A propósito de esta época cuando se espera la llegada de un Año Nuevo, les comparto este cuento que refleja que no siempre lo que esperamos del nuevo año es bueno... Espero que lo disfruten.
Claudia
PROMESA DE AÑO NUEVO
Eliana había vivido siempre al cuidado de su
madrina Sara. Cuando ella nació, Sara debía estar como en los veintitrés. Hacia cuatro años se había
casado con su primo Cayetano María y no tenía sino una hija, la niña Merce.
La madre de Eliana, Ana Matilde, murió
pocos días después del parto, haciéndole
prometer a su joven patrona, que
se haría cargo de su ahijada, su pequeña
Ely. Mati había trabajado en la casa-finca llamada “ La Serena” que quedaba en
Turbaco. No era para negocio esa casa, era un sitio de descanso, algunos palos
de mango, corozo, nísperos, guayaba y unos cerdos y, lo principal, unos gallos
de pelea de Don Cayetano. Esos sí muy finos, traídos de Cuba, y que Don Tano,
como todo el mundo lo llamaba, peleaba en Lorica, Sincelejo, San Juan Nepo,
Arjona y, por supuesto, en las principales fiestas de Cartagena y Barranquilla.
Eran sus niños consentidos, los cuidaba como un tesoro, tanto que los más
viejos decían que la fortuna de Don Tano, se había incrementado notoriamente en
las galleras, lo que le hizo posible que vendiera la casa de Manga, en
Cartagena, pudiendo construir una muy bella, frente a la bahía en
Castillo. Claro que no faltaban quienes
supusieran que los gallos no daban para tanto, debió ser algún lavadito, o un
encarguito que llevó a Panamá, en una de esas competencias internacionales que
se hacen en el Canal. Pero no, Don Tano, era un hombre de suerte. Nada más que
eso. Sus padrinos, don Tano y la niña Sarita eran gente muy, muy buena.
En diciembre ella cumpliría dieciséis años, y
aunque Gladys y Noelia, sus mejores amigas, ya habían parido un par de
pelaitos, cada una, ella soñaba con casarse de velo y corona, como lo había
hecho la niña Berta Mercedes tan pronto cumplió los veinte. Y ahora vivía en Santa Marta, a donde el
marido, un cachaco de muy buena familia, había construido un hotel, solo para
gente caché.
Ella sabía que al año siguiente iría a servir
a la casa de Castillo. Su madrina le
había dicho que entraría a aprender modistería en una escuela en Manga, donde
además podría terminar la primaria, para que así fuera a estudiar al Colegio
Mayor de Bolívar, después de presentar unos exámenes, y que poco a poco
podría, trabajar en la casa, y estudiar por las tardes, para con unos
añitos más poder irse a trabajar de camarera o ayudante de cocina en el hotel
de la niña Merce. Era su sueño. Pero
ahora debía darse prisa, comenzaban las fiestas patronales y tenía permiso de
su madrina para ir un rato con las peladas hasta la plaza a ver el primer
desfile de carrozas. Este año pintaba de
lo mejor. Habían contratado un conjunto vallenato, en el que el cantante principal era Pedro
Alcántara Martínez, como era delgadito, moreno y de poca estatura lo llamaban “
el mochuelo de Turbaco”. El pueblo lo
veía con muy buenos ojos, pues era el nieto de la niña Damiana, una bailaora de
fandango muy popular, que hasta había
estado en Puerto Rico en una muestra de folclor caribe. Desde pelaitos ella había sido novia ( a
escondidas) de Pedrín. Pero, desde que lo reclutó la infantería de Marina, no
lo había vuelto a ver. Lo mandaron por
los lados de Coveñas, allí le dieron una condecoración y una platica, pues
había salido herido en un combate por los lados de Sincelejo. Luego, se fue en busca de trabajo para la
Jagua de Ibirico. Y ahora, era músico,
viajaba contratado por toda la Costa.
Esos tres últimos días habían sido el
despiporre para Eliana; su madrina,
siempre tan condescendiente le había llamado la atención por su descuidos
constantes en sus labores. Le dijo: “ Mira, Ely, sigue así, y no llegarás ni a
fritanguera de empanadas de huevo aquí en Turbaco, enesto quedas pipona, y ahí
verás tú, ejemplos son los que te sobran.” No. Ella tenía ambiciones. Sus
amigas siempre le decían que se creía muchacha de mejor familia, y era cierto,
ella era de las pocas que tenía una madrina tan fina y que en verdad le había
enseñado a exigirle a la vida. Pobre no
se iba a quedar, no señor. Dejó esos pensamientos.
Había viajado a Cartagena el sábado anterior
y había comprado una tela para hacerse un vestido igualito al de su amiga Tere
Pájaro, que el año pasado había sido candidata a reina popular. Quedó de
segunda y ahora estudiaba para modelo.
Un tipo de la licorera le pagaba el estudio y todo parecía muy bien,
estaba muy bonita y le llovían enamorados.
Tere la asesoró en maquillaje y cuando volvió a Turbaco, estaba segura
que su muy recordado Pedrín, le iba a
cantar una canción en frente de todo el
mundo. –“Para mi querida Eliana, su madrina la niña Sara y el mejor gallero de
esta región, Don Tano Carmona, con sentimiento- Soñaba, ella, mientras en voz
baja cantaba: “Oye bonita...”-
El sábado llegó con el bullicio
acostumbrado de los días de fiesta y
también el olor de tormenta
tropical. Pero la caseta estaba muy bien
y con seguridad, que con o sin agua, iría todo el personal. “ La cita es esta noche a las 9 en el sitio
acostumbrado. Mujeres no pagan.” Así
gritaba Pello Villa desde lo alto de su camión, donde ya llevaba ron para ir
entusiasmando a algunos de sus amigos.
Todo en
orden. El desorden estaba a punto de comenzar y el corazón se le salía del
pecho. Caminó muy despacio, ( que nadie
dijera que tenía afán de encontrarse con Pedrín.) Él le había mandado decir con
Blanchi Baena, que si ella no iba esa noche, él cancelaba el contrato y se iba
a cantar a Arjona y luego a Barranquilla, y si acaso, si acaso, volvería por
allá en febrero; si no era que se quedaba en Cartagena para las fiestas de la
Candelaria. Y además, que fuera pensando que iba a responder, porque con tantas
giras programadas el solo podría venir a descansar unos tres días antes de Año
Nuevo.”
Ella no
había querido contarle nada a su madrina.
Todo dependía de esa noche. Lo
iba a poner en su lugar y a decirle, que
no tenía afán, que ella solo se iba con él si el padre Miguel Mejía los
casaba. La niña Sara ya le había
prometido un sancocho en la finca, y ajá, se hacían así las cosas o mejor que
se olvidara. Las mujeres de los músicos sufrían mucho, ellos trasnochaban
mucho, mucho ron, mucha parranda, mucha mujer, y ella sería la esposa o mejor
que todo quedara como estaba.
A propósito llegó
acompañada de Marsella, Ladys Aurora y su primo Lucho, a quien todos llamaban
Kidsito Valdez. La cosa no era como para matar de risa al futuro rey del
vallenato. Pero se aguantó. Con las mujeres se ganaba cuando se tenía
paciencia. No se resistían, se hacían las importantes, pero luego, mansitas,
mansitas, todas por igual.
Cuando ella llegó, siguió cantando como si
nada, le dedicó una canción a su vecina Lidia Lorena, y luego, al terminar la
tanda bajó a la pista. “ Mira Eliana, solo dos palabras y después tengo que
volver a cantar”. Ella lo miró con cierta sonrisa, como de no
muy buenos amigos, tratando darle a su actitud un aire cercano a la
indiferencia. Notó que no había bebido mucho, le hizo una seña a Marsella para
que observara de cerca, y salieron a hablar muy a la vista de todos. “ El Cachi
Martínez, me dice que te vas para Cartagena” “ajá, allá voy a estudiar ya verás como voy a llegar muy lejos”- “ pero
tú me has prometido ser mi mujer”, “ Si Pedrín, pero nada ha cambiado, tú sabes
bien como pienso yo”. “ Está bien, eso quería decirte, nos casamos el 31 de
diciembre por al anochecer, para ser marido y mujé en el año que comienza. Ya verás cómo para Año Nuevo no vas a poder
creer que todo haya sido tan fuera de lo común. Te lo prometo. La sorpresa va a
ser grande. Nadie aquí, ni en Arjona, ni
en Santa Rosa, ni en ninguno de estos pueblos ha visto cosa igual”. La besó, le tocó golosamente las caderas y
los senos, y le prometió ir mañana a su casa para hablar seriamente con la niña
Sara y don Tano. De pronto ella lo miró
detenidamente. Fue cuando descubrió que en la mano izquierda había perdido dos
dedos. Lloró, pero estuvo más tranquila cuando él le contó que gracias a eso
había salido de la Marina y ahora, vivía tranquilo, trabajando con su música y
ganando billete como loco, con ese grupo vallenato que cada día tenía más
fama. Volvió al canto. Y Eliana como si nada hubiera pasado esperó
un poco y se regreso a la finca. Por supuesto que no durmió. Se levanto
tempranito bailando y cantando al mismo tiempo. Preparó el desayuno llena de
entusiasmo y espero a que después de la fiesta llegara Pedrín con su proposición matrimonial. Le imploró a la Virgen del Carmen que todo
saliera bien. El olor de la tormenta se
sentía llegar, pero no llovería sino después de que su vida matrimonial
estuviera definida.
Y así fue. La suerte siempre la había
acompañado. Sus patrones recibieron muy bien a Pedrín, ofrecieron lo habitual
en estos casos y la ceremonia comenzó a planearse para el 31 a las seis de la
tarde. De cosa que no mareara el calor y tampoco la gente estuviera distraída
con las tradiciones de Fin de Año. Lo
que Pedrín se iba a reservar era lo de la sorpresa de Año Nuevo. Ese era su
regalo de bodas, y el pueblo entero se iba a enterar.
Eliana pensaba que los días pasaban muy
lentamente. Pero no era así. Su madrina
y hasta la niña Merce, había viajado un par de veces de Santa Marta, para ver
como todo salía. Nunca se imaginó que su
matrimonio causara tanto revuelo. Pero eso era la felicidad.
Pedrín encargó a sus amigos de algunas cosas
para el matrimonio. Habían decidido vivir en Turbaco. Compró una casa muy buena, mandaron a buscar
los muebles a Cartagena y periódicamente llegaban camiones con encomiendas de
Valledupar, Magangué, Sincelejo, Barranquilla que traían diferentes
electrodomésticos: nevera, abanicos de pie y de techo, licuadora, el televisor
del cuarto y el de sala. Y unas cajas muy bonitas, que decían sorpresa y que se
guardaban en la casa del Turco Farid.
Hizo un par de visitas relámpago, acompañado del Chino Celedón y el
Paisa Gómez, el uno acordionero y el otro el de la caja, para que su novia supiera
que no la olvidaba. Cindirela, su amiga
que trabajaba en Barranquilla le contaba que con frecuencia le dedicaba
canciones en los programas de la “ Tarde Vallenata” –“ A mi querida Eliana en
Turbaco, que será mi mujer el último día de este año. Nunca te olvido Eliana,
mi primera novia y mi único amor”. Era
muy sentimental Pedrin.
Al fin llegaron las brisas. Él tenía un contrato grande en Baranoa para
el 24 y de allí se iría para Turbaco. Había cancelado todo compromiso hasta el
6 de enero. Perdería dinero, le decía el Paisa, pero no importaba, tenía sus
ahorros, y todo saldría bien. El Año
Nuevo prometía arrancar muy bien. El
Paisa le había conseguido un contrato en Medellín para el 10 de enero y luego
Bucaramanga.
El 7 de diciembre, la noche de las velitas,
llegó un sobre de mensajería para ella. Lo tuvo que abrir Ladys, pues de nervios, casi lo
destruyen. Eran un par de pasajes para
San Andrés, con hotel y todo. Este regalo ni siquiera estaba en sus sueños. Muy serena su madrina le dijo: “ Bueno, te
regalo un par de bikinis sexys pero discretos para que lo acabes de enloquecer,
niña.” Lo grave no eran los bikinis, lo grave era el avión.
Unos tres días antes del matrimonio Pedrín
llegó al pueblo con sus amigos, quince en total, más Miriam y Yulietha, las mujeres de Celedón y El Paisa.
Varias de las familias más conocidas recibieron a los huéspedes, felices de
tener a tantas glorias futuras del vallenato, en sus casas, y ahora poder
llamarse amigos. Por las tardes las
mujeres se reunían con Ely para hablar de amores, ellas siempre le decían que
la cosa no era fácil, tantas malas compañías, con los parranderos, tantas
bandidas sueltas. Pero, ella tenía las
de ganar. Iba a estar casada por la Iglesia. Eso era una gran ventaja. Seguro que serían felices.
El día
anterior al matrimonio el pueblo parecía que fuera a coronar a una
reina, bulla en todas las esquinas. Las tiendas llenas de borrachos, que desde
temprano estaban celebrando el Año Nuevo. Las mujeres arreglaban la Iglesia y
algunos amigos y familiares de don Tano habían viajado para acompañar la boda
del cantante con la ahijada de Sarita.
El turco Farid le entregó a Pedrín las cajas
que guardaban la gran sorpresa. La expectativa crecía y la novia era un mar de
lágrimas de los nervios. La ceremonia
estaba prevista para las cinco de la tarde, de manera que la fiesta de Año
Nuevo se pudiera gozar como Dios manda.
Se había contratado una banda papayera del Carmen de Bolívar, pues los
vallenatos no cantarían porque eran los anfitriones e invitados especiales.
La novia llegó del brazo de don Tano, como si
en verdad fuera su hija. Todo lucía espectacular. Mucho vestido brillante, lino bordado,
guayabera y vestidos de lino claros.
Terminada la ceremonia, se dirigieron a “ la Serena”de Don Tano y
comenzó la mezcla indiscriminada de
whisky, ron y aguardiente. A las doce de la noche el brindis con champaña
nacional. Los hígados de hierro ya
empezaban a desfallecer. Pero el baile
seguía. Puro porro y fandango. Y nada de
la anhelada sorpresa.
Pedrín, extrañamente sobrio, se levantó y
dirigiéndose a sus compadres vallenatos dijo”: “ Amigos del alma, ahora como lo
prometido es deuda, vamos a que esta gente disfrute de una promesa que nunca
olvidará.” Los aludidos abandonaron el lugar. Todos cuchicheaban. Se miraban,
movían impacientes las manos. Luego un ruido estremecedor. Nadie vio a Pedrín
por parte alguna. Las mujeres comenzaron a correr, había fuego, ruido de
metrallas, la iglesia ardía, estaban todos muertos, varios incendios se habían desatado
en diferentes casas, en la alcaldía, los soldados del cuartel de policía
estaban todos muertos. La perplejidad era absoluta. Merceditas, que trabajaba
en el puesto de salud, lloraba desconsolada mientras recogía, herido al niño
agonizante de Chachita, la de los bollos limpios, que pensando en la emoción de
la sorpresa, se había atrevido a llevar al niño a ver los colores argenta y
verde de los cohetes, que habían sonado, tan pronto los novios salieron de la
iglesia. Los escombros incontables. Algunos
que atinaban a hablar decían: Son “ los
paras”, otros “ los elenos”, “ No, la FARC” repetían sin cesar tratando de
contener sus nervios. Nadie sabía nada.
Sólo rumores, llanto y un bololó loco que crecía a medida que iban apareciendo
los heridos y muertos. El pequeño hospital no daba abasto, empezaron a llegar
ambulancias de Arjona y de Cartagena.
Buscaban a Don Tano afanosamente.
A las cinco de la mañana encontraron su cadáver colgando de un árbol a
la salida del pueblo. Detrás estaba
Pedrín con sus cómplices y un cartelón que decía: “ Don Tano, para que
no se les olvide en este pueblo, que usted le robó a mi padre, Don Sebas, el
gallo fino con el que comenzó su fortuna en Panamá. Ahora, usted sabe que yo sí
cumplo mis promesas.”
Y sin apuro alguno, cabalgó por la sabana,
cantando vallenatos como si se tratara de un día de fiesta. Eliana, lloraba
desconsolada al pie de la carretera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario