En la Foto Sara Marta Fonseca,
ejemplo de valor ante la violencia de las turbas represivas del castrismo.
Feminismo dónde estás?
Y
una carta desde el activismo de mujeres cubanas perseguidas por la cúpula Nazi-
–comunista de los Castro.
Por
aquel entonces varias voces se pronunciaban clamando por la llegada de la hora
en que se denunciara al movimiento de “liberación de la mujer”. Y como ocurre
con el medio ambiente, de repente la liberación de la mujer surge
estridentemente por doquier. Donde se hizo imposible evitar ser asaltado, día
tras día, por el ruidoso parloteo del movimiento de la mujer. Cuando las cien
arpías del movimiento de liberación de la mujer se abrieron paso a base de
intimidación hasta la sede de la revista Ladie's Home Journal ¿Acaso el acosado grupo chiflado ha
permanecido en el aire desde hace algún tiempo? A veces merecidamente pero con
más frecuencia absurdamente, y ahora las mujeres de la Nueva Izquierda se han
metido en la función; ya nos ocuparemos en los siguientes párrafos a las
mujeres de la Nueva Izquierda.
No
necesitamos ir tan lejos como el reciente comentario del profesor Edward A.
Shils, eminente sociólogo de la Universidad de Chicago, que ahora espera un
“movimiento de liberación perruno“, pero es difícil encontrar fastidioso ese
comentario.
Con respecto al
feminismo Brownmiller reconoce que esto tendría que significar que el marido
trabajase durante seis meses y la mujer los siguientes seis meses, de manera
que cada uno se fuera alternando en la crianza de los hijos cada seis meses o
cada media jornada de trabajo. Sea cual sea el camino que se elija, es muy
claro que esta igualdad total sólo podría realizarse si ambas partes estuvieran
dispuestas a vivir permanentemente como hippies, a un nivel de subsistencia y trabajando
a tiempo parcial. O, ¿cuál carrera de importancia o calidad se puede realizar
de manera fugaz y casual? Por encima del nivel hippie, entonces, esta supuesta
"solución" es simple y llanamente absurda. Si nuestro análisis es
correcto y ya estamos viviendo en un matriarcado, entonces, el verdadero
significado del nuevo feminismo no es, como tan airadamente reclaman, la
"liberación" de las mujeres de su opresión ¿Acaso no podríamos decir
que a esas mujeres no les basta con vivir ociosamente como mantenidas y con
tener ese sutil dominio sino que lo que ansían es alcanzar el poder absoluto?
No contentas con una vida segura de mantenidas, ahora intentan obligar a sus
pasivos y sufridos esposos para que se ocupen de la mayor parte del trabajo del
hogar y también de criar a los hijos. Yo conozco personalmente a varias parejas
en las que la mujer es una liberacionista militante que ha lavado el cerebro a
su cónyuge para que sea un tío Tom y un traidor a su género. En todos estos
casos, después de un largo día de trabajo en la oficina o en la enseñanza para
sostener a la familia, el marido se queda en casa educando a los niños mientras
la esposa está fuera asistiendo a reuniones del movimiento de liberación de la
mujer urdiendo un plan para conseguir el poder completo y denunciar a sus
maridos como opresores sexistas. No contenta con el tradicional juego del
mah-jong, la nueva mujer está disponiéndose a dar el golpe o corte de gracia y
dejar por fin castrado a su esposo — para ser aceptada, supongo que con mansa gratitud,
por su liberal marido—. Aún nos queda examinar la solución que proponen las
feministas más extremistas: dejar de practicar sexo, o más bien abandonar por
completo la heterosexualidad. No hay duda de que esto por lo menos resolvería
el problema de la crianza de los hijos. Ser acusada de lesbiana solía
considerarse una envenenada calumnia chauvinista y machista contra la mujer
liberada. Pero en las cada vez más numerosas publicaciones de las nuevas
feministas hay una abierta y creciente reivindicación de la homosexualidad
femenina. Así, por ejemplo, Rita Mae Brown, escribía en el primer número
"liberado" de Rat (del 6 de febrero de 1970): Para una mujer, afirmar
públicamente su heterosexualidad es hacer hincapié en lo "buena" que
es en mérito a su actividad sexual con hombres. Ese viejo lavado de cerebro
sexista es muy fuerte, incluso en la conciencia de la feminista más ardiente
que le dirá con rapidez que le encanta acostarse con hombres. De hecho, lo peor
que se puede llamar a una mujer en nuestra sociedad es lesbiana. Las mujeres se
identifican tanto con los hombres que tiemblan con la sola mención de esta
palabra de tres sílabas. La lesbiana es, por supuesto, la mujer que no tiene
necesidad de hombres. Cuando se piensa en ello ¿Qué hay tan terrible en que dos
mujeres se amen? Para el varón inseguro, es la ofensa suprema, la blasfemia más
ofensiva que pueda cometerse contra el sagrado escroto. Después de todo ¿Qué
pasaría si todas acabásemos amándonos entre nosotras? Cosas buenas para
nosotras, pero eso significaría que cada hombre perdería su esclava personal,
su "negro", ... verdaderamente una gran pérdida si eres hombre ...
Amar a otra mujer equivale a aceptar una variante sexual que constituye una
grave violación de la cultura masculina (el sexo como explotación) y, por
tanto, conlleva penas severas .... A las mujeres se les ha enseñado a abdicar
del poder de nuestros cuerpos, tanto físicamente, en el atletismo y la
autodefensa, como sexualmente. Acostarse con otra mujer es enfrentar la belleza
y el poder de tu propio cuerpo, así como el de ella. Te enfrentas a la
experiencia de tu auto-conocimiento sexual. También te pones frente a otro ser
humano sin el dispositivo de protección del rol. Esto puede ser muy doloroso
para la mayoría de las mujeres ya que muchas han sido tan maltratadas por el
juego de los roles heterosexuales que no pueden ni siquiera empezar a
comprender este poder real. Es una experiencia abrumadora. Me quedaría corta si
la llamara acto de suma liberación. No es de extrañar que haya tanta
resistencia al lesbianismo. O esto, en el mismo número, que firma "A
weatherwoman": El sexo se vuelve completamente diferente sin celos. Las
mujeres que nunca se vieron a sí mismas haciéndolo con mujeres empiezan a
profundizar sexualmente ... ¿Lo que el hombre del tiempo está haciendo es crear
nuevos patrones de relación entre hombres y mujeres. Estamos tratando de hacer
que el sexo no sea explotador... Estamos haciendo algo nuevo, algo cuyo común
denominador es la revolución. O, finalmente, en el mismo número, Robin Morgan
nos dice: No te cortes. Aunque parezcas malintencionada, maliciosa, tortillera,
frustrada, loca, propia de una Solanis, estúpida, frígida, ridícula, amargada,
avergonzada, andrófoba, calumniadora....
Este interesante acercamiento a la problemática del feminismo en Cuba merece un momento de reflexión.
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