suficiente criterio para elegir con entera independiente y según el leal saber y entender de cada uno de los votantes.

Hay que aceptar que en nuestro país, aún en las capas más instruidas de la sociedad, se vota movidos más por sentimientos y emociones muy primarias, que haciendo un análisis detenido y sosegado de todos y cada uno de los candidatos, para que se pueda elegir a la persona más idónea y honrada, capaz de llevarnos hacia el bien común  propendiendo por una nación que crezca en armonía  y con el equilibrio social que se tanto se necesita.

Evidentemente en esta república  se vota en contra de y no a favor de. Con esa conducta de reacción es un hecho que todos somos culpables de la debacle en que hemos vivido por más  de doscientos años. Acá no importan ideologías , ni programas de gobierno, que vengan de donde vengan, jamás se concretan en nada. En este país de lo único que se trata es de quitar del medio a quien pueda incomodar a su más fuerte rival. Colombia es una nación profundamente visceral, sin capacidad ninguna de conciliar nada. Y eso no es una característica  de nuestra historia reciente. Esto está tan pegado a nuestro proceder como lo está al suelo nuestra cordillera de los Andes.

Ahora bien, la historia no es una novela escrita al arbitrio de los historiadores. La historia, colombianos, la escribimos nosotros, con toda la responsabilidad que nos atañe. Es nuestra inconciencia, nuestra postura cómoda, es nuestra negligencia a la hora de votar, la que ha perpetuado el caos. Decidir no es difícil. Es mirar en nuestro interior, dejar de lado todas las influencias negativas de uno u otro lado. Es reconocer que siempre sabemos a ciencia cierta, cuando alguien, por ambición de poder desmedido, con un egocentrismo fuera de toda racionalidad; nos trata de engañar con palabras melifluas o voces de guerra a la vista para conseguir sus propósitos non sanctos. La verdad es debemos propender por construir una nación próspera y en verdadera Paz. Es indispensable respirar profundo, con cabeza fría, darnos cuenta que la desigualdad acá es verdaderamente es asfixiante y que para mejorar el entorno es nuestra obligación luchar con mucha fuerza para realizarlo. Colombia necesita un presidente ecuánime, un estadista de verdad, verdad. Alguien que acabe esa polarización tan absurda en que hemos caído y que combata la miseria en que viven millones de compatriotas. Para eso es necesario elegir a un individuo con inteligencia reflexiva y emocional, libre de bajas pasiones, que realmente tenga la voluntad y la experiencia, para llevarnos por el camino de la reconciliación que es tan necesaria para que nazca este nuevo país  que tanto anhelamos.

 

 

 

 

martes, 15 de mayo de 2018

El Museo de Arte Moderno de Cartagena nos necesita


 


El Museo de Arte Moderno de Cartagena nos necesita

Claudia de la Espriella

Es bien sabido que en Colombia la cultura es considerada hija de menos madre. Todos los gobiernos , con pocas excepciones, han  creído  que lo que se invierte en fortalecer nuestro sentido de pertenencia y de identidad  no es importante. Se olvidan de aquellos valores intrínsecos que  conforman los cimientos de una nacionalidad, hecha de contrastes y nutrida por una historia convulsionada; donde se fusionan múltiples elementos,  que se transforman  en la voz de un país que requiere  cuestionar  una realidad desigual y sin rumbo claro y que desea luchar por  encontrar un lenguaje artístico que nos lleve a ser  ciudadanos más analíticos  y críticos  con  esta sociedad desigual, para  así llegar a un equilibrio que esté profundamente ligado  con ese progreso intelectual tan necesario.

En épocas  electorales , como la que ahora atravesamos, es muy frecuente que tanto los candidatos regionales como los que tienen aspiraciones presidenciales digan, muy alegremente, pero con muy poca sinceridad, que están muy preocupados por darle a Colombia un nuevo rumbo y un lugar preponderante al quehacer cultural. Hablan de proyectar al país a nivel internacional, de fortalecer al turismo y otras frases hechas que, como siempre, no llevan a ningún  lado. Mientras tanto, las situaciones críticas se agravan hasta el punto de volverse inmanejables.

Debido a la mencionada desatención de los diferentes gobiernos con todo  aquello que tenga que ver con el  arte,  es que las entidades dedicadas a la difusión cultural tales como los museos, bibliotecas municipales, universidades, grupos de teatro, músicos, gestores culturales , etc.  se ven en calzas prietas  para poder cumplir con su labor. Tal es el caso del Museo de Arte Moderno de Cartagena que ha podido sobrevivir de puro milagro.  Como se sabe,  este hito cultural y arquitectónico de la capital de Bolívar, esta situado en un lugar estratégico y  privilegiado del “Corralito de Piedra”, junto a la Plaza de la Aduana y diagonal a la iglesia de San Pedro Claver. Por eso,  entre otros motivos, debería  ser el punto de confluencia de la cultura del Caribe colombiano y no tendría que correr el peligro de extinguirse sin que la  sociedad haga nada. Es cierto que no está  en el olvido total, pero también  es verdad que se mantiene en pie gracias al amor infinito de tres mujeres: Yolanda Pupo de Mogollón, Marta Zúñiga de Siegert y María  Sixta Bustamante, quienes con una tenacidad  admirable, con un espíritu  de lucha especial y un compromiso con la ciudad inquebrantable, hacen que se lleven a cabo  allí diferentes eventos de toda índole.

De un tiempo a esta parte, las  dificultades económicas  y la falta de  apoyo distrital y nacional han incrementado una crisis que no se puede dejar avanzar. Urge que el país tome cartas en el asunto.  Cartagena es la ciudad más visitada por extranjeros. En la retina de los visitantes se quedan las imágenes de una serie de obras pictóricas y escultóricas que narran la historia artística  de Colombia y las tendencias del pensamiento estético en Occidente, desde del siglo XX y lo que va corrido del siglo XXI. De allí  que sea importante preservar los tesoros que allí están consignados. Todo el esfuerzo realizado por muchos años para preservar y difundir este legado de creatividad que es testimonio de una fusión de diversas creencias, cosmogonías y que constituyen la síntesis de un país que indaga por una personalidad propia y distintiva. Confluyen elementos  propios de una cultura fortalecida por la fusión de etnias disimiles y con la cosmogonía peculiar e irrepetible.

Cartagena ha tenido desde 1891, cuando se funda la Academia de Bellas Artes de Bolívar, dirigida por Epifanio Garay, tiene una vocación  que consolida  una tradición  pictórica muy importante. Esta ciudad, quizás  por la presencia de atmosfera marina  invita a desplegar la imaginación creativa que, alentada por la luminosidad del cielo  tropical, permite que las pupilas de quienes la observan  se hagan libres y crezcan en el horizonte para transformarse en  un espíritu viajero capaz de reflejarse en el Arte. Esta realidad se corporiza en una serie de artistas que se han destacado mundialmente tales como Enrique Grau, Darío Morales, Bibiana Vélez, Hernando Lemaitre, Heriberto Cogollos, Alfredo Guerrero, Cecilia Porras, Cecilia Delgado, Tere Perdomo, Gonzalo Zúñiga  Ángel , Cheo Cruz y otros muchos que han enriquecido al Arte colombiano.

Sin embargo, se habla y, con mucha razón, de que esta ciudad ha dejado de lado su tradición  histórica y cultural,  para darle paso a unas conductas chabacanas que se le ofrecen a los turistas como si fueran la esencia de nuestra identidad . Partiendo de ese supuesto “atractivo”, es fácil  deducir que se haya descendido aún más y que se haya llegado a la deplorable situación de dejar atrás una vocación digna y que enaltece a este terruño para darle paso al turismo sexual y de drogas. Ese tortuoso camino debe enderezarse de inmediato. Para lograr lo que es fundamental  para Cartagena es necesario que exista un mandatario local con el suficiente carácter y valentía, para ejercer su autoridad y que se decida a trabajar con firmeza apoyando y promoviendo los proyectos culturales que fortalezcan aquellas tradiciones que fusionan todos los aspectos inherentes a las raíces  que le dan solidez  ética y estética a la colombianidad.

El MAMC, merece ser preservado por todos, llámense Gobierno Regional  o Nacional , grupos financieros, empresas privadas y ciudadanos del común. Lo fundamental es fortalecer e incrementar la producción artística  que ponga a la ciudad en el liderazgo intelectual que siempre tuvo y la aleje de ese universo denigrante en que ha caído  desde hace unas décadas. El tiempo de la indolencia debe acabar YA.  No hay que detenerse ni un momento. Cartagena se merece el respaldo de todos y Colombia requiere fortalecer sus instituciones culturales.

viernes, 4 de mayo de 2018

Colombia es una democracia?


 Articulo aparecido en la Revista Virtual " Ciudad Paz" dirigida por la abogada y periodista barranquillera Carmen Peña Visbal .

 

¿ Colombia es una democracia?

Por Claudia de la Espriella.

En los años de mi infancia y adolescencia en el colegio había clases de cívica  y de Historia de Colombia. Una excelente iniciativa que cumplía  con el propósito  de darnos una reglas sencillas de convivencia y, al mismo tiempo, nos  indicaba los valores esenciales para vivir en una verdadera democracia. Los maestros nos decían que nuestro país  era la democracia más sólida de Iberoamérica. Para esos años en el resto del continente  se debatía en dictaduras desde Argentina y Uruguay hasta Cuba. Era una época muy convulsionada , en medio del terror que le producía a EE. UU la posibilidad de que la influencia de la U.R.S.S se extendiera por toda América.

Cómo mi padre fue siempre político, un día cuando llegué  a casa y le pregunté  que si nuestra nación era una democracia.  Me contestó  que no y agregó  que lo era formalmente,  pero que el gobierno del pueblo y para el pueblo no era sino un sueño por realizarse.  Esa es nuestra realidad.

En un país donde el principal foco de corrupción son las elecciones no se puede hablar de democracia. No sólo sucede la compra-venta de votos en las presidenciales sino también en las parlamentarias,  en las departamentales y en las municipales. Ese es el origen de  nuestro caos, puesto que unos gobernantes que llegan mediante fraude organizado y engaños no tienen autoridad moral para corregir el curso de una sociedad enferma como la nuestra.

De otro lado, es bien sabido que ellos no creen en la democracia. Es más, les incomoda mucho. Ese profundo  conceptos filosófico que emerge de dicha palabra , implica pensar en el bien común muy por encima de los deseos más  personales. Precisamente por eso, no puede haber coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Todos hablan de bienestar general pero sus actos los desmienten. Un sólo ejemplo basta. En el país se ha decretado, desde hace  décadas, la educación primaria gratuita. Pero no se ha implementado de manera efectiva y siguen debatiéndose mecanismos idóneos para lograrlo. Y todos saben que no es una cuestión  económica sino de falta de decisión  política.  Se le asigna un presupuesto magro, porque lo que predomina es  indiferencia  del gobernante de turno para con los asuntos fundamentales como son educación, salud y trabajo digno. Por es contrario, con sus actitudes de señores feudales, se sienten que son dueños de la vida y honra de los demás  y por eso, no interesa nuestro crecimiento como personas. Poco importa si podemos cumplir nuestra metas en la vida. Lo único que les interesa es mantenernos sometidos a sus caprichos.

No se dan cuenta, además, que negarle un alto nivel de educación a los colombianos tiene consecuencias muy graves para el crecimiento integral del país. El atraso de nuestra nación es directamente proporcional a  la falta de  instrucción de sus habitantes. Es absolutamente antidemocrático que un jefe de Estado sea tan miope como para no darse cuenta que su decisión de favorecer a unos pocos trae consecuencias deplorables. Los industriales, los financistas, los grandes ganaderos y agricultores pierden competitividad cuando aquellos que trabajan para estos grandes emporios no están  adecuadamente calificados, para cumplir con eficiencia y celeridad las labores que les han sido encomendadas. Así  pues, el querer mantener este sistema injusto e inequitativo no nos permite ir hacia adelante.

La pobreza, que es el producto  de la confluencia  de varios factores, no se puede superar si no se aborda como prioritario el desarrollo educativo  integral. La indiferencia del Estado colombiano alarma. En las principales ciudades de nuestro territorio existe una pequeña franja de población  que vive de manera aceptable. La gran mayoría subsisten o sobreviven en la desesperanza. A la falta de oportunidades, de trabajo digno y adecuadamente remunerado, se le suman el hacinamiento, el hambre, las muy precarias condiciones de sus viviendas, un deficiente sistema de salud, vías  de acceso en pésimo  estado , dificultades de transporte y  como si fuera poco, carencia de centros educativos bien dotados. ¿Y qué  hacen los diferentes mandatarios? La respuesta es nada. Ni solucionan los problemas inmediatos y mucho menos los mediatos. Mantener este país en desorden es la consigna para impedir que las pocas familias que nos han gobernado dejen  el poder y así sigan  deshaciendo  a su antojo todo intento de caminar hacia un progreso seguro y estable.

Es fundamental pensar que Colombia no será  una democracia hasta que no se busque una transformación esencial, donde quede atrás la mirada despectiva de los jefes de Estado. Si no cambian las prioridades, jamás nos acercaremos al sentido profundo de dicha palabra. La forma en que se ha venido destruyendo a Colombia, no por la violencia de las bombas, sino por la indiferencia de los que tienen  en sus manos las decisiones transformadoras de nuestra nación y  que usan toda su  inventiva,  para ejercer esa violencia pasiva que se traduce en el menosprecio a los derechos fundamentales, consagrados en la Constitución  del 91 y mucho antes. Mientras no seamos capaces de entender que nosotros, los ciudadanos de bien, tenemos el destino del país en las manos y  no tengamos el valor  de rebelarnos votando a conciencia, por alguien a quien de verás  le quepa el concepto de democracia, estaremos viviendo bajo el oprobioso régimen  que nos tiene secuestrados en el hambre y la pobreza. Se trata de una dictadura disfrazada de libertad, pero dictadura al fin y al cabo…

                                   

         Cartagena, mayo 2018.