lunes, 9 de mayo de 2016

Sobre la diversidad y la intolerancia

 
 
 
Sobre  la  diversidad  y  la  intolerancia
 
Se habla enfáticamente sobre la necesidad de aceptar la diversidad en las sociedades actuales. El concepto es válido, necesario, indispensable para hacer una sociedad más justa, más equilibrada, donde sus miembros no se sientan constreñidos, temerosos de expresarse libremente y no tengan el temor de ser juzgados y condenados por el único crimen de pensar diferente. Así las cosas todo parece sensato, equitativo  dirigido a construir un mundo mejor. Sin embargo, se está muy lejos de  hacer realidad este ideal. Cada día la distancia para lograr ese mundo es más grande. Me dirán que no es cierto, pero  en realidad  creo que la  intolerancia quizás se vuelto el nuevo lenguaje de los humanos en este siglo. La diversidad no debe darse únicamente encaminada   en la aceptación del otro en cuanto a sus preferencias sexuales, sino principalmente en el respeto hacia el pensamiento ajeno en todas sus manifestaciones: el librepensador debe poder convivir con el conservador, el musulmán con el judío y viceversa, y así sucesivamente  . Esta condición  parece ser muy proclamada pero muy poco practicada. Pongamos un ejemplo: alguien proclama que no está de acuerdo con x o y asunto e inmediatamente, recibe todo tipo de agresiones de quienes defienden una postura diferente. Lo tachan de “ ignorante”, “ bruto” , “poco informado”, “absurdo”, “ loco” y calificativos aún más fuertes. El hecho de que no comulgue con una determinada idea, en términos reales, no quiere decir, ni mucho menos que ese individuo en cuestión se vaya a convertir en un persecutor infatigable de  los que piensan diferentes, un asesino , un desalmado.  Algo así sucede con el empleo de términos como “homofóbico”, “racista” “antifeminista”, “ecologista” , etc., etc. Si somos sensatos  hay que entender que si alguien dice que no está a favor del aborto, pues sus creencias religiosas lo prohíben, eso no significa, en ningún caso, que  aquel que así habla, esté dispuesto a llevar a la cárcel y a denunciar a todas las mujeres que están a favor. Tampoco es un hecho que aquel que dice que no cree en el matrimonio igualitario, va a salir a matar  y a torturar a las parejas del mismo sexo. Esas posiciones extremas no ayudan a construir una sociedad mejor, sino, por el contrario, dividen, causan dolor, rencor y generan una violencia desmedida.  Todos estos males son  peores que el supuesto “remedio” de quienes  se sienten con el derecho de  defender una causa aún atentando , así sea únicamente verbalmente a quien no comparte sus puntos de vista. Estas actitudes generan tanta perversidad o más que las que ellos mismos condenan. Convivir en armonía es estar convencidos de que todos pueden pensar de manera diferente respecto a diferentes asuntos. Ese es el verdadero sentido de la tolerancia. La tolerancia no es exigirle a los demás que nos acepten como somos pero impedirles a los demás que sean  como son. La tolerancia es entender que nadie, ni el más afín a nosotros, piensa en todo momento y circunstancia exactamente lo mismo respecto a algo. Sólo así,  cuando aceptemos las divergencias, podremos construir ese mundo ideal con que tanto soñamos. Confieso que me aterra pensar que estamos sembrando un mundo de odio con esas actitudes tan desmedidas y descalificadoras de los demás.

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