domingo, 18 de junio de 2017

PADRE - Homenaje a mi padre - 2017 - Claudia de la Espriella



 
 
 
Padre
 

Mi padre era, ante todo, un hombre justo. Tan justo que entendía que no se podía deslindar el amor de la vida. Amaba la vida como a nadie lo vi hacerlo. Reía , bailaba cómo podía,  ( o sea pésimo), y sobre todo tenia un alma generosa, inmensamente generosa. Su familia, la que formó con mi madre, era lo primordial para él, al igual que esa casa solariega en Manga donde vivió en su juventud y luego en San Diego, en Cartagena. Mi padre, desde niño, quería ser político. Decía mi abuelo, que sacaba un taburete, cuando calculaba que Juan Antonio, su padre, regresaba del trabajo y pronunciaba un largo discurso sobre las injusticias que veía. Decía, por ejemplo, que a Víctor , uno de sus hermanos, le habían dado menor porción   de torta de plátano que  los otros o que a Asunción , una boyacense que había llegado detrás de su hombre en la guerra de los Mil  Días, la cocinera no le había guardado carne y eso era una injusticia que había que reparar y que eso jamás sucedería cuando él fuera presidente. Aplaudían los oyentes y él seguía en su discurso muy horondo  y muy circunspecto .

Al salir del colegio, estudió Derecho , pues la justicia social era lo primero,  tanto así que, su tesis de grado en el Externado de Colombia, fue sobre el derecho de huelga. Se graduó con honores y al poco tiempo se casó con mi madre, una mujer luchadora , aguerrida, que se había atrevido a desafiar su época y había estudiado en la Universidad Nacional odontología. Se fueron a Europa de inmediato e hicieron algo insólito en ese momento, ella se quedó en Inglaterra especializándose en Odontología Infantil y él  París en Ciencias Políticas. ¡Unos recién casados viviendo separados! Ni en el viejo continente eso se usaba. Pero ellos respetaban los espacios y los  sueños del otro  y bajo ese principio se rigió toda su vida matrimonial.

Volvieron a Colombia cuando cayó Rojas Pinilla y mi padre, de estirpe liberal y rebelde, fundó con otros ilustres soñadores, el MRL, Movimiento Revolucionario Liberal. Eran todos ellos provenientes de familias destacadas en sus regiones pero igualmente con una conciencia social de responsabilidad frente a sus comunidades fuera de serie. Estuvieron con él : Álvaro Uribe Rueda , el bueno, (decía él  en los últimos años, para distinguirlo del siniestro personaje que fue presidente), Felipe  y Santiago Salazar Santos, Iván Botero,  Jaime Ucros  García, Francisco Zuleta Holguín  y  otros cuyos nombres se me escapan, igual de comprometidos con el cambio . Fueron años difíciles para sus mujeres y sus hijos que quedábamos solos en Bogotá a la espera de sus cartas y telegramas . Sin embargo, esos días nos hicieron fuertes. Mujeres berracas, todas ellas: Niños pequeños y ellas soportado por meses  las importunas visitas de sus congéneres metiendo cizaña sobre las múltiples aventuras  de  sus maridos, jóvenes, bien plantados, profesionales y de buena familia…debió ser un  infierno para ellas.

Mi padre amaba el periodismo. Fue su pasión desde siempre. “ El Espectador " su casa. Se levantaba , tronara o relampagueara , a las cinco de la mañana  a escribir su columna. Una amiga mía, me dice, entre risas y nerviosismo, que cuando ella fue a entrevistarlo,  le contó lo siguiente: “Esther no me respeta, me ve  escribiendo y viene y me dice: “ Rami, tú que no estás haciendo nada, hazme el favor de abrirme esta lata de atún para el almuerzo”. Él lo hacía paciente, y ella quedaba feliz y decía: “ Me quedó estupendo  el soufflé de atún y él repicaba “ Si, pendeja, pero perdí el hilo de lo que iba a decir  en contra de Carlos Lleras”. Los Cano jamás lo notaron. Sus artículos salían perfectos. Esas eran las discusiones maritales en mi casa y yo, pobre ingenua, estaba convencida de que, como se dice hoy en día, la mía era una familia disfuncional…

Cartagena era lo que más lo animaba. Jamás se  sintió más identificado con  un lugar que con su “Corralito de piedra” . Llegaba hecho un ruiseñor y sentenciaba: “ Mañana me voy a Cartagena a descachaquisarme”. Volvía eufórico. Nuevo,  lleno de bríos. Nada como ese Caribe que me enseñó a amar y que defendió hasta la muerte.

Padre mío, hoy te extraño y estoy acá, en tu ciudad, en la ciudad de nuestros ancestros para decirte que me legaste lo mejor que un ser humano puede darle a otro: el amor por la vida y por los gatos, que es lo mismo que ser libertario e independiente Te recuerdo siempre. 
Tu meruña de queso, Claudia la bella.

 

 

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