Sobre la diversidad y la intolerancia
Se habla enfáticamente sobre la
necesidad de aceptar la diversidad en las sociedades actuales. El concepto es
válido, necesario, indispensable para hacer una sociedad más justa, más
equilibrada, donde sus miembros no se sientan constreñidos, temerosos de
expresarse libremente y no tengan el temor de ser juzgados y condenados por el
único crimen de pensar diferente. Así las cosas todo parece sensato, equitativo
dirigido a construir un mundo mejor. Sin
embargo, se está muy lejos de hacer
realidad este ideal. Cada día la distancia para lograr ese mundo es más grande.
Me dirán que no es cierto, pero en
realidad creo que la intolerancia quizás se vuelto el nuevo
lenguaje de los humanos en este siglo. La diversidad no debe darse únicamente
encaminada en la aceptación del otro en cuanto a sus
preferencias sexuales, sino principalmente en el respeto hacia el pensamiento
ajeno en todas sus manifestaciones: el librepensador debe poder convivir con el
conservador, el musulmán con el judío y viceversa, y así sucesivamente . Esta condición parece ser muy proclamada pero muy poco
practicada. Pongamos un ejemplo: alguien proclama que no está de acuerdo con x
o y asunto e inmediatamente, recibe todo tipo de agresiones de quienes defienden
una postura diferente. Lo tachan de “ ignorante”, “ bruto” , “poco informado”, “absurdo”,
“ loco” y calificativos aún más fuertes. El hecho de que no comulgue con una
determinada idea, en términos reales, no quiere decir, ni mucho menos que ese
individuo en cuestión se vaya a convertir en un persecutor infatigable de los que piensan diferentes, un asesino , un
desalmado. Algo así sucede con el empleo
de términos como “homofóbico”, “racista” “antifeminista”, “ecologista” , etc.,
etc. Si somos sensatos hay que entender
que si alguien dice que no está a favor del aborto, pues sus creencias
religiosas lo prohíben, eso no significa, en ningún caso, que aquel que así habla, esté dispuesto a llevar a
la cárcel y a denunciar a todas las mujeres que están a favor. Tampoco es un
hecho que aquel que dice que no cree en el matrimonio igualitario, va a salir a
matar y a torturar a las parejas del
mismo sexo. Esas posiciones extremas no ayudan a construir una sociedad mejor,
sino, por el contrario, dividen, causan dolor, rencor y generan una violencia desmedida.
Todos estos males son peores que el supuesto “remedio” de quienes se sienten con el derecho de defender una causa aún atentando , así sea
únicamente verbalmente a quien no comparte sus puntos de vista. Estas actitudes
generan tanta perversidad o más que las que ellos mismos condenan. Convivir en
armonía es estar convencidos de que todos pueden pensar de manera diferente
respecto a diferentes asuntos. Ese es el verdadero sentido de la tolerancia. La
tolerancia no es exigirle a los demás que nos acepten como somos pero
impedirles a los demás que sean como
son. La tolerancia es entender que nadie, ni el más afín a nosotros, piensa en
todo momento y circunstancia exactamente lo mismo respecto a algo. Sólo así, cuando aceptemos las divergencias, podremos
construir ese mundo ideal con que tanto soñamos. Confieso que me aterra pensar
que estamos sembrando un mundo de odio con esas actitudes tan desmedidas y
descalificadoras de los demás.
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