Francisco,
El Hombre
Por Claudia de la Espriella
Cuenta la leyenda vallenata
que , en tiempos primigenios, hubo un cantor que iba, de pueblo en pueblo, llevando las noticias de toda la región y de
lugares lejanos. La gente se sorprendía con sus versos. Por donde pasaba lo
admiraban. Un día el diablo, siempre envidioso, encarnó en ser humano y decidió
desafiarlo. Con toda la mala fe , la
astucia y lo perverso que siempre ha sido y acompañado de la soberbia que lo
caracteriza; estaba seguro de ganarle al juglar y llevarlo al infierno. Sin
embargo, el rapsoda se olió la treta e
invocando a la Trinidad y a la Virgen lo mandó a lo más profundo del Averno
donde ni Dante pudo imaginar las torturas que le esperaban. Desde entonces los
lugareños lo bautizaron como Francisco, El Hombre.
Han pasado muchos
siglos y han sido numerosos los dolores
que han sacudido a Colombia por culpa de
la intolerancia y la violencia. Sin embargo, ha llegado un nuevo mensajero,
también llamado Francisco El Hombre, que
viene con sus sandalias caminando desde el sur de América y quien busca dejarnos las palabras renovadas de
la Trinidad y de María.
Ha llegado para advertirnos que la confrontación armada fratricida
debe acabar y que seremos libres cuando expresemos nuestra alegría sin el
miedo de que las balas nos la arrebaten. Dice, además que: “La guerra sigue lo que hay de más
bajo en nuestro corazón.” Estas palabras han sido pronunciadas para que
las meditemos mucho y para detenernos a pensar que es urgente desterrar los odios.
A menudo muchos compatriotas manifiestan su deseo de convertirse en seres
humanos esencialmente buenos y alcanzar el reino prometido. Pero es bien sabido
que sin “el amarse los unos a los otros, como yo los he amado” dicha intención
jamás será una realidad. Así que es indispensable cambiar la mentalidad para
alcanzarlo.
A un país dividido por
las desigualdades sociales le es casi imposible crecer en armonía y llegar a
desarrollar plenamente sus capacidades. Por
eso, es más que necesario entender que sólo
deponiendo las armas, tanto las de fuego como las que acompañan la intolerancia;
se hará realidad el surgimiento de una nueva nación capaz de vivir en la paz de Cristo y con el debido respeto que
nos debemos unos a otros.
El amable peregrino se
dirige a jóvenes, casi niños y les lanza un desafío temerario: “Que las
dificultades no los opriman. Que la violencia no los derrumbe.” El trabajo que
les espera a las nuevas generaciones de colombianos no es tarea para hacer a la
carrera . Es un compromiso para cumplir a lo largo de sus existencias como
creyentes y como buenos ciudadanos. La vida está plagada de obstáculos. No siempre el despertar es plácido. El hambre,
la ignorancia, la falta de oportunidades para muchos, duelen y sangran. Ellos,
los que apenas ahora abandonan la adolescencia, tienen el deber de recorrer un camino
que los lleve a descubrir esa “Colombia profunda” de la que habla el obispo de
Roma. Únicamente con alegría y esperanza
esa paz tan deseada podrá forjarse.
En Villavicencio, ciudad
que se identifica con el inicio de un largo sendero verde, como la esperanza que
tenemos en un mejor mañana, el encuentro estuvo marcado por el sonido angelical
de las arpas. Sin embargo, el punto más destacado de la jornada se dio cuando
se fundió lo sublime y lo humano: el testimonio de las víctimas de estos largos
años de diversas intolerancias. Nada hará posible olvidar las palabras sentidas
de doña Pastora , perdonando lo imperdonable. Una lección de amor que estará
por siempre en la mente de muchos de los que la escucharon. Y a Francisco se le
vio asombrado de que tanto dolor pudiera superarlo esta mujer humilde y salir a seguir luchando cada mañana. La
innegable valentía de las colombianas se cristalizo en esta víctima sabia y
santa.
Siguiendo con sus
mensajes llegó a lo escarpado de loa
Andes y allí se se pronunció en torno a las obligaciones de los conductores de
almas. Manifestó que no es correcto
lucrarse avariciosamente cuando se está comprometido con la fe en Jesús.
Recordó que el excesivo apego al dinero es el camino más seguro para no estar
jamás frente a la presencia divina. Reprochó esa vida de lujos que muchos
anhelaban y recalcó, profundamente convencido de lo que hablaba, que la
felicidad profunda se encuentra en el corazón verdaderamente puesto al servicio
de toda la comunidad.
Existe una ciudad
heroica y amurallada, donde muchos se han sentido, han sido y siguen siendo esclavos. No sólo por haber sido
vendidos y comprados, como si se tratara de objetos y no de seres humanos, sino
porque la miseria, el abandono gubernamental
y de la sociedad, la falta de un servicio de salud, educación y de
oportunidades, la explotación en sus trabajos, la corrupción política, hacen
que miles de ellos estén literalmente cercados y que, como es bien sabido, a diario los
continúen lacerando los piratas foráneos que llegan con todas las intenciones de realizar grandes negociados. Son
las víctimas de una violencia pasiva que ejerce el Estado colombiano donde, día
a día, se les aísla y se les estigmatiza al considerar que no es necesario
oírlos que mucho menos deben ser atendidos.
Aún así , esas personas
tan abandonadas por los poderosos de la
ciudad, demuestran mucha más solidaridad hacia el prójimo que aquellos que
tienen la posibilidad, desde sus posiciones de liderazgo, de asumir
responsabilidades sociales, bien sea como políticos, como financistas o
empresarios. Por eso, los conminó a
dejar de lado sus vanidades y a asumir, sin dilaciones, el deber de luchar por un país más incluyente. Su mensaje
apunta a olvidarse esas formas capitalistas de entender la economía para pasar
a una visión humanista , donde lo que prime sea el bien común y no los
intereses particulares.
Después de jornadas extenuantes, llegó el momento de llevar
sus cantos de amor y entrega a otros pueblos tan necesitados como Colombia.
Francisco se veía cansado. Pero su sonrisa diáfana no dejó de aparecer en
ningún momento.
Sabía que su misión
había calado muy hondo. Muchos estamos convencidos de que tenemos el deber de
recorrer el sendero de la Esperanza.
Esta sensación se percibe a través del latir calmo de los corazones que buscan
reconciliarse, consigo mismos y con los demás. Fue debido a
esa fuerza interna , recién germinada , que los jóvenes del Caribe
consiguieron cantar y bailar con un entusiasmo desbordante. Francisco, El
Hombre baila con su mirada y sonríe, con
esa sonrisa amplia propia de las mentes limpias, carismáticas, amorosas, humildes y sabias. Una vez más el diablo sale
con el rabo entre las piernas, mientras
en el horizonte se lee claramente un mensaje: “Demos el primer paso”. Parece
que esta vez lo estamos logrando. Simplemente sigamos caminando…
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