Cartagena no es lo máximo
Claudia de la Espriella
Torre del Reloj
Es una verdad probada que Cartagena es una linda ciudad con
un valor histórico incuestionable. Pero hay que decir que hace años dejó de ser
lo máximo.
Las últimas administraciones distritales han olvidado que su
primera obligación es el bienestar de los lugareños y que “disfrazarla” para los turistas no soluciona,
como por arte de magia, los problemas profundos que tiene. Uno de los aspectos negativos de la ciudad es
la extrema pobreza en que viven muchos de sus habitantes. Sobrevivir en
Cartagena no es fácil. Se necesita de una cuota de paciencia mejor que la de
Job y de mucho de la mal llamada “ resignación cristiana”. Así las cosas, la
palabra “máximo” no entra en el diccionario de los cartageneros de los extramuros.
Plaza de la Aduana
Como consecuencia del hambre, de la falta de oportunidades,
de las deficiencias en la prestación de servicios de salud y de la carencia de una educación de calidad, surge la violencia.
Esa que es el producto de la explotación del otro y que lleva a reacciones
fuera de control. Eso explica, por ejemplo, conductas tan reprobables como
asaltar una embarcación de turistas en las proximidades de Islas del Rosario,
con el fatal resultado de la muerte de una visitante holandesa. Así pues que pensar que se está frente a una
situación fortuita es , por parte de las autoridades locales, un acto de
ingenuidad o de perversidad. Considerar que maquillar a la ciudad amurallada
para que se vea linda y sin defectos y también sin personalidad propia, es
querer tapar el sol con un dedo. El problema de Cartagena es mucho más
profundo, requiere de mejores administradores y sobre todo de dirigentes con
vocación de servicio y amor por el prójimo, superando todas las tentaciones de
los que creen que siempre se puede comprar conciencias. Cartagena no es lo
máximo y por el camino que va, no va a
serlo. Podría llegar a convertirse, por el capital humano, por la fuerza de
tradición, por el valor de su historia colonial y republicana en una ciudad
digna de ser llamada “la máxima belleza del Caribe”, pero para eso falta y
falta mucho. Un movimiento cívico, de conciencia ciudadana dispuesto a derrotar
a los nuevos piratas de los negociados que todos conocemos, es la única forma para
que esa “Arcadia “ que todos queremos deje de estar viendo espejismos de
adjetivos superlativos que están muy lejos de su realidad.
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