Carlos Villalba Bustillo - Malecón
De las tres preocupaciones cartageneras que reaparecieron con buenas nuevas, la de las claves para superar la pobreza en 2033 merece que se le analice antes que el diagnóstico actualizado sobre el estado de la bahía y el suministro normal de agua potable por treinta años.
El documento final del Centro de Estudios Regionales del Banco de la República (CEER), presentado el pasado jueves, suscitó una explosión de sensibilidad social que augura, en nuestra clase dirigente, la intención de modificar su actitud ante la población marginada.
El costo del proceso que duraría quince años y medio sería de 1,9 billones de pesos y su ejecución correspondería a la Nación y al Distrito, que no siempre salen bien calificados en sus acciones de trabajo conjunto como ha ocurrido, verbigracia, con el saneamiento de los caños interiores y el alto grado de sedimentación de la bahía. Pero si nuestra pobreza es una bomba de tiempo a punto de estallar, es indispensable que su desactivación no halle tropiezos a lo largo del camino.
Desde hace 26 años el combate de la pobreza en Cartagena ha sido bandera de los alcaldes elegidos por el voto popular, y al compararse las cifras de entonces con las de ahora, tal como lo hizo el CEER, se rajaron los burgomaestres y el balance en rojo asusta. No sólo los sociólogos saben de qué es capaz un pueblo con hambre y excluido de las oportunidades. Que nos dure el entusiasmo –pensé– porque los indicadores sobre las zonas de riesgo, las deficiencias en los servicios básicos, las carencias en salud y el superávit de niños sin escuelas son deprimentes.
Los investigadores aconsejaron buscar la financiación en la banca multilateral, y del secretario de Hacienda surgió la propuesta de un fondo propio a varios años de la Alcaldía para el que el funcionario dice hay capacidad financiera, a lo que la gerente de la Andi respondió que si se ahorrara el 25% anual que Transparencia Internacional dice que la corrupción se roba del erario, habría con qué erradicar la pobreza sin necesidad de crear ningún fondo.
Maldita palabra que se nos podría atravesar como un escollo insalvable en el nobilísimo propósito de erradicar la pobreza. ¿Acaso hay duda de que en cada contrato, decreto o resolución suscritos por un funcionario, alto o bajo, hay extra ganancias, en cada firma, de hasta mil veces más del sueldo que devenga? ¿Quién nos garantiza que el billete (1,9 billones) no caerá en las uñas aceradas de los mamasantos de frac y perfume en sus cuerpos y en el alma un albañal?
Es ese otro ejército tan subversivo y dañino como lo fue el de Timochenko, y con la misma vocación de impunidad. No mata con terror, pero asfixia con horror, y por asfixia también se muere.
Al magnífico estudio del CEER le faltó el dato de los muertos por hambre y epidemias, entre adultos y niños, en nuestros cinturones de miseria.