Franklin Howard Ortega nos lleva a través de la cotidianidad para decirnos que la vida, a pesar de lo prosaico , tiene una estética especial, donde las palabras sencillas se llenan de profundidad poética.
El Poeta va al Taller
Era de tarde
casi de noche
-lo recuerda por el Sol
tragado por el horizonte-...
ya estaban de cerrar
quedaba dicho en el cielo gris
que guía las horas al ocaso.
casi de noche
-lo recuerda por el Sol
tragado por el horizonte-...
ya estaban de cerrar
quedaba dicho en el cielo gris
que guía las horas al ocaso.
El poeta dejó su ruido a la puerta
y entró despacio
dirigió sus pasos por entre cosas
que guardan sus espacios
hasta llegar donde el ingeniero
que componía cosas.
Le dijo:
traigo estas palabras
a ver si tienen arreglo;
algunas son antiguas,
otras no tanto.
El ingeniero de cosas
le dijo, sin dedicarle un instante:
está en el lugar equivocado,
es al lado.
El poeta miró el letrero de al lado
y leyó
cada una de las letras gastadas de uso
Chatarrería
traiga aquí las cosas inservibles.
Cabizbajo
Con pesas en los pies
Regresó a la casa
y,
por sí sólo se entrenó en refaccionar palabras
aprovisionado de pinzas atornilladores sierras martillos prensas...
algunas deja consignadas en esta dirección
y entró despacio
dirigió sus pasos por entre cosas
que guardan sus espacios
hasta llegar donde el ingeniero
que componía cosas.
Le dijo:
traigo estas palabras
a ver si tienen arreglo;
algunas son antiguas,
otras no tanto.
El ingeniero de cosas
le dijo, sin dedicarle un instante:
está en el lugar equivocado,
es al lado.
El poeta miró el letrero de al lado
y leyó
cada una de las letras gastadas de uso
Chatarrería
traiga aquí las cosas inservibles.
Cabizbajo
Con pesas en los pies
Regresó a la casa
y,
por sí sólo se entrenó en refaccionar palabras
aprovisionado de pinzas atornilladores sierras martillos prensas...
algunas deja consignadas en esta dirección