miércoles, 1 de junio de 2016

Cartagena se viste de arreboles - en sus 483 años.


Foto de la Plaza  de la Aduana de Daniel Lemaitre 
tomada del libro  CARTAGENA LUZ Y SOMBRA
 
 
Cartagena   se   viste   de   arreboles

( A mi ciudad en sus 483 años)

 

Mi ciudad se viste de arreboles,

con olas de luna y plata se ha adornado,

ojos negros-morenos de andaluza,

los sellos  indelebles  de un mar tórrido

y el África grabada en la piel sandunguera.

 

Ciudad de un Heredia venido de Castilla,

para dejar su huella bien marcada

en todos los rincones de su Villa,

hecha de  sol de vida y calicanto,

con el recuerdo  de los días gloriosos

y la fuerza de los dolores aún sangrando.

 

Ciudad de claro-oscuro conventuales,

de estrechos y sombreados callejones,

de siluetas difusas en la tarde,

de celosías y secretos que transitan,

por los caminos de alcobas soñolientas

que desnudan pecados innombrables...
 

Ciudad, protectora  de las Indias,

que duerme y amanece

rodeada de Castillos-Fortalezas:

bastiones de historias y leyendas,

donde atracan galeones esclavistas,

y luchan Biohós  de dignidad incólume

donde  líderes mulatos  la hacen libre

un  heroico Once de noviembre.

 
Ciudad vestida con encajes de espuma,

con  la luna entrando en las almenas,

para llenar de dulces besos

a los jóvenes amantes marineros.

 
Ciudad de cocadas ancestrales,

testigos del portal de  los encuentros

donde la algarabía cotidiana

se  fusiona con los  pregones de la suerte.

 
Ciudad de zaguanes que anticipan

los patios con verdores de palmeras,

trinitarias que pueblan el suelo con sus flores,

y los colores vibrantes de cayenas.

 
Ciudad hecha acuarela  de nostalgias,

las nubes cargadas de tormenta,

la pesca diaria al puntear el día,

el abrazo de sol en las plazuelas,

las siluetas inciertas de los árboles,

los veleros saludando el viento,

o los inmensos caserones 

con el sopor del aire  de la siesta.

 
Ciudad que divisa  el infinito

elevando  los brazos a su Virgen morena,

reclinando su pecho en su regazo,

para buscar un amparo que la aleje

de los mercachifles  de fauces ávidas

que explotan a la “caterva de vencejos”.

 
Ciudad tejedora de coronas,

alma ilustrada, inquieta, andariega,

hecha de revoluciones y inquietudes,

faro encendido por el solitario del Cabrero.
 

Ciudad de  alcatraces  que dialogan

con las nubes que viajan hacia Oriente,

son confidentes de todas las galaxias

y mensajeros de Neptuno para alertar viajeros.

 
Ciudad con cintura hecha de cumbia,

descalza danzarina de la playa,

con tambores africanos en su cuerpo

y el batir insinuante  de polleras ibéricas,

cadenciosa enamorada de una luz titilante

que acaricia la piel de  centelleantes velas. 

 
Ciudad de mártires anónimos,

sometida a sitios  de pobreza,

heroica en su sonrisa franca

que desafía todos los embates

de un destino trazado por perversos.

 
Ciudad de mis abuelos asturianos,

presente siempre en  mis sueños,

dadivosa, y eterna  alimentado  con tu espíritu

el mar de todos mis anhelos.

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