Vida de gatos
Jolie
Cuando llegó Jolie una gran
tristeza me abrumaba. La dulce y tímida Catalina se había ido al cielo de los
gatos. Eran días difíciles para mí y Sofi. Durante cerca de catorce años
habíamos compartido el día a día, nos fuimos a vivir a Barranquilla, volvimos a
Bogotá, vimos como se apagaba la vida de mi madre y finalmente llegamos a un
amable apartamento que tenía enfrente un agradable parque y unos árboles con
multitud de pájaros. Ellas dos pasaban, por lo tanto, muchas horas frente a la
ventana, soñando con viajes a miles de lugares y recorriendo el techo para
cazar mariposas, jugar con las hojas y reunirse con varios amigos del
vecindario. Allí había una especie de club social de gatos: la vecina,
Chispita, la invitada a almorzar, Pepita Lunar, el intrépido Negro, El Mono y
unos siamesitos que venían de vez en cuando, pero cuando lo hacían se demoraban
un rato bien largo. Para mí, esas visitas constantes eran un motivo de alegría
y de gran diversión diaria. Por eso, cuando la Cata partió, de madrugada , el
dolor era profundo y no me daba tregua. Fuimos con mi papá a enterrarla a un
cementerio cerca a Guasca y allí, el pediatra de ellas, que las ha tratado por muchos años, Pacho, me
comentó que había la posibilidad de que otra gatita me adoptara.
A los pocos días llegó Jolie.
Jolie Lafayette, fue bautizada. Estábamos elaborando una revista sobre Francia y queríamos que ella nos trajera la buena
suerte que necesitábamos y que nos contagiara su alegría, entusiasmo y energía
positiva.
Antes de llegar a mi casa, la
vida de Jolie no había sido tan grata. Tuvo que vivir a la intemperie, en un
parque. No era por lo tanto, una gatita cuidada, pero si era cariñosa y por una
extraña razón, a pesar de las dificultades, era y es una gatita muy juguetona y
sociable. Entendió pronto que tenía una familia y se ganó el cariño de todos,
menos de la celosa Sofía, que siempre ha sido la más mandona de la casa. Pero a
Jolie parece que no le interesa lo que Sofía piensa y siempre se sale con la
suya.
Para que aprendiera rápido su nombre
me inventé una cancioncita que le cantaba varias veces en el día: “ Jolie es
bonita, bonita en francés, Jolie la gatita que se hace querer”. Me miraba con
sus inmensos ojos, ojos de gato como Cleopatra y parecía que pensaba: “Quién será esta loca
que me canta?”. Muy rápido aprendió que era con ella y se quedaba a mi lado
escuchando y pensando…Creo que pensaba en su suerte. Para entonces ya había
ganado peso y su pelo comenzaba a brillarle.
Corría con alegría por toda la casa y no perdía la costumbre de querer cazar a
toda hora , por lo que buscaba estar
siempre en el tejado. Me dada un poco de miedo, pues como no había sido una gata de casa, sino callejera, temía que
extrañara su vida al aire libre…Parecía, por momentos, que añoraba la libertad
del parque pero también deseaba mucho el calor de una cama mullida y la comida
abundante. Además es muy sociable y siempre quiere estar en compañía de alguien.
Jolie es una gatita que ama la vida y quiere disfrutarla y sabe, porque es mu
inteligente, que nunca más será una gata perseguida en la calle…
Muy emotivo relato, admiro la suerte de Jolie.
ResponderEliminarMil gracias por el comentario. En realidad yo creo que la llegada de Jolie a mi casa ha sido un bálsamo que le ha dado mucha alegría a mi vida y que hablar con emotividad de ella es fácil, gracias a lo que ella representa como ejemplo de alegría constante.
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