domingo, 20 de septiembre de 2015


Cartagena no es lo máximo

Claudia de la Espriella

 
Torre del Reloj
 
 

Es una verdad probada que Cartagena es una linda ciudad con un valor histórico incuestionable. Pero hay que decir que hace años dejó de ser lo máximo.
 
Las últimas administraciones distritales han olvidado que su primera obligación es el bienestar de los lugareños y que  “disfrazarla” para los turistas no soluciona, como por arte de magia, los problemas profundos que tiene.  Uno de los aspectos negativos de la ciudad es la extrema pobreza en que viven muchos de sus habitantes. Sobrevivir en Cartagena no es fácil. Se necesita de una cuota de paciencia mejor que la de Job y de mucho de la mal llamada “ resignación cristiana”. Así las cosas, la palabra “máximo” no entra en el diccionario de los cartageneros de los extramuros.
Plaza de la Aduana
 
Como consecuencia del hambre, de la falta de oportunidades, de las deficiencias en la prestación de servicios de salud y de la carencia de  una educación de calidad, surge la violencia. Esa que es el producto de la explotación del otro y que lleva a reacciones fuera de control. Eso explica, por ejemplo, conductas tan reprobables como asaltar una embarcación de turistas en las proximidades de Islas del Rosario, con el fatal resultado de la muerte de una visitante holandesa.  Así pues que pensar que se está frente a una situación fortuita es , por parte de las autoridades locales, un acto de ingenuidad o de perversidad. Considerar que maquillar a la ciudad amurallada para que se vea linda y sin defectos y también sin personalidad propia, es querer tapar el sol con un dedo. El problema de Cartagena es mucho más profundo, requiere de mejores administradores y sobre todo de dirigentes con vocación de servicio y amor por el prójimo, superando todas las tentaciones de los que creen que siempre se puede comprar conciencias. Cartagena no es lo máximo y por el camino que va,  no va a serlo. Podría llegar a convertirse, por el capital humano, por la fuerza de tradición, por el valor de su historia colonial y republicana en una ciudad digna de ser llamada “la máxima belleza del Caribe”, pero para eso falta y falta mucho. Un movimiento cívico, de conciencia ciudadana dispuesto a derrotar a los nuevos piratas de los negociados que todos conocemos, es la única forma para que esa “Arcadia “ que todos queremos deje de estar viendo espejismos de adjetivos superlativos que están muy lejos de su realidad.  

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