Equipaje- Eduardo Úrculo
Equipaje
La maleta de mi vida
se ha llenado
con todos los recuerdos
de los días pasados:
las horas de sopor en la playa ,
el sol hecho de luces de
esperanza,
los libros ilustrados de mi
infancia
que guardan las palabras encantadas,
el juego de rayuela que ha volado
hacia un cielo de nubes
sonrosadas ,
la arena de mi cuerpo adolescente
que construye castillos sin fantasmas
y no le teme a dragones legendarios.
Afuera:
el frío de una noche de tormenta,
el viento cruje con dolor
desgarrado,
las hojas rasgan sus vestiduras,
y veo pasar las aves sigilosas
profetas de las adversidades.
Frente al fuego sagrado:
las risas gozosas, entre amigos,
que saludan al vino en la mesa
para brindar por el primer
trabajo,
un viaje remontando el infinito,
en busca de mis alas libertarias.
Por los rincones oscuros de mi
casa
transitan los pesares presurosos,
entran en los armarios, asechan los
pasillos,
se ocultan tras las puertas,
violan las cerraduras, desordenan
la cama
y luego lanzan cínicas
carcajadas.
El primer amor: con sus dudas,
sus caricias tímidas, sus gestos imprecisos,
su música sencilla, su febril desnudez,
sus besos presurosos, sus miradas
lejanas
se guardan en estuches perfumados
y emergen de las horas olvidadas,
cuando menos lo esperas,
para mezclar lo dulce con lo
amargo.
Como sentencias bíblicas nuestros
versos
confunden los suspiros con el llanto,
suben hacia los límites del
olvido
y se vuelven humo asfixiante.
Se llevan por la calle
los tendones, las manos hechas de
lluvia,
los huesos que chirrean en la
noche,
los ojos que se cansan, las
migrañas…
la experiencia de un día hecho de
otoño,
una cortina que oculta los
secretos,
los pies que se hinchan al
declinar la vida
y aún así buscamos un momento
para alcanzar la cima de los
sueños
por los que siempre hemos
luchado.