domingo, 27 de septiembre de 2015

Francisco


 
 
Francisco
 
Francisco, así a secas,  sin mayores protocolos, pero con el evidente respeto que ha surgido de predicar con el ejemplo, es cómo los católicos sentimos al actual Papa. Por supuesto que, nosotros, los latinoamericanos lo sabemos uno de los nuestros y entendemos, sin ningún tipo de intermediarios, lo que dice y su postura de reforma de la Iglesia. Es un hombre sencillo, que nos recuerda a aquel que vimos en la pantalla en el célebre film “Las Sandalias del Pescador”. Nuestro, cercano, carismático, sensato , sin estridencias y sin ser dogmático en ninguno de los aspectos.
 
Es el hombre tolerante, que  reconoce que tiene defectos y que, por lo tanto, también debe aceptar que los demás los tienen. Todo el tiempo nos mira con ojos de comprensión y por eso lo sentimos cercano, amigo y confidente.
 
Él sabe que su misión es proclamar el Evangelio y eso hace. Une a los hermanos en conflicto como lo vimos en Cuba, como se ha acercado a los inmigrantes en los Estados Unidos. Él también es hijo de personas que llegaron a América en busca de nuevas oportunidades y sabe, en carne propia, que no es una situación fácil ni siempre se es plenamente aceptado. Los inmigrantes, por lo menos en los primeros años en tierras extrañas,  suelen ser pobres, carecen de oportunidades de trabajo y no cuentan sino con su propio esfuerzo personal para salir adelante. Seguramente el recuerda, con humildad y sin ningún rencor, lo que de niño aconteció debido a esa condición. Por eso sabe de lo que habla. Pero no  se expresa agriamente sino con la voz de la justicia, que es , en últimas , la voz de Dios. Se refiere a la necesidad de erradicar la violencia y enfatiza en algo que todos sabemos, la injusticia y la violencia son hermanas. Es un círculo vicioso que podría no cerrarse  si  no tenemos la generosidad de espíritu para renunciar a el egocentrismo y la egolatría que caracterizan a los seres humanos del siglo XXI. Por eso, cuestiona las actitudes de aquellos que se exceden en su afán por acumular riqueza. Pero no se refiere exclusivamente a los casos individuales, sino, principalmente, a los poderosos de la tierra; sean ellos grupos empresariales o países que quieren extender sus dominios mucho más allá de sus fronteras.
 
Algunos de sus predecesores podrían haber sido exageradamente callados, escudándose en que eran “prudentes”, otros fueron  tentados por las mieles de un poder caso absoluto.  Algunos se hicieron actuaron como sordos y ciegos, pero él no quiere repetir esas actitudes sino, por el contrario, desea ser visto como una persona del común, con las mismas preocupaciones que tenemos todos.
 
Su misión evangélica es la de un hombre con una profunda fe y con la intención de estar siempre del lado de los más débiles. Por eso es, Francisco, sin mayores distancias y sin incurrir en actitudes de soberbia.
 

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