Grises
A veces, los días del
amor
los vemos grises, cansados,
hechos de lluvia leve
que no cesa
y de aire frío tocando
la ventana.
Son las horas de las
nubes,
de las hondonadas,
del sol que no nos mira,
ni nos alumbra la luna
argentada.
Se nos han puesto
plomizas las palabras…
las huellas del dolor
han recorrido
los lugares más oscuros
de la casa.
Como lobos hambrientos
enjaulados
hemos visto llegar el humo hecho de escarcha,
mientras lloran los sauces y los recuerdos
del día florecido del
verano,
con los brazos
sembrando mariposas
y el resplandor del sol
en el semblante.
Amado:
Me siento lacerada por
el viejo dolor
que escondes en tu
alma,
por mirar en tu pecho aquella lágrima
que olvidaron las dudas
calladas por los años.
Un beso, una caricia y un
te quiero
llegan con el sigiloso caminar
de un gato
queriendo ronronear al lado
nuestro,
con fúlgido topacio en la
pupila,
y un mágico violín en la
garganta.
Te miro y me miras y los
besos
nos cubren con sus amplias
alas
y un canto de alegría nos conduce
a la penumbra donde hacer
del Amor
se torna en nido y se funde
con la piel entre las sábanas.
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