Articulo aparecido en la edición especial de la Revista Virtual " Ciudad Paz" con motivo de las elecciones presidenciales de se realizaran en Colombia el domingo 27 de mayo de 2018.
Una reflexión electoral
Hay que aceptar que en nuestro
país, aún en las capas más instruidas de la sociedad, se vota movidos más por
sentimientos y emociones muy primarias, que haciendo un análisis detenido y
sosegado de todos y cada uno de los candidatos, para que se pueda elegir a la
persona más idónea y honrada, capaz de llevarnos hacia el bien común propendiendo por una nación que crezca en
armonía y con el equilibrio social que
se tanto se necesita.
Evidentemente en esta república se vota en contra de y no a favor de. Con esa
conducta de reacción es un hecho que todos somos culpables de la debacle en que
hemos vivido por más de doscientos años.
Acá no importan ideologías , ni programas de gobierno, que vengan de donde
vengan, jamás se concretan en nada. En este país de lo único que se trata es de
quitar del medio a quien pueda incomodar a su más fuerte rival. Colombia es una
nación profundamente visceral, sin capacidad ninguna de conciliar nada. Y eso
no es una característica de nuestra
historia reciente. Esto está tan pegado a nuestro proceder como lo está al
suelo nuestra cordillera de los Andes.
Ahora bien, la historia no es una
novela escrita al arbitrio de los historiadores. La historia, colombianos, la
escribimos nosotros, con toda la responsabilidad que nos atañe. Es nuestra
inconciencia, nuestra postura cómoda, es nuestra negligencia a la hora de
votar, la que ha perpetuado el caos. Decidir no es difícil. Es mirar en nuestro
interior, dejar de lado todas las influencias negativas de uno u otro lado. Es
reconocer que siempre sabemos a ciencia cierta, cuando alguien, por ambición de
poder desmedido, con un egocentrismo fuera de toda racionalidad; nos trata de
engañar con palabras melifluas o voces de guerra a la vista para conseguir sus
propósitos non sanctos. La verdad es debemos propender por construir una nación
próspera y en verdadera Paz. Es indispensable respirar profundo, con cabeza
fría, darnos cuenta que la desigualdad acá es verdaderamente es asfixiante y
que para mejorar el entorno es nuestra obligación luchar con mucha fuerza para
realizarlo. Colombia necesita un presidente ecuánime, un estadista de verdad,
verdad. Alguien que acabe esa polarización tan absurda en que hemos caído y que
combata la miseria en que viven millones de compatriotas. Para eso es necesario
elegir a un individuo con inteligencia reflexiva y emocional, libre de bajas
pasiones, que realmente tenga la voluntad y la experiencia, para llevarnos por
el camino de la reconciliación que es tan necesaria para que nazca este nuevo
país que tanto anhelamos.
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