jueves, 31 de diciembre de 2015

Las Brisas Decembrinas - Cualquier día de diciembre


 
 
Las   Brisas   Decembrinas

 

Cualquier día de diciembre

llegan las brisas

y,  con ellas, la esperanza.

 

Las trinitarias se mecen ardorosas

y llueven los cantos de los pájaros.

 
Detrás de las ventanas está el refugio

de los secretos mejor guardados:

viejos amores flotando en el aire,

viajes de sibilas queriendo entregarnos

 sus finos oleos sagrados.

 
Días de juegos inocentes

chapoteando felices en la playa,

aroma de canela cubre el aire

 y nos remonta a  los linderos de la infancia.

 
Ojos de brillo,

brillo de esmeraldas,

entre risas tempraneras se abren camino

los barcos de ilusiones

con todas las velas desplegadas.

 
Hojas de trébol:

los cuatro puntos cardinales,

faros de alegrías son  gaviotas

que vienen con  su vuelo a animarnos.

 
Dulces amigos se toman de la mano,

salen, sin prisas, a recorrer el parque,

carnaval de cayenas son polleras aladas,

y ansiosas mariposas se tornan coronas

en las frentes cobrizas de las sacerdotisas

invocando a los dioses de danzas ancestrales.

 
Con  suaves caricias expectantes,

el olor de las brisas se hace viajero incansable,

llenando de fuerza la mirada,

abriendo cálidamente  la puerta 

para  salir al encuentro de un futuro

repleto de desafíos cotidianos.

martes, 29 de diciembre de 2015

Gris - Vestida de gris está la tarde.


 
 
Gris

Vestida de gris está la tarde,

ojos de lluvia en la mirada,

el sonido impreciso de unas gotas

queriendo reconfortar el alma.

 
Es gris el curso de la vida

que, sin previo aviso, se marcha.

 
Los dolores doloridos

tomándonos de la mano.

 
Gris  la duda,

grises las pasiones guardadas,

gris el sabor del agua, bajando

sin premuras  a las entrañas.

 
Gris el frío de la espera,

el abrazo, por compromiso,

recibido de un extraño.

 
Es gris la luz de la luna

que no quiere mirarnos.

 
Muchas canciones sin sentido,

suenan grises cuando sus palabras

no nos tocan la garganta.

 
El río que no moja las mejillas,

se hace gris en lo oscuro

de su lecho enlodado.

 
Flores marchitas caen por mi falda.

 
Grises lecciones dadas

por los  falsos profetas

creadores de desastres.

 
Ruido de grillos empapados.

 
La nube del olvido ha pasado…

Grises los grises

que  inundan agonía,

por todos los rincones de mi casa.

Barcaza 13 de Marzo - Pedro Blas Julio


Comparto con ustedes este escrito , con una visión crítica  sobre las libertades en Cuba. un motivo de reflexión que vale la pena tener.
 
 
 
 
 
 
Barcaza 13 de Marzo
 
 
Miguel Barnert en New York-Manhattan acaba de dar por sentado su punto de vista justificando lo perpetrado por el castrismo contra niños, adolescente, mujeres y ancianos en la masacre de la Barcaza 13 de Marzo en la Habana....Al igual que el cardenal Ortega de la Habana, quien en contra prestación por el régimen de la isla patrocinarle su marido militarote del MIN, se encuentra obligada, esta autoridad cardenalicia de la Habana, en dar la pus de declaraciones ante la visita del Papa Francisco, de que en Cuba no hay presos políticos ni torturados ni ninguna violación de derechos humanos.  Que se le requiere a su marido agente monitorearle para la Gestapo criolla el mínimo paso, pero no solo -acerca de sus movimientos de cubito dorsal- sino el no dejar de espiarle y rendir continuo informe requerido por el tenebroso  politburó Nazi del castrismo, pues no se puede confiar de un pequeño excremento de tal índole.
 
La "Gaviota” del Miguel Barnet, va en las mismas, y, ya en un asentamiento genuflexo definitivo y testimonial----Observen ustedes no más--: Ante una veintena de emigrantes económicos cubanos, se presentó en Manhattan, en la noche de ayer, el más reciente libro de memorias de Miguel Barnet--: Yo no tomo meprobamato, publicado por Ediciones Unión, incluye un extenso y detallado prólogo de Nancy Morejón y un elogio en contraportada de la cubanóloga Tibisay Lucena. El libro consta de una vistosa portada con una foto que Alex Castro le tomara al autor frente a su botiquín habanero y recoge, en sus poco más de cuatrocientas páginas, las reflexiones del autor de Biografía de un cimarrón sobre su relación con la cosa política.

En la breve charla neoyorquina, Barnet habló sobre los motivos que le llevaron a incurrir en este género “a pesar de que todavía me siento como un jovencito”. “Hace unos años”, dijo, “durante mi presentación en el Bildner Center de la universidad pública de Nueva York, un miembro de la audiencia me preguntó cómo coexistían en mí el escritor con la persona que se dedicaba a apoyar sentencias de muerte dictadas por el ‘régimen cubano’. El susodicho se refería al ‘Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos’, aquella carta que Amaury Pérez Vidal, yo y un grupo de intelectuales cubanos firmamos con gran entusiasmo en 2003, a raíz del arresto y fusilamiento de aquellos muchachos que quisieron llevarse una lancha para venir a este país. Le aclaré que mi apoyo era a la revolución, no a las penas de muerte. Y dije que mi conciencia estaba muy tranquila, que no tenía necesidad de tomar meprobamato. Al que preguntó no le hizo gracia, pero los que estaban en primera fila se rieron (también soltó una sonora carcajada un señor al fondo, de traje y con bigote). La verdad es que me gustó tanto mi respuesta —tan histriónica, toda una boutade—, que se me metió entre pecho y espalda que en alguna ocasión tendría que retomarla para hablar de mi apoyo incondicional a los líderes de la revolución cubana. Porque lo cierto es que mi respuesta va más allá de aquel incidente. Por ejemplo, si mañana me preguntan por la llamada ‘sistemática represión’ contra las Damas de Blanco: lo mismo. Si me preguntan por esos cubanos que andan dando tumbos por Centroamérica: lo mismo. Esos señores no son representativos de la cultura de la cual yo estoy hablando. Para citar una expresión muy de moda entre la juventud (que todo lo sabe): ese no es mi maletín. Entonces, mi libro (y de ahí su título) es una manera de invitar a los amigos de Cuba a mantener la calma, que, como dijera Julio Iglesias, la vida sigue igual”.

Yo no tomo meprobamato ya ha sido incluido en el programa de estudios de varias universidades estadounidenses. El libro será presentado por el autor, el próximo 28 de enero, en la Casa Natal de José Martí, con motivo del aniversario del natalicio del apóstol....¡ No! ¡esto es lo último...de apaga y vámonos...!
 
 
Pedro    Blas

domingo, 27 de diciembre de 2015

Las cosas que sabemos y no decimos

 
 
Comparto con ustedes un emotivo poema de amor del poeta colombiano José Vicente Guzmán. La nostalgia y  el  presente se funden en estos versos. 
 
 

 
 
 
Las cosas que sabemos y no decimos
 
 
Sé que a veces sientes
en tus venas
el latir de mi corazón lejano;...

y que corres a esconderte
para dejar cantar
y bailar a tus emociones.
Sé que, si deletreo tu nombre,
se eriza tu piel
y sonríes.
Pero sobre todo sé que
no te atreves a olvidarme,
que me imaginas en silencio
para que el amor no se despierte,
para que yo
-que sigo soñando contigo-,
no deje la vida
para irme a buscar la tuya.
Sé que a veces imagino
que me piensas....
y tú suspiras mientras te preguntas
si yo te recuerdo.

Senderos Inciertos - Las respuestas de la vida no existen


 
 
Senderos   Inciertos


Las respuestas de la vida no existen,

las inventamos para alcanzar los sueños.

 
Las horas se hacen días

y visten con sus dudas de un  futuro etéreo .

 
Poco a poco  podemos  cuestionarnos,

podemos  intentar respuestas:

¿Seremos felices en los sueños?,

¿Seremos felices en  el aire cálido

 que es refugio de aves huyendo del invierno?

 
El camino se pierde entre malezas,

entre rosas espinadas, entre huellas

ya húmedas, entre afilados dientes,

entre guijarros dispersos por el suelo .

 
Saltan las liebres, confunden  los abrazos,

mienten en nuestra cara, usurpadoras descaradas

de las ilusiones inocentes.

 
Perdidas rutas, encontradas mañanas,

encogidas soledades, ruidos de rabia,

largas escondidas  verdades

que se hacen caminos de misterios.

 
Palabras agridulces invadiéndonos el pecho…

 
Sentados en  el parque,

vemos pasar los niños  

llevando de la mano sus deseos:

viajes ignotos, oficios pintorescos,

hacerse adultos de repente,

jugar todos los deportes,

y competir en todos los eventos.

 
De otro lado el silencio…

la lluvia cayendo desolada,

la ventana mojada por sus lágrimas

y el lejano hogar haciéndonos temblar el cuerpo.

 
La tarde tornasolada se aproxima,

con las dudas de siempre,

inciertos los finales, inciertos los comienzos,

inciertas  las figuras anheladas,

inciertas las imágenes

delineadas en el cielo.
 
Como pequeños duendes

las flores nos resguardan,

pétalo a pétalo y cubren

las heridas  producto de la espera.

 
Barcos desconocidos llegan a puerto,

trayendo entre sus arcas bálsamos infinitos

para sanar las heridas aún abiertas.

 
Los cantos de los zíngaros

son enigmas no resueltos:

caen las hojas, el firmamento se adormece,

el silbar de los trenes se detiene…

 
La desesperanza surge entre las piedras,

caminos sin retorno, rutas perdidas,

fugaces estrellas, noches sin luna,

preguntas sin respuesta, luchas sin rumbo,

puertas que se abren y…se cierran de repente…

La vida nos tropieza paso a paso

y casi nunca tenemos la respuesta…

 

Promesa de Año Nuevo - Cuento - Claudia de la Espriella

 
 
A propósito de esta época cuando se  espera la llegada de un Año Nuevo, les comparto este cuento que refleja que no siempre lo que esperamos del nuevo año es bueno... Espero que lo disfruten.
                                                                                                                               Claudia
 
 
 
 
 
PROMESA DE AÑO NUEVO   
 
Eliana había vivido siempre al cuidado de su madrina Sara. Cuando ella nació, Sara debía estar como en  los veintitrés. Hacia cuatro años se había casado con su primo Cayetano María y no tenía sino una hija, la niña Merce. La  madre de Eliana, Ana Matilde, murió pocos días después del parto, haciéndole  prometer a su joven  patrona, que se haría cargo de su ahijada,  su pequeña Ely. Mati había trabajado en la casa-finca llamada “ La Serena” que quedaba en Turbaco. No era para negocio esa casa, era un sitio de descanso, algunos palos de mango, corozo, nísperos, guayaba y unos cerdos y, lo principal, unos gallos de pelea de Don Cayetano. Esos sí muy finos, traídos de Cuba, y que Don Tano, como todo el mundo lo llamaba, peleaba en Lorica, Sincelejo, San Juan Nepo, Arjona y, por supuesto, en las principales fiestas de Cartagena y Barranquilla. Eran sus niños consentidos, los cuidaba como un tesoro, tanto que los más viejos decían que la fortuna de Don Tano, se había incrementado notoriamente en las galleras, lo que le hizo posible que vendiera la casa de Manga, en Cartagena, pudiendo construir una muy bella, frente a la bahía en Castillo.  Claro que no faltaban quienes supusieran que los gallos no daban para tanto, debió ser algún lavadito, o un encarguito que llevó a Panamá, en una de esas competencias internacionales que se hacen en el Canal. Pero no, Don Tano, era un hombre de suerte. Nada más que eso. Sus padrinos, don Tano y la niña Sarita eran gente muy, muy buena. 
 
En diciembre ella cumpliría dieciséis años, y aunque Gladys y Noelia, sus mejores amigas, ya habían parido un par de pelaitos, cada una, ella soñaba con casarse de velo y corona, como lo había hecho la niña Berta Mercedes tan pronto cumplió los veinte.  Y ahora vivía en Santa Marta, a donde el marido, un cachaco de muy buena familia, había construido un hotel, solo para gente caché.
 
Ella sabía que al año siguiente iría a servir a la casa de Castillo.  Su madrina le había dicho que entraría a aprender modistería en una escuela en Manga, donde además podría terminar la primaria, para que así fuera a estudiar al Colegio Mayor de Bolívar, después de presentar unos exámenes, y que  poco a poco  podría, trabajar en la casa, y estudiar por las tardes, para con unos añitos más poder irse a trabajar de camarera o ayudante de cocina en el hotel de la niña Merce.  Era su sueño. Pero ahora debía darse prisa, comenzaban las fiestas patronales y tenía permiso de su madrina para ir un rato con las peladas hasta la plaza a ver el primer desfile de carrozas.  Este año pintaba de lo mejor. Habían contratado un conjunto vallenato,  en el que el cantante principal era Pedro Alcántara Martínez, como era delgadito, moreno y de poca estatura lo llamaban “ el mochuelo de Turbaco”.  El pueblo lo veía con muy buenos ojos, pues era el nieto de la niña Damiana, una bailaora de fandango  muy popular, que hasta había estado en Puerto Rico en una muestra de folclor caribe.  Desde pelaitos ella había sido novia ( a escondidas) de Pedrín. Pero, desde que lo reclutó la infantería de Marina, no lo había vuelto a ver.  Lo mandaron por los lados de Coveñas, allí le dieron una condecoración y una platica, pues había salido herido en un combate por los lados de Sincelejo.  Luego, se fue en busca de trabajo para la Jagua de Ibirico.  Y ahora, era músico, viajaba contratado por toda la Costa.
 
Esos tres últimos días habían sido el despiporre para  Eliana; su madrina, siempre tan condescendiente le había llamado la atención por su descuidos constantes en sus labores. Le dijo: “ Mira, Ely, sigue así, y no llegarás ni a fritanguera de empanadas de huevo aquí en Turbaco, enesto quedas pipona, y ahí verás tú, ejemplos son los que te sobran.” No. Ella tenía ambiciones. Sus amigas siempre le decían que se creía muchacha de mejor familia, y era cierto, ella era de las pocas que tenía una madrina tan fina y que en verdad le había enseñado a exigirle a la vida.  Pobre no se iba a quedar, no señor. Dejó esos pensamientos.
 
Había viajado a Cartagena el sábado anterior y había comprado una tela para hacerse un vestido igualito al de su amiga Tere Pájaro, que el año pasado había sido candidata a reina popular. Quedó de segunda y ahora estudiaba para modelo.  Un tipo de la licorera le pagaba el estudio y todo parecía muy bien, estaba muy bonita y le llovían enamorados.  Tere la asesoró en maquillaje y cuando volvió a Turbaco, estaba segura que  su muy recordado Pedrín, le iba a cantar  una canción en frente de todo el mundo. –“Para mi querida Eliana, su madrina la niña Sara y el mejor gallero de esta región, Don Tano Carmona, con sentimiento- Soñaba, ella, mientras en voz baja cantaba: “Oye bonita...”-
 
El sábado llegó con el bullicio acostumbrado  de los días de fiesta y también  el olor de tormenta tropical.  Pero la caseta estaba muy bien y con seguridad, que con o sin agua, iría todo el personal.  “ La cita es esta noche a las 9 en el sitio acostumbrado. Mujeres no  pagan.” Así gritaba Pello Villa desde lo alto de su camión, donde ya llevaba ron para ir entusiasmando a algunos de sus amigos.
 
Todo en orden. El desorden estaba a punto de comenzar y el corazón se le salía del pecho.  Caminó muy despacio, ( que nadie dijera que tenía afán de encontrarse con Pedrín.) Él le había mandado decir con Blanchi Baena, que si ella no iba esa noche, él cancelaba el contrato y se iba a cantar a Arjona y luego a Barranquilla, y si acaso, si acaso, volvería por allá en febrero; si no era que se quedaba en Cartagena para las fiestas de la Candelaria. Y además, que fuera pensando que iba a responder, porque con tantas giras programadas el solo podría venir a descansar unos tres días antes de Año Nuevo.”
Ella no había querido contarle nada a su madrina.  Todo dependía de esa noche.   Lo iba a poner en su lugar y a decirle, que  no tenía afán, que ella solo se iba con él si el padre Miguel Mejía los casaba.  La niña Sara ya le había prometido un sancocho en la finca, y ajá, se hacían así las cosas o mejor que se olvidara. Las mujeres de los músicos sufrían mucho, ellos trasnochaban mucho, mucho ron, mucha parranda, mucha mujer, y ella sería la esposa o mejor que todo quedara como estaba.
 
A propósito llegó acompañada de Marsella, Ladys Aurora y su primo Lucho, a quien todos llamaban Kidsito Valdez. La cosa no era como para matar de risa al futuro rey del vallenato.  Pero se aguantó.  Con las mujeres se ganaba cuando se tenía paciencia. No se resistían, se hacían las importantes, pero luego, mansitas, mansitas, todas por igual.
 
Cuando ella llegó, siguió cantando como si nada, le dedicó una canción a su vecina Lidia Lorena, y luego, al terminar la tanda bajó a la pista. “ Mira Eliana, solo dos palabras y después tengo que volver a  cantar”.  Ella lo miró con cierta sonrisa, como de no muy buenos amigos, tratando darle a su actitud un aire cercano a la indiferencia. Notó que no había bebido mucho, le hizo una seña a Marsella para que observara de cerca, y salieron a hablar muy a la vista de todos. “ El Cachi Martínez, me dice que te vas para Cartagena” “ajá, allá voy a estudiar  ya verás como voy a llegar muy lejos”- “ pero tú me has prometido ser mi mujer”, “ Si Pedrín, pero nada ha cambiado, tú sabes bien como pienso yo”. “ Está bien, eso quería decirte, nos casamos el 31 de diciembre por al anochecer, para ser marido y mujé en el año que comienza.  Ya verás cómo para Año Nuevo no vas a poder creer que todo haya sido tan fuera de lo común. Te lo prometo. La sorpresa va a ser grande.  Nadie aquí, ni en Arjona, ni en Santa Rosa, ni en ninguno de estos pueblos ha visto cosa igual”.  La besó, le tocó golosamente las caderas y los senos, y le prometió ir mañana a su casa para hablar seriamente con la niña Sara y don Tano.  De pronto ella lo miró detenidamente. Fue cuando descubrió que en la mano izquierda había perdido dos dedos. Lloró, pero estuvo más tranquila cuando él le contó que gracias a eso había salido de la Marina y ahora, vivía tranquilo, trabajando con su música y ganando billete como loco, con ese grupo vallenato que cada día tenía más fama.  Volvió al canto.  Y Eliana como si nada hubiera pasado esperó un poco y se regreso a la finca. Por supuesto que no durmió. Se levanto tempranito bailando y cantando al mismo tiempo. Preparó el desayuno llena de entusiasmo y espero a que después de la fiesta llegara Pedrín  con su proposición matrimonial.  Le imploró a la Virgen del Carmen que todo saliera bien.  El olor de la tormenta se sentía llegar, pero no llovería sino después de que su vida matrimonial estuviera definida.
 
Y así fue. La suerte siempre la había acompañado. Sus patrones recibieron muy bien a Pedrín, ofrecieron lo habitual en estos casos y la ceremonia comenzó a planearse para el 31 a las seis de la tarde. De cosa que no mareara el calor y tampoco la gente estuviera distraída con las tradiciones de Fin de Año.  Lo que Pedrín se iba a reservar era lo de la sorpresa de Año Nuevo. Ese era su regalo de bodas, y el pueblo entero se iba a enterar.
 
Eliana pensaba que los días pasaban muy lentamente. Pero no era así.  Su madrina y hasta la niña Merce, había viajado un par de veces de Santa Marta, para ver como todo salía.  Nunca se imaginó que su matrimonio causara tanto revuelo. Pero eso era la felicidad.
 
Pedrín encargó a sus amigos de algunas cosas para el matrimonio. Habían decidido vivir en Turbaco.  Compró una casa muy buena, mandaron a buscar los muebles a Cartagena y periódicamente llegaban camiones con encomiendas de Valledupar, Magangué, Sincelejo, Barranquilla que traían diferentes electrodomésticos: nevera, abanicos de pie y de techo, licuadora, el televisor del cuarto y el de sala. Y unas cajas muy bonitas, que decían sorpresa y que se guardaban en la casa del Turco Farid.  Hizo un par de visitas relámpago, acompañado del Chino Celedón y el Paisa Gómez, el uno acordionero y el otro el de la caja, para que su novia supiera que no la olvidaba.  Cindirela, su amiga que trabajaba en Barranquilla le contaba que con frecuencia le dedicaba canciones en los programas de la “ Tarde Vallenata” –“ A mi querida Eliana en Turbaco, que será mi mujer el último día de este año. Nunca te olvido Eliana, mi primera novia y mi único amor”.  Era muy sentimental Pedrin.
 
Al fin llegaron las brisas.  Él tenía un contrato grande en Baranoa para el 24 y de allí se iría para Turbaco. Había cancelado todo compromiso hasta el 6 de enero. Perdería dinero, le decía el Paisa, pero no importaba, tenía sus ahorros, y todo saldría bien.  El Año Nuevo prometía arrancar muy bien.  El Paisa le había conseguido un contrato en Medellín para el 10 de enero y luego Bucaramanga. 
 
El 7 de diciembre, la noche de las velitas, llegó un sobre de mensajería para ella. Lo tuvo que abrir  Ladys, pues de nervios, casi lo destruyen.  Eran un par de pasajes para San Andrés, con hotel y todo. Este regalo ni siquiera estaba en sus sueños.  Muy serena su madrina le dijo: “ Bueno, te regalo un par de bikinis sexys pero discretos para que lo acabes de enloquecer, niña.”  Lo grave no eran los bikinis, lo grave era el avión. 
 
Unos tres días antes del matrimonio Pedrín llegó al pueblo con sus amigos, quince en total, más Miriam  y Yulietha, las mujeres de Celedón y El Paisa. Varias de las familias más conocidas recibieron a los huéspedes, felices de tener a tantas glorias futuras del vallenato, en sus casas, y ahora poder llamarse amigos.  Por las tardes las mujeres se reunían con Ely para hablar de amores, ellas siempre le decían que la cosa no era fácil, tantas malas compañías, con los parranderos, tantas bandidas sueltas.  Pero, ella tenía las de ganar. Iba a estar casada por la Iglesia. Eso era una gran ventaja.  Seguro que serían felices.
 
El día  anterior al matrimonio el pueblo parecía que fuera a coronar a una reina, bulla en todas las esquinas. Las tiendas llenas de borrachos, que desde temprano estaban celebrando el Año Nuevo. Las mujeres arreglaban la Iglesia y algunos amigos y familiares de don Tano habían viajado para acompañar la boda del cantante con la ahijada de Sarita. 
 
El turco Farid le entregó a Pedrín las cajas que guardaban la gran sorpresa. La expectativa crecía y la novia era un mar de lágrimas de los nervios.  La ceremonia estaba prevista para las cinco de la tarde, de manera que la fiesta de Año Nuevo  se pudiera gozar como Dios manda. Se había contratado una banda papayera del Carmen de Bolívar, pues los vallenatos no cantarían porque eran los anfitriones e invitados especiales.
 
La novia llegó del brazo de don Tano, como si en verdad fuera su hija. Todo lucía espectacular.  Mucho vestido brillante, lino bordado, guayabera y vestidos de lino claros.  Terminada la ceremonia, se dirigieron a “ la Serena”de Don Tano y comenzó la mezcla indiscriminada  de whisky, ron y aguardiente. A las doce de la noche el brindis con champaña nacional.  Los hígados de hierro ya empezaban a desfallecer.  Pero el baile seguía.  Puro porro y fandango. Y nada de la anhelada sorpresa.
 
Pedrín, extrañamente sobrio, se levantó y dirigiéndose a sus compadres vallenatos dijo”: “ Amigos del alma, ahora como lo prometido es deuda, vamos a que esta gente disfrute de una promesa que nunca olvidará.” Los aludidos abandonaron el lugar. Todos cuchicheaban. Se miraban, movían impacientes las manos. Luego un ruido estremecedor. Nadie vio a Pedrín por parte alguna. Las mujeres comenzaron a correr, había fuego, ruido de metrallas, la iglesia ardía, estaban todos muertos, varios incendios se habían desatado en diferentes casas, en la alcaldía, los soldados del cuartel de policía estaban todos muertos. La perplejidad era absoluta. Merceditas, que trabajaba en el puesto de salud, lloraba desconsolada mientras recogía, herido al niño agonizante de Chachita, la de los bollos limpios, que pensando en la emoción de la sorpresa, se había atrevido a llevar al niño a ver los colores argenta y verde de los cohetes, que habían sonado, tan pronto los novios salieron de la iglesia.  Los escombros incontables. Algunos que atinaban a hablar decían: Son  “ los paras”, otros “ los elenos”, “ No, la FARC” repetían sin cesar tratando de contener sus nervios.  Nadie sabía nada. Sólo rumores, llanto y un bololó loco que crecía a medida que iban apareciendo los heridos y muertos. El pequeño hospital no daba abasto, empezaron a llegar ambulancias de Arjona y de Cartagena.  Buscaban a Don Tano afanosamente.  A las cinco de la mañana encontraron su cadáver colgando de un árbol a la salida del pueblo. Detrás estaba  Pedrín con sus cómplices y un cartelón que decía: “ Don Tano, para que no se les olvide en este pueblo, que usted le robó a mi padre, Don Sebas, el gallo fino con el que comenzó su fortuna en Panamá. Ahora, usted sabe que yo sí cumplo mis promesas.” 
 
Y sin apuro alguno, cabalgó por la sabana, cantando vallenatos como si se tratara de un día de fiesta. Eliana, lloraba desconsolada al pie de la carretera.
 
 

 
 


sábado, 26 de diciembre de 2015

Epifanías de ayer... Gustavo Ibarra - Ensayo de Argemiro Menco Mendoza

 
Hoy comparto con ustedes este texto del poeta y docente universitario Argemiro Menco Mendoza, alrededor de uno de los más grandes poetas del siglo XX en el Caribe colombiano- El
cartagenero  Gustavo  Ibarra   Merlano, hombre  culto y erudito que guío el inicio literario de García Márquez.
 
 
 
 
 
 
TEXTO DE MI ENSAYO PUBLICADO EN LA REVISTA DE LA CÁMARA DE COMERCIO DE CARTAGENA DE INDIAS.
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EPIFANÍAS DE AYER Y EL INFINITO EN LA POESÍA DE GUSTAVO IBARRA MERLANO
___________________________________________________________
Por Argemiro Menco Mendoza
 
 
Tras el gozo que producen los versos de este poeta cartagenero, nos invade otra exquisita emoción, la de expresar por escrito, entre sus amigos y familiares, una amistosa reflexión, que recoja los estremecimientos y las visiones de lector, que nos han despertado la lectura de dos poemarios "Hojas de Tarja" (1979) y "Ordalías" (1995) de Gustavo Ibarra Merlano. Debido al propósito exclusivo de este texto, no se tocarán, por lo pronto, otras producciones poéticas del autor, tales como "Los Días Navegados" (1983), ni la valoración de sus trabajos literarios y jurídicos, como traductor, crítico de cine y jurista litigante. Tampoco incluimos aquí las valoraciones poéticas que de su vida y de su obra hicieron Gabriel García Márquez, Hétor Rojas Herazo, Jorge García Usta, Rogelio Echeverría, Rómulo Bustos Aguirre, Gustavo Tatis Guerra, Gustavo Cobo Borda y Gustavo Arango. En tal sentido, de su biografía sólo nos basta resaltar ahora que el poeta nació en Cartagena en 1919 y murió a los 82 años en la ciudad de Bogotá, en el año 2014. Que se inició en la literatura a través de sus escritos en los periódicos cartageneros, El Universal y el Fígaro. Que era un enamorado del cine, y de la cultura griega. Muy amigo de Jorge Artel y Clemente Manuel Zabala.
 
Aquí nos interesa el poeta, el ser de un hombre vertido en la tierra, en el agua, en el fuego, y en el cielo del poema. La obra poética de Gustavo Ibarra Merlano se nutre de epifanías de ayer, y el infinito ultrasensible, de recuerdos, y vivencias cotidianas, de todo lo que se le parezca a su ciudad de origen, Cartagena de Indias. Se trata de una construcción poética que alcanza momentos de altísimo lirismo, cuando aflora lo intimista, o se acerca a la vida teorética (contemplativa), persiguiendo depurarse en la trascendencia espiritual.
 
En su poemario, "Hojas de tarja", el poeta asume la palabra para dejarnos uno de los más significativos testimonios poéticos. Una palabra que oficia como el mito, que gesta el poder mágico de la creación y recrea el mundo del Caribe, vinculando sus espíritus a otras tierras hermanas y a las ondas sublimes del universo. Es decir, que a partir de su verbo que late, nos comunica lucencias y misterios. En este libro el poeta se plantea bifurcado entre experiencias de tierra firme y la transmigración por las atmósferas del mar.
 
El libro puede ser un escudo, un conjuro antiguo para defenderse del olvido que atenta disolver los recuerdos. Lo memorioso en este canto funciona como materia prima del orfebre y de la idea. Es un libro de recuentos en donde la memoria se asila, buscando vestigios y las imágenes que pueblan toda entraña. En ese intercambio, en este comercio noble del alma, el poeta consigna sus renuncias; lo que vende fiado y lo que compra fiado. Porque confía en la honradez y en los deberes incumplidos del hombre, en ese destinatario de un canto, que tal vez como él sea idéntico y diverso a sus propias agonías. Como él, a los hombres y mujeres les será difícil, o jamás podrán cumplir los compromisos con la vida, en la crisis espiritual de un tiempo mezquino, lleno úlceras y plegado deslealtades. Dice el poeta:
 
"Mis amigos saben que pueden
esperar de mi lo peor
pero un sistema de complicidades
perdona en mí las faltas que son suyas
y el abismo permanece".
 
Es en el fondo, una declaración suscrita con profunda sinceridad. Es la auténtica regla para sobrevivir en este carnaval de máscaras y en la orgía del sálvese quien pueda. Es como si nos expresara en los lenguajes filosóficos y sociopolíticos de hoy, que en algo comparte la idea del perdón sin olvido y sin rencores, para que ese “abismo” nos recuerde que, si queremos que las relaciones interhumanas sean más limpias, hay que evitar que se repitan los círculos viciosos que nos derruyen y eliminan.
 
El poeta nos revela sus orígenes y la formación originante de la ciudad. La ciudad, cuna de su nacimiento y de su crecimiento, emerge untada de soplos y lágrimas del viento; cruzada por la soberbia del mar, la brasa inclemente del sol y los glaciales del invierno. Poesía que vivifica el canto de los gallos, las presencias de cinematógrafos, gaviotas y reses descuartizadas; supermercados, hojas de plátano, ríos pestilentes, estatuas, salas de interrogatorios y ventanas que dejan salir el grito de los aposentos, gritos que vuelan como ángeles que ventilan las tumbas de los cementerios. El atrio de la iglesia es el teatro donde circulan trisagios, harapos y las condolencias sobre las “grandes muertes”. Es la ciudad evocada y caracterizada como un cuerpo vivo, que habita un espacio cultivado, escenarios de querencias, que nos habitan en su tránsito de siglos y siglos por las venas del espíritu. Es la ciudad donde cada objeto, en relación con cada expresión de vida, trasciende de manera semiológica en la palabra del poeta, en un diálogo de esencias y excrecencias, palabra que comunica la condición perpetua del desamparo en su lucha por la vida. En ese contexto el poeta exhala ruegos y esperanzas que mitigan su agonía:
 
"Levantémonos
que el día
está amarrado
entre las rosas".
A ritmo seguido, aparece la palabra de relatos y retratos que surten la vida porque, en efecto, así es la vida: abandonos, fugas y crímenes que culminan en alabanzas al pie de la cruz, o ameritando la furia del cadalso. En el segundo leño de la tarja, “mar cavada”, el poeta se hunde en la pureza de una poesía vestida con los colores, las modas, los olores, el carácter y el temperamento del mar. El mar es el campo de agua fulminado por el sol, refrescado por el viento y consolado, en su amargura de sal, por la miel fertilizante de la lluvia. El poeta frente al mar y la playa alarga su mirada hasta los abismos del cielo, se hunde en las profundidades de su agua de sus acantilados, y actuando como mutante de un prodigio, se embriaga de lo eternamente primitivo; se embarca en el flujo cósmico y navega cantidades, orillas, y riberas, intuidas. Navíos ilusionados con el paraíso primordial del agua, del aire y del fuego que dinamiza el carruaje del tiempo.
 
La anterior relación íntima del poeta con el agua nos está suministrando datos riquísimos para un estudio más prolijo, que ya estamos adelantando, a la luz de la teoría, “la poética del agua”, del poeta y filósofo, Gaston Bachelard; estudio, en el que tratamos de precisar que, con Ibarra Merlano, los poetas del agua tienen un insigne representante que recrea, no sólo desde la magia que suscita la superficie de este elemento aglomerado en el mar, en los lagos y lagunas, sino desde sus profundidades, lugar donde se engendran sus auténticas dolores y tormentos.
 
El mar de Ibarra Merlano en "Hojas de Tarja" es un ente telúrico, cuadros de naturaleza que nunca terminan postalizados en el poema, caja de resonancia del sosiego y de las turbulencias humanas. Se trata de un mar puro en su mineral existencia y en su animal condición de dios que nos inspira, que nos suministra fósforos y fosforescencias para copular con ninfas, ondinas, suripantas, odaliscas y mulatas en las camas y camastros de Cartagena. Cuando alguien quiera ingresar a un tiempo y a una naturaleza de sensibles marmoraciones que lea los poemas marinos del poeta tarjador, Don Gustavo Ibarra Merlano.

 En torno al poemario "Ordalías", Ibarra Merlano, nos presenta la simbología del juicio sagrado ante los tribunales supremos de la vida, donde purgamos, como lujosos penitentes, las culpas de la inocencia, y el pecado del dolor, (dolor que transpira escándalos y vehemencias), desafiando el orden divino y desorden humano.
 
Con cada poema el poeta consigue insinuar el proceso que nos juzga por dentro y por fuera de la conciencia. Busca probar que el dolor y la nostalgia, son puntos heraclitianos y talones de Aquiles para soportar el veredicto inapelable de Dios y las sentencias mañosas de los hombres.

 El poeta en su giro pendular por la luz y la sombra, el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, y la resurrección, penetra los laberintos de la palabra que revela gravedades históricas, la que nimbó a la antigüedad clásica grecorromana, y a todos los clásicos que se gestan en las vísceras de todas las edades. Es decir, que la poética de Ibarra Merlano se sostiene en los estremecimientos de los gustos estéticos renacentistas, en las formas más audaces e imperecederas del barroco, en los dechados de la revolución poética de la modernidad, y en los alares de las vanguardias posmodernas.
 
El poeta se plantea receptáculo bivocal del mito, la fe, la incertidumbre, la revelación. Un diálogo sincero y frontal con lo que muere y agoniza, con las semillas que germinan y anuncian la buena nueva. Noticias de un devenir inmanente que, a la vez, presencializa el fulgor de la divinidad. No obstante, la vivencia de la fe en la redención del hombre por vía cristiana y cristológica, el poeta se sabe, humilde, efímero, huérfano, lacerado por la indigencia y la inexorable mortalidad. En este libro el poeta alcanza alturas metafísicas, estados de terrible conciencia ontológica, padecimientos y desnudeces existenciales que prueban, a manera de ordalías poéticas, la indefensión del hombre, la capacidad de amar y de adorar, todo en procura del gesto piadoso y de la conmiseración del “ser ahí”, aquí, ahora, predestinado a sucumbir ante la aplanadora de muerte, pero con la esperanza de que se abran unos brazos como los que sostienen a Abraham en el cielo.
 
La idea del tiempo es la acción del devenir que gesta, que carcome y que destruye. La fuga del tiempo con las secuelas de la ruina. La ruina como condena de que se padece para renacer evangélicamente. En "Ordalías" está el hombre alerta a las teofanías y a los avatares de la cotidianidad. De todos modos, se trata de un tránsito in curso donde de nuevo el mar se toma la escena para acuñar la simbología de los naufragios, de las aventuras humanas en aguas procelosas, surtidas de riesgos y penurias. El símbolo del agua es la armadura sígnica, la prueba ordálica que nos permite vernos en la vida, enfrentando atentados, y las cargas de imponderables. Es como si se tratara de medios de abolengo mágico para probar ante Dios nuestra inocencia, o recibir de Él la decisión de que somos los únicos culpables. En fin, desde su poética Ibarra Merlano nos propone que salvados por la fe en la gracia de Dios veremos mañana la tierra prometida. En el cuerpo de esa onda espiritual cerramos el círculo y abrimos la conciencia a luz de este bello fragmento de su poema "Kenosis":
 
Declaro solemnemente
Que estoy de acuerdo
Con todos los que me maldicen
Quiero amarlos y despojarme
Hasta el fondo de la humildad
Y dar gracias por haber contribuido a mi conocimiento
Y mi ausencia promovida por los tácitos
plebiscitos de la anulación
Por mi aceptado ostracismo
Subsanará el fraude de mi presencia
Y la masticación elaborada de mi sonrisa
No hay sino una tristeza
No ser santo
Doy gracias a Dios por conocer
La intimidad de mi sustancia vulnerada
La negra luz de mi cuerpo
Proyectando la sombra
Como el estilo de un reloj de sol
Y el alma dispuesta
Para entregarle su tiempo a la muerte.