domingo, 10 de enero de 2016

Todos Tenemos... Cuadernos Perdidos - Pedro Blas Julio

 
 
Mi amigo el poeta  y gestor cultural  Pedro Blas Julio, me ha hecho llegar este interesante  texto crítico que se mezcla con una fértil imaginación ,  que quiero compartir con ustedes. Es una lectura agradable y significativa para quienes nos movemos en el mundo de la literatura, perder algo que se ha escrito siempre parece que se trata de algún especia de conjuro mágico o un asunto propio de la literatura fantástica . Espero que la disfruten mucho.
    
 
Todos   Tenemos...Cuadernos      Perdidos
 
 
Las historias de manuscritos perdidos abundan en el anecdotario de la literatura contemporánea. Le ha ocurrido a muchos escritores; incluso algunos galardonados con el Nobel. Uno de ellos, Gabriel García Márquez, extravió un cuaderno de escuela en el que tenía, según confesó en una ocasión, "sesenta y cuatro temas anotados con tantos pormenores que sólo me faltaba escribirlos". Nunca lo encontró. Eventualmente, después de un viaje a Europa (donde transcurrían las tramas de algunos de los relatos), reescribió los que su memoria alcanzó a rescatar. Son los que aparecen en Doce cuentos peregrinos.
 
A otro Nobel, John Steinbeck, su perro Toby literalmente le comió el manuscrito de su novela De ratones y hombres. Lo masticó tanto que cientos de sus páginas -las que no logró tragarse- terminaron convertidas en pulpa de celulosa; no se pudo recuperar ni un solo capítulo. Después de un inicial ataque de furia, Steinbeck se calmó, volvió a escribir la novela en su totalidad y terminó agradecido de su perro porque la nueva versión siempre le pareció mejor que la que Toby se había almorzado.
 
Y están también las numerosas historias de manuscritos confiscados a sus autores por la policía política de los países totalitarios. En el caso de Cuba por la Seguridad del Estado, como le ocurrió a los de Reinaldo Arenas, Carlos Victoria y Rene Ariza, que terminaron en manos de los investigadores de Villa Marista. Sin embargo, no siempre los inquisidores castristas se salen con la suya. A los del escritor Nicolás Abreu Felippe, por ejemplo, nunca lograron echarle garra. Aunque el acoso era tanto en aquellos años que, en una ocasión, temiendo que registraran la casa, Abreu le prendió fuego al manuscrito de El Sisi, una de las tres novelas que había escrito hasta la fecha. Otra de ellas, La Perlana, por fortuna se salvó de las llamas; pero le llegó tan fragmentada al exilio que sólo pudo insertar algunos de sus capítulos en una nueva novela titulada La mujer sin tetas, publicada cuando ya residía en los Estados Unidos.
 
El único manuscrito de Nicolás de aquella época que se salvó (del fuego, de los registros policíacos y del pésimo servicio postal) fue el de su novela En Blanco y Trocadero, que al fin, cuarenta años después, acaba de ser publicada por Ediciones NeoClub.
 
Narrada en primera persona, En Blanco y Trocadero es una novela (si es que puede llamársele así a esta vertiginosa sucesión de ingeniosos y provocativos capítulos) en la que se cuentan las peripecias diarias de un niño cubano creciendo en La Habana de los años sesenta: "Yo andaba con mis medias largas y en pantalones cortos como Jack el personaje infantil de las novelas de Enid Blyton. Mi hermano Rolo se subía a la azotea y hablaba pegando la boca al tubo por donde baja la antena del televisor. A la primera palabra que oíamos se formaba el correteo. Todo el mundo salía como una flecha a escalar el muro o a trepar por la mata de piñón de botija."
 
Casi todas las novelas de iniciación (y esta, a su manera, es una de ellas) terminan con la pérdida de la inocencia de sus protagonistas. No importa si son niños en el tránsito hacia la temprana juventud o adolescentes en el umbral de la adultez. Al menos así es en las más representativas del género. Y En Blanco y Trocadero no es la excepción. Aquí el personaje principal, Tolentino (una suerte de Huckleberry Finn tropical), también pierde la inocencia. Y cómo no iba a perderla si su infancia transcurre entre la victoria revolucionaria de 1959 (con sus cuotas de júbilo popular, juicios sumarísimos y fusilamientos), y la ofensiva ideológica de 1968, con el desmantelamiento de los últimos reductos de la empresa privada. Quizás una de las peores épocas para hacerse adulto en Cuba: deslumbramiento, decepción, cárcel, crímenes, confiscaciones y exilios.
 
En Blanco y Trocadero es una novela muy bien escrita que sorprende no sólo por su originalidad estilística, sino también por la fluidez cinematográfica de sus escenas. Pero sobre todo, por la forma en que Abreu consiguió unir la sencillez narrativa de los niños con la profundidad de observación de los adultos sin que en el texto se notasen sus costuras. Un estupendo libro: inimitable, satírico, divertido y tremendamente humano.

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