domingo, 27 de diciembre de 2015

Promesa de Año Nuevo - Cuento - Claudia de la Espriella

 
 
A propósito de esta época cuando se  espera la llegada de un Año Nuevo, les comparto este cuento que refleja que no siempre lo que esperamos del nuevo año es bueno... Espero que lo disfruten.
                                                                                                                               Claudia
 
 
 
 
 
PROMESA DE AÑO NUEVO   
 
Eliana había vivido siempre al cuidado de su madrina Sara. Cuando ella nació, Sara debía estar como en  los veintitrés. Hacia cuatro años se había casado con su primo Cayetano María y no tenía sino una hija, la niña Merce. La  madre de Eliana, Ana Matilde, murió pocos días después del parto, haciéndole  prometer a su joven  patrona, que se haría cargo de su ahijada,  su pequeña Ely. Mati había trabajado en la casa-finca llamada “ La Serena” que quedaba en Turbaco. No era para negocio esa casa, era un sitio de descanso, algunos palos de mango, corozo, nísperos, guayaba y unos cerdos y, lo principal, unos gallos de pelea de Don Cayetano. Esos sí muy finos, traídos de Cuba, y que Don Tano, como todo el mundo lo llamaba, peleaba en Lorica, Sincelejo, San Juan Nepo, Arjona y, por supuesto, en las principales fiestas de Cartagena y Barranquilla. Eran sus niños consentidos, los cuidaba como un tesoro, tanto que los más viejos decían que la fortuna de Don Tano, se había incrementado notoriamente en las galleras, lo que le hizo posible que vendiera la casa de Manga, en Cartagena, pudiendo construir una muy bella, frente a la bahía en Castillo.  Claro que no faltaban quienes supusieran que los gallos no daban para tanto, debió ser algún lavadito, o un encarguito que llevó a Panamá, en una de esas competencias internacionales que se hacen en el Canal. Pero no, Don Tano, era un hombre de suerte. Nada más que eso. Sus padrinos, don Tano y la niña Sarita eran gente muy, muy buena. 
 
En diciembre ella cumpliría dieciséis años, y aunque Gladys y Noelia, sus mejores amigas, ya habían parido un par de pelaitos, cada una, ella soñaba con casarse de velo y corona, como lo había hecho la niña Berta Mercedes tan pronto cumplió los veinte.  Y ahora vivía en Santa Marta, a donde el marido, un cachaco de muy buena familia, había construido un hotel, solo para gente caché.
 
Ella sabía que al año siguiente iría a servir a la casa de Castillo.  Su madrina le había dicho que entraría a aprender modistería en una escuela en Manga, donde además podría terminar la primaria, para que así fuera a estudiar al Colegio Mayor de Bolívar, después de presentar unos exámenes, y que  poco a poco  podría, trabajar en la casa, y estudiar por las tardes, para con unos añitos más poder irse a trabajar de camarera o ayudante de cocina en el hotel de la niña Merce.  Era su sueño. Pero ahora debía darse prisa, comenzaban las fiestas patronales y tenía permiso de su madrina para ir un rato con las peladas hasta la plaza a ver el primer desfile de carrozas.  Este año pintaba de lo mejor. Habían contratado un conjunto vallenato,  en el que el cantante principal era Pedro Alcántara Martínez, como era delgadito, moreno y de poca estatura lo llamaban “ el mochuelo de Turbaco”.  El pueblo lo veía con muy buenos ojos, pues era el nieto de la niña Damiana, una bailaora de fandango  muy popular, que hasta había estado en Puerto Rico en una muestra de folclor caribe.  Desde pelaitos ella había sido novia ( a escondidas) de Pedrín. Pero, desde que lo reclutó la infantería de Marina, no lo había vuelto a ver.  Lo mandaron por los lados de Coveñas, allí le dieron una condecoración y una platica, pues había salido herido en un combate por los lados de Sincelejo.  Luego, se fue en busca de trabajo para la Jagua de Ibirico.  Y ahora, era músico, viajaba contratado por toda la Costa.
 
Esos tres últimos días habían sido el despiporre para  Eliana; su madrina, siempre tan condescendiente le había llamado la atención por su descuidos constantes en sus labores. Le dijo: “ Mira, Ely, sigue así, y no llegarás ni a fritanguera de empanadas de huevo aquí en Turbaco, enesto quedas pipona, y ahí verás tú, ejemplos son los que te sobran.” No. Ella tenía ambiciones. Sus amigas siempre le decían que se creía muchacha de mejor familia, y era cierto, ella era de las pocas que tenía una madrina tan fina y que en verdad le había enseñado a exigirle a la vida.  Pobre no se iba a quedar, no señor. Dejó esos pensamientos.
 
Había viajado a Cartagena el sábado anterior y había comprado una tela para hacerse un vestido igualito al de su amiga Tere Pájaro, que el año pasado había sido candidata a reina popular. Quedó de segunda y ahora estudiaba para modelo.  Un tipo de la licorera le pagaba el estudio y todo parecía muy bien, estaba muy bonita y le llovían enamorados.  Tere la asesoró en maquillaje y cuando volvió a Turbaco, estaba segura que  su muy recordado Pedrín, le iba a cantar  una canción en frente de todo el mundo. –“Para mi querida Eliana, su madrina la niña Sara y el mejor gallero de esta región, Don Tano Carmona, con sentimiento- Soñaba, ella, mientras en voz baja cantaba: “Oye bonita...”-
 
El sábado llegó con el bullicio acostumbrado  de los días de fiesta y también  el olor de tormenta tropical.  Pero la caseta estaba muy bien y con seguridad, que con o sin agua, iría todo el personal.  “ La cita es esta noche a las 9 en el sitio acostumbrado. Mujeres no  pagan.” Así gritaba Pello Villa desde lo alto de su camión, donde ya llevaba ron para ir entusiasmando a algunos de sus amigos.
 
Todo en orden. El desorden estaba a punto de comenzar y el corazón se le salía del pecho.  Caminó muy despacio, ( que nadie dijera que tenía afán de encontrarse con Pedrín.) Él le había mandado decir con Blanchi Baena, que si ella no iba esa noche, él cancelaba el contrato y se iba a cantar a Arjona y luego a Barranquilla, y si acaso, si acaso, volvería por allá en febrero; si no era que se quedaba en Cartagena para las fiestas de la Candelaria. Y además, que fuera pensando que iba a responder, porque con tantas giras programadas el solo podría venir a descansar unos tres días antes de Año Nuevo.”
Ella no había querido contarle nada a su madrina.  Todo dependía de esa noche.   Lo iba a poner en su lugar y a decirle, que  no tenía afán, que ella solo se iba con él si el padre Miguel Mejía los casaba.  La niña Sara ya le había prometido un sancocho en la finca, y ajá, se hacían así las cosas o mejor que se olvidara. Las mujeres de los músicos sufrían mucho, ellos trasnochaban mucho, mucho ron, mucha parranda, mucha mujer, y ella sería la esposa o mejor que todo quedara como estaba.
 
A propósito llegó acompañada de Marsella, Ladys Aurora y su primo Lucho, a quien todos llamaban Kidsito Valdez. La cosa no era como para matar de risa al futuro rey del vallenato.  Pero se aguantó.  Con las mujeres se ganaba cuando se tenía paciencia. No se resistían, se hacían las importantes, pero luego, mansitas, mansitas, todas por igual.
 
Cuando ella llegó, siguió cantando como si nada, le dedicó una canción a su vecina Lidia Lorena, y luego, al terminar la tanda bajó a la pista. “ Mira Eliana, solo dos palabras y después tengo que volver a  cantar”.  Ella lo miró con cierta sonrisa, como de no muy buenos amigos, tratando darle a su actitud un aire cercano a la indiferencia. Notó que no había bebido mucho, le hizo una seña a Marsella para que observara de cerca, y salieron a hablar muy a la vista de todos. “ El Cachi Martínez, me dice que te vas para Cartagena” “ajá, allá voy a estudiar  ya verás como voy a llegar muy lejos”- “ pero tú me has prometido ser mi mujer”, “ Si Pedrín, pero nada ha cambiado, tú sabes bien como pienso yo”. “ Está bien, eso quería decirte, nos casamos el 31 de diciembre por al anochecer, para ser marido y mujé en el año que comienza.  Ya verás cómo para Año Nuevo no vas a poder creer que todo haya sido tan fuera de lo común. Te lo prometo. La sorpresa va a ser grande.  Nadie aquí, ni en Arjona, ni en Santa Rosa, ni en ninguno de estos pueblos ha visto cosa igual”.  La besó, le tocó golosamente las caderas y los senos, y le prometió ir mañana a su casa para hablar seriamente con la niña Sara y don Tano.  De pronto ella lo miró detenidamente. Fue cuando descubrió que en la mano izquierda había perdido dos dedos. Lloró, pero estuvo más tranquila cuando él le contó que gracias a eso había salido de la Marina y ahora, vivía tranquilo, trabajando con su música y ganando billete como loco, con ese grupo vallenato que cada día tenía más fama.  Volvió al canto.  Y Eliana como si nada hubiera pasado esperó un poco y se regreso a la finca. Por supuesto que no durmió. Se levanto tempranito bailando y cantando al mismo tiempo. Preparó el desayuno llena de entusiasmo y espero a que después de la fiesta llegara Pedrín  con su proposición matrimonial.  Le imploró a la Virgen del Carmen que todo saliera bien.  El olor de la tormenta se sentía llegar, pero no llovería sino después de que su vida matrimonial estuviera definida.
 
Y así fue. La suerte siempre la había acompañado. Sus patrones recibieron muy bien a Pedrín, ofrecieron lo habitual en estos casos y la ceremonia comenzó a planearse para el 31 a las seis de la tarde. De cosa que no mareara el calor y tampoco la gente estuviera distraída con las tradiciones de Fin de Año.  Lo que Pedrín se iba a reservar era lo de la sorpresa de Año Nuevo. Ese era su regalo de bodas, y el pueblo entero se iba a enterar.
 
Eliana pensaba que los días pasaban muy lentamente. Pero no era así.  Su madrina y hasta la niña Merce, había viajado un par de veces de Santa Marta, para ver como todo salía.  Nunca se imaginó que su matrimonio causara tanto revuelo. Pero eso era la felicidad.
 
Pedrín encargó a sus amigos de algunas cosas para el matrimonio. Habían decidido vivir en Turbaco.  Compró una casa muy buena, mandaron a buscar los muebles a Cartagena y periódicamente llegaban camiones con encomiendas de Valledupar, Magangué, Sincelejo, Barranquilla que traían diferentes electrodomésticos: nevera, abanicos de pie y de techo, licuadora, el televisor del cuarto y el de sala. Y unas cajas muy bonitas, que decían sorpresa y que se guardaban en la casa del Turco Farid.  Hizo un par de visitas relámpago, acompañado del Chino Celedón y el Paisa Gómez, el uno acordionero y el otro el de la caja, para que su novia supiera que no la olvidaba.  Cindirela, su amiga que trabajaba en Barranquilla le contaba que con frecuencia le dedicaba canciones en los programas de la “ Tarde Vallenata” –“ A mi querida Eliana en Turbaco, que será mi mujer el último día de este año. Nunca te olvido Eliana, mi primera novia y mi único amor”.  Era muy sentimental Pedrin.
 
Al fin llegaron las brisas.  Él tenía un contrato grande en Baranoa para el 24 y de allí se iría para Turbaco. Había cancelado todo compromiso hasta el 6 de enero. Perdería dinero, le decía el Paisa, pero no importaba, tenía sus ahorros, y todo saldría bien.  El Año Nuevo prometía arrancar muy bien.  El Paisa le había conseguido un contrato en Medellín para el 10 de enero y luego Bucaramanga. 
 
El 7 de diciembre, la noche de las velitas, llegó un sobre de mensajería para ella. Lo tuvo que abrir  Ladys, pues de nervios, casi lo destruyen.  Eran un par de pasajes para San Andrés, con hotel y todo. Este regalo ni siquiera estaba en sus sueños.  Muy serena su madrina le dijo: “ Bueno, te regalo un par de bikinis sexys pero discretos para que lo acabes de enloquecer, niña.”  Lo grave no eran los bikinis, lo grave era el avión. 
 
Unos tres días antes del matrimonio Pedrín llegó al pueblo con sus amigos, quince en total, más Miriam  y Yulietha, las mujeres de Celedón y El Paisa. Varias de las familias más conocidas recibieron a los huéspedes, felices de tener a tantas glorias futuras del vallenato, en sus casas, y ahora poder llamarse amigos.  Por las tardes las mujeres se reunían con Ely para hablar de amores, ellas siempre le decían que la cosa no era fácil, tantas malas compañías, con los parranderos, tantas bandidas sueltas.  Pero, ella tenía las de ganar. Iba a estar casada por la Iglesia. Eso era una gran ventaja.  Seguro que serían felices.
 
El día  anterior al matrimonio el pueblo parecía que fuera a coronar a una reina, bulla en todas las esquinas. Las tiendas llenas de borrachos, que desde temprano estaban celebrando el Año Nuevo. Las mujeres arreglaban la Iglesia y algunos amigos y familiares de don Tano habían viajado para acompañar la boda del cantante con la ahijada de Sarita. 
 
El turco Farid le entregó a Pedrín las cajas que guardaban la gran sorpresa. La expectativa crecía y la novia era un mar de lágrimas de los nervios.  La ceremonia estaba prevista para las cinco de la tarde, de manera que la fiesta de Año Nuevo  se pudiera gozar como Dios manda. Se había contratado una banda papayera del Carmen de Bolívar, pues los vallenatos no cantarían porque eran los anfitriones e invitados especiales.
 
La novia llegó del brazo de don Tano, como si en verdad fuera su hija. Todo lucía espectacular.  Mucho vestido brillante, lino bordado, guayabera y vestidos de lino claros.  Terminada la ceremonia, se dirigieron a “ la Serena”de Don Tano y comenzó la mezcla indiscriminada  de whisky, ron y aguardiente. A las doce de la noche el brindis con champaña nacional.  Los hígados de hierro ya empezaban a desfallecer.  Pero el baile seguía.  Puro porro y fandango. Y nada de la anhelada sorpresa.
 
Pedrín, extrañamente sobrio, se levantó y dirigiéndose a sus compadres vallenatos dijo”: “ Amigos del alma, ahora como lo prometido es deuda, vamos a que esta gente disfrute de una promesa que nunca olvidará.” Los aludidos abandonaron el lugar. Todos cuchicheaban. Se miraban, movían impacientes las manos. Luego un ruido estremecedor. Nadie vio a Pedrín por parte alguna. Las mujeres comenzaron a correr, había fuego, ruido de metrallas, la iglesia ardía, estaban todos muertos, varios incendios se habían desatado en diferentes casas, en la alcaldía, los soldados del cuartel de policía estaban todos muertos. La perplejidad era absoluta. Merceditas, que trabajaba en el puesto de salud, lloraba desconsolada mientras recogía, herido al niño agonizante de Chachita, la de los bollos limpios, que pensando en la emoción de la sorpresa, se había atrevido a llevar al niño a ver los colores argenta y verde de los cohetes, que habían sonado, tan pronto los novios salieron de la iglesia.  Los escombros incontables. Algunos que atinaban a hablar decían: Son  “ los paras”, otros “ los elenos”, “ No, la FARC” repetían sin cesar tratando de contener sus nervios.  Nadie sabía nada. Sólo rumores, llanto y un bololó loco que crecía a medida que iban apareciendo los heridos y muertos. El pequeño hospital no daba abasto, empezaron a llegar ambulancias de Arjona y de Cartagena.  Buscaban a Don Tano afanosamente.  A las cinco de la mañana encontraron su cadáver colgando de un árbol a la salida del pueblo. Detrás estaba  Pedrín con sus cómplices y un cartelón que decía: “ Don Tano, para que no se les olvide en este pueblo, que usted le robó a mi padre, Don Sebas, el gallo fino con el que comenzó su fortuna en Panamá. Ahora, usted sabe que yo sí cumplo mis promesas.” 
 
Y sin apuro alguno, cabalgó por la sabana, cantando vallenatos como si se tratara de un día de fiesta. Eliana, lloraba desconsolada al pie de la carretera.
 
 

 
 


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