miércoles, 9 de septiembre de 2015


LOS   “DERECHOS”   A   LA    SUCESIÓN    PRESIDENCIAL


 
Ramiro de la Espriella


Lo que llamamos en Colombia la política, no es otra cosa que el engranaje burocrático y económico del poder, antes que cualquier concepto distinto y determinante de la conducta de quienes nos han venido gobernando , que ha seguido impidiendo entre nosotros la unidad de destino como nación. De allí, precisamente, provienen los consagrados “derechos” familiares a la sucesión presidencial. Ese silencioso otorgamiento histórico ha ido definiendo desde la independencia la inalterable existencia del gran poder metropolitano contrapuesto a la gran mentira del país nacional, aún desconocido dentro de nuestras propias fronteras.

Una atenta mirada retrospectiva del heroico proceso de nuestra independencia, sin duda nos llevará a la conclusión que su gesta derivó en una verdadera guerra civil entre “criollos” y “ chapetones”. El imperio español sobrellevaba la crisis de sus instituciones políticas y su propio desahucio económico, a lo que vino a agregarse la invasión de Napoleón. Los “criollos”  venían padeciendo bajo el imperio en declive el aberrante sometimiento económico y político que desde allá se les colgaba personalmente como una soga al cuello.

El egocentrismo ha sido siempre elemento persuasivo de las decisiones políticas relacionadas con el Estado. En tanto Bolívar concebía la creación de la Gran Colombia como el aseguramiento de la unidad de destino de nuestro continente, lo cierto es que Santander, Páez y Flores prefirieron su escisión en  beneficio de sus ambiciones políticas personales.

Desde entonces viene concentrándose el poder político del Estado en los organismos metropolitanos del país. Sobran muchos hitos históricos para comprobarlo, sin para qué olvidar que el alejamiento de las fronteras ha traído como consecuencia su invasión y pérdida ante el silencio cómplice de nuestros propios gobernantes. 

Pero lo anterior no es un fenómeno aleatorio que no pueda ser explicado históricamente. Por el contrario, es el anecdotario familiar de los “derechos” imprescriptibles a la sucesión presidencial del poder metropolitano sobrellevado en los hombros de sus beneficiarios.

Al morir el Libertador, asume la presidencia en 1830, don Joaquín Mosquera , hermano del Gran General Tomás Cipriano de Mosquera , quien  también la ejercería en los siguientes años de manera autoritaria. Posteriormente ese itinerario de fuga habrá de repetirse cada vez que sea menester de acuerdo con las costumbres ya establecidas.

Para no adentrarnos en el complicado proceso de la independencia, bien vale un salto  en el vacío de nuestras instituciones hasta llegar al  gobierno de Miguel Antonio Caro. Se vanagloriaba el señor Caro de no conocer el mar, atraído por el legendario frío de Santa Fe de Bogotá. A su lado estaban sus parientes don Carlos  y don Jorge Holguín detentadores de la regencia capitalina del ejercicio del mando.

La regeneración política no llega jamás porque desde entonces el ejercicio del mando se remite a la aplicación de los llamados artículos transitorios de la Constitución del 86. Así mismo, la continuidad de los derechos a la sucesión familiar sigue vigente y se prolonga hasta nuestros días. Un solo ejemplo basta no más: don Mariano Ospina Rodríguez (1830-1858), el general Pedro Nel Ospina (1922-1926) y Mariano Ospina Pérez (1946-1950) han recibido su donación histórica familiar.

A “la Revolución en Marcha” de la primera presidencia de López Pumarejo,  que tantas  alentadoras  esperanzas había producido, siguió la pausa presidencial de Eduardo Santos como contradicción ideológica a las reformas emprendidas. Luego, como suele suceder tantas veces en Colombia, la reelección del expresidente López Pumarejo, que finalmente se ve obligado a renunciar por “ razones familiares”, ocultando así los   lamentables descalabros económicos. Es elegido como su sucesor  Alberto Lleras Camargo en su condición de Primer Designado y así se precipita la desbandada social y política del país con el descenso vertiginoso de la determinante voluntad del presidente Lleras Camargo. Optó éste  en su momento por erradicar la gran influencia que el sindicalismo ejercía sobre la política nacional al afirmar que no podía permitirse en Colombia la existencia de dos poderes: uno en el río Magdalena y otro en el Palacio de Nariño.

Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, firmaron en Sitges y Benidorm el acuerdo de paz entre las directivas de los dos partidos tradicionales, cuyos beneficios no llegaron jamás al país nacional. Por el contrario, únicamente contribuyeron a fortalecer un poder político y económico en manos de unos cuantos apellidos que han sentido que tienen en sus manos esos “Derechos Herenciales” que los han mantenido  alejados de nuestras fronteras, fijando la vista únicamente  en sus intereses familiares.  De tal forma que no ha podido darse la identificación con el país nacional. Esta dicotomía, que bien se conoce, produce los días aciagos de la  más sangrienta violencia desatada entre los dos partidos tradicionales, hasta llegar a la dictadura, lo que finaliza en el llamado Frente Nacional. Sin embargo,  dicha solución no rompió con   el fortalecimiento de este modo de nepotismo que resultó antidemocrático e inconveniente para el desarrollo armónico del país.  Dicha época, comprendida entre los años de 1958 y 1974  no es más que la acentuación pasiva del ya legendario  gobierno de las históricas minorías nacionales, de espaldas como tantas veces lo hemos afirmado, a nuestras ignoradas fronteras, mares y ríos tumultuosos en su gran mayoría hasta ahora ausentes de la presencia de nuestros dirigentes. De nuevo se ha venido soportando el ejercicio práctico de los “derechos” a la sucesión presidencial.
 
En 1958, al inaugurarse el ejercicio constitucional del Frente Nacional, llega de nuevo a la presidencia de la república  Alberto Lleras Camargo, quien ya exhibía  en su escudo familiar a don Lorenzo María Lleras. Es elegido Guillermo León Valencia, hijo del dos veces candidato presidencial Guillermo Valencia. En 1966 Carlos Lleras Restrepo, primo hermano de Alberto Lleras, asume el cargo como sucesor de Valencia. Luego, en las elecciones de 1970 Misael Pastrana Borrero llega al Palacio de San Carlos para finalizar la alternativa presidencial de los dos partidos tradicionales.
El candidato Alfonso López Michelsen triunfa en 1974, hijo del expresidente Alfonso López Pumarejo , en ardida competencia electoral con Álvaro Gómez Hurtado, hijo del expresidente Laureano Gómez y María Eugenia Rojas, hija del expresidente Rojas Pinilla.

En 1998 asume la presidencia Andrés Pastrana, hijo del expresidente Misael Pastrana. Ahora  nos gobierna Juan Manuel Santos Calderón sobrino nieto de Eduardo Santos y como Vicepresidente Germán Vargas Lleras, nieto del expresidente Lleras Restrepo.

Esa ha sido la historia familiar del ejercicio del mando en Colombia, concentrado y ajustado al gran poder metropolitano, extendido ya a la avaricia macroeconómica de los agentes del Estado, mantenido y enturbiado por la nociva y manipulada influencia de los medios de comunicación.

Ni el Pacífico ni el Caribe han alcanzado a asomarse al poder político del Estado colombiano . Basta un solo ejemplo: desde 1892, cuando Núñez renunció al ejercicio del poder, hace más  de 120 años , no ha habido un solo presidente costeño, tampoco que se hubiera bañado en las aguas caudalosas del Amazonas o el Putumayo, o que desde niño supiera que existen allá lejos Leticia y Guepí.


Esos vicios del poder  que nos han dominado desde los albores de la vida republicana  han detenido cualquier posibilidad de adentrarse de manera científica, mediante la investigación metódica en las reales características de la cultura colombiana: no se han fortalecido las regiones ni se ha avanzado en el estudio de la lengua, las religiones, los componentes raciales, sus precarias economías, y finalmente: la sociología de sus estirpes, y, en consecuencia la forma real y efectiva de conseguir la integración nacional, desde la diversidad y los amplios aspectos que conforman lo que podríamos llamar la exégesis de una verdadera Colombia.




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