miércoles, 1 de junio de 2016

Vano Optimismo - Carlos Villalba Bustillo




 
Vano optimismo
 
Carlos  Villalba  Bustillo
 
 
 El presidente Santos,  el ex ministro Álvaro Leyva y Timochenko han perdido el tiempo con el senador Álvaro Uribe Vélez. Lo invitan y le insisten en que se suba al vagón de la paz, echándole la mentira de que sin él quedaría incompleta, siempre con la misma frustración. A lo sumo responde, sin dirigirse a ellos, que mientras se desestimen sus reparos a la impunidad y a la elegibilidad de los terroristas no le jala a esa embelequería.
 
 
Uribe se debe a las Farc y a la guerra. Después del desastre del Caguán, inició su campaña presidencial en territorio enemigo con un discurso en el cual anunció que el 8 de agosto de 2002 el Estado se metería en las zonas dominadas por esa guerrilla, por hostiles que fueran las condiciones del terreno. Una oferta concomitante con los rasgos de su temperamento. El país le creyó y así como votó por la paz de Pastrana en 1998 votó por la guerra de Uribe a los cuatro años.
 
 
Al quinto discurso del mismo corte en la tensa campaña, el condotiero había subido en las encuestas del uno al 30 por ciento en la intención de voto y el día de las elecciones barrió con más del 50 por ciento, incluida la votación íntegra del partido que no pudo lograr la paz, el conservador, que aseguró, ni corto ni perezoso, ocho años más de burocracia y de contratos. El bebé no necesitó llorar para mamar. De ahí en adelante se autodenominó “la fuerza que decide”.
 
 
 Apenas resolvió Santos negociar la paz, el sorprendido ex presidente Uribe se regodeó con esta segunda oportunidad: la de fundar un partido y proveerlo de una lista cerrada para el Congreso, con un candidato presidencial que prometiera, con hacker en la trinchera, resucitar la seguridad democrática. Óptimo el resultado. Eligió, él solito, veinte senadores y se saboreó un triunfo en la primera vuelta presidencial de 2014, pero el péndulo, en la segunda, giró de nuevo hacia la paz con Santos. Le falló la brújula de los ciclos.
 
 
En la mitaca de 2015, como la guerra no estaba en la palangana de las propuestas, al doctor Uribe lo zurriaron sus fanáticos de modo implacable, y tuvo que conformarse con el trofeo menor de la Gobernación de Arauca.
 
 
Seguir oponiéndose a la paz, por esa diferencia entre los votos de 2014 y 2015, es el oxígeno del Centro Democrático para 2018. Uribe no es ningún tonto para entregar una bandera que puede trocarse en sonido de flauta si se complica el posconflicto, pues el caos en el que chapotea el país en tan largo como Mauricio Cárdenas y tan nalgón como Luis Carlos Villegas.
 
 
 
Vano optimismo, sin duda, el del presidente Santos, el ex ministro Leyva y Timochenko con su cuento de vincular a Uribe a un proceso de paz que no   necesita. Mientras ellos machacan con la ilusión de convencerlo, el “perseguido” (para la buena causa) emprendió ya la tercera lectura de Reflexiones sobre la violencia, del ingeniero y sociólogo George Sorel.

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