Este artículo de mi padre Ramiro de la Espriella sigue vigente a pesar de hacer sido escrito en 1999
Ramiro de la Espriella
La
Palabra Encadenada
Duele Colombia, y mucho
más que la España invertebrada de los tiempos de Ortega y Gasset y Don Miguel
de Unamuno. Y duele intensamente por razones políticas, por la ausencia de
poder , por el desorden y, más acá por el aniquilamiento del ejercicio
democrático.
Estamos frente a una
persistencia de quebrantos que viene de atrás, de mucho más atrás, desde cuando
se instaurara el Frente Nacional como sociedad por acciones del testaferrato de
los dos viejos y tradicionales partidos.
De allí en adelante
todo se trastocó y a la ausencia comunitaria de las decisiones políticas que le
atañen directamente vino a agregar el fortalecimiento de los oligopolios
económicos, ya estimulados por dos gobiernos liberales : los del presidente
López Michelsen y Turbay y como consecuencia de su desmesurado crecimiento su
conversión en el monopolio excluyente de la opinión pública.
Es así como hoy la
palabra, libe expresión de las opiniones, se halla encadenada. La radio, la
televisión, la prensa escrita, encadenados todos esos medios por esos mismos
grupos oligopólicos, que concentran en sí mismos la tiranía de la información,
transformada en alharaca publicitaria al servicio de los intereses personales,
y, así mismo, la interpretación de as noticias de acuerdo con la cauda
publicitaria emergentes que la condicionan a su amaño. Fuera de ese círculo
cerrado apenas sí bordean los estrados del interés público la tendencia
amarillenta de supervisión artificial que aparece y desaparece semanalmente en
las revistas gráficas.
El desperdicio que de
allí se deriva ha venido haciendo de nuestros medios una nueva fuente del
enriquecimiento oligopólico que detenta su poder, ahora erigido en un
determinante y voraz poder político que mantiene en confinamiento ruinoso a la
inmensa mayoría de los colombianos, alterando aún más el orden social. Pero
nadie se ha atrevido a decir que esa situación es factor concluyente de la
profunda explosión del desorden público nacional.
Donde no existe una
plena libertad de expresión , o no se puede ejercer, confinada por el
encadenamiento de la palabra, es más que imposible que pueda existir el
equilibrio sustancial que hace de la controversia de las ideas la razón del
sistema democrático.
Es claro, así, que no
existe la libertad de expresión, conculcada por los grandes grupos económicos
que la han aherrojado. Se trata de una serie de producción en suerte de
producción en serie, que lo mismo renta al capital invertido en su compra que
limita el ejercicio del poder político del Estado a una nueva maestría de
silenciamiento colectivo de la opinión pública.
La palabra encadenada
es una nueva fuente de producción que contribuye al desbordado crecimiento de
los oligopolios, tal como está previsto en el caso de los envases, o del
transporte o de las agencias de distribución , o la compra venta de insumos y
las materias primas. Un nuevo aporte
negociable que rinde poder político al servicio de las empresas.
De allí que nuestros
medios de información ya no opinen, sino publiciten, conforme ahora se dice. Y
que la imagen haya reemplazado el libre juego de las ideas. Para el caso no
importe al lado de qué o de quién , lo mismo da Tirofijo ahora en estado de
gracia santificante que con el criminal que la OEA ha puesto en manos del
director de la Policía…
La palabra encadenada o
sea el servil encadenamiento de la democracia en holocausto al poder económico.
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