Los Días Callados
Sin estridencias, sin fuegos
artificiales,
sin querer salir en los retratos,
hay días humildes, días conventuales,
días ocultos en silenciosos
llantos.
En la penumbra de las soledades,
se zurcen los remiendos de
heridas del pasado,
se olvidan las ofensas de las
perversidades,
se respira el aroma del rincón
más amado.
Cerrando las compuertas a las adversidades
buscamos alegrías, buscamos
añoranzas,
se evocan los recuerdos de
antiguas navidades,
de cajitas de música que esconden
esperanzas.
Son pequeños los pétalos de las
rosas sagradas
son dulces los sabores llegados de
la infancia,
hoy brillan los luceros de las
urnas plateadas,
y la lluvia de abril expande su
fragancia.
Un rincón sin premuras se sienta
a nuestro lado,
y con sabia paciencia nos alimenta
el alma,
se condensan las horas de un
sueño ya alcanzado,
y se evocan los días de
reflexiva calma.
Entre dudas ya idas y esperas
encontradas
las flores de la vida abrazan la mañana,
el brillo del rocío refulge en
las miradas
y con voces de triunfo repican
las campanas.
Apacibles luciérnagas llegan para
invitarnos
a volar por senderos de tiempos liberados,
y suaves ilusiones recorrer los caminos
de las epifanías de los días callados.
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