El legado de Esther
Mi madre se llamaba Esther, había
nacido en un hogar formado por un padre tolimense y una madre boyacense. Eran
muy católicos y conservadores. Ella siempre fue muy religiosa y mi padre, un
ser creyente pero poco afecto a los ritos de la iglesia, pues era hijo de masón
y de familia liberal, siempre que podía la saboteaba. Cuando ella me quería
llevarme a misa, el urdía un plan para sacarla de quicio: escondía el misal, me
aleccionaba para que no llevara el rebozo, que entonces se usaba, con el único
fin de que llegáramos tarde y perdiéramos la misa. Ella decía que le había dado miedo de que él se arrepintiera
de casarse por lo católico y había
llegado muy puntual a la iglesia para no darle la oportunidad de salir corriendo. Sin embargo, a pesar de las
constantes discusiones sobre asuntos de mi crianza religiosa, ella se mantuvo
firme y diré que terminó logrando su objetivo de que yo fuera una católica
convencida.
Era una mujer luchadora que había
hecho cosas increíbles para entrar a estudiar Odontología a la Universidad Nacional cuando eso no se usaba. Fue de la segunda promoción de mujeres de
estudiaron esa profesión en esa universidad
y se sentía muy orgullosa de eso. Cuando hablaba de esa experiencia lo hacía
pausadamente, como siempre se expresaba,
pero con firmeza, con decisión, haciéndome ver que lo más importante era
seguir fiel a los sueños y superarse. Siempre superarse. Nunca dejó de ejercer
sus profesión, pues aunque mi padre a veces le decía que lo dejara, ella quería
ser una mujer independiente, autónoma y jamás dejó que él interviniera en nada
de lo que tenía que ver con ese aspecto. Así que ella, con una actitud firme
pero sin estridencias ni discursos incendiarios, mantuvo su vocación y fue fiel a sus ideales. Cuando yo
era niña, para no descuidarme, tenía su consultorio en casa. Iba al colegio por
mi y después regresaba a continuar atendiendo sus pacientes( era odontóloga
infantil y así fue como sus pacientes también fueron mis amigos de infancia)
.Entre paciente y paciente, me corregía las tareas y luego se dedicaba a
dirigir su casa. Infatigable, serena, muy práctica era mi madre. Algo de eso quedó
en mi bien grabado.
Por su herencia tolimense mi
madre era muy aficionada a la música. Cantaba con voz excepcional voz de
contralto y tocaba violín excelentemente ( mi prima mayor cuando la vio tocar,
dijo: “la tía Esther toca guitarra con un palito”). Se había formado en el Conservatorio
y había llegado incluso a ser Primer violín de la Sinfónica. Lo dejó para
estudiar odontología, pero siempre que podía tocaba. Mi padre, jocosamente, decía
que de novios ella era la que le daba
las serenatas a él ,con su violín encantado. Su afición a la música me la
trasmitió a pesar de tener una costumbre muy extraña: lo insultaba a uno cantando
y le echaba indirectas a mi padre con
canciones. Contaba, por ejemplo: “ Soy huerfanita, no tengo padre ni madre, ni
un amigo que me pueda consolar.” Sobra decir que mi padre se moría de la ira oyéndola cantar en esos casos, porque ella, haciéndose la
caída del zarzo, decía : “Yo solamente
estoy cantando”. Su cultura musical era muy amplia.
Adoraba aprender idiomas y debido
a su buen oído, hablaba sin acento. Era muy buena para el inglés, hablaba
francés y cuando yo fui a vivir el en Brasil, ella tenía como 70 años y
aprendió a hablar portugués. Esa afición por los idiomas me la transmitió desde
muy niña. Siempre me estaba llevando a clases de idiomas e incluso, en la casa,
por momentos, me hablaba en otros idiomas.
No era muy buena cocinera mi
madre, no le gustaba. Mi padre, como buen cartagenero era muy exigente y entonces ella, para salir del paso, resolvió
que era yo la que tenía que aprender y me mandó a la casa de mi abuelo paterno
para que mi tía, la esposa del hermano mayor de mi padre, me enseñara. Así
solucionó ella esa dificultad y me legó uno de los mayores deleites de mi vida:
la cocina.
Era amante de los deportes y por eso, me inscribió en clases de natación.
Soy una excelente nadadora, me encanta, competí de niña y ella se sentía muy orgullosa de eso.
Mi madre era un mujer sincera,
directa, franca y con vocación para no ocultarme nada. Cuando llegué como a los
8 0 9 años , una amiga le dijo que cómo se le ocurría decirme como nacían los
bebés y quitarme la “inocencia” y ella, suave, delicadamente le respondió: “Alita,
eso no es inocencia es ignorancia”. Llegó a la casa sacó un cuaderno y con sus
lecciones de anatomía de la facultad de
Odontología me explicó claramente y sin rodeos todo lo que tenía que decir sobre
sexualidad y ginecología. Luego, al terminar, me dijo” Si quieres saber algo,
me preguntas” y guardó el cuaderno. Cada vez que yo tenía algo que preguntar ella
volvía al cuaderno. Crecí sin tapujos, viendo las cosas muy naturalmente, sin
falsos moralismos y ella evitó así, que no me hubiera hecho un batiburrillo en
la cabeza.
Creo que fui una de las últimas
mujeres que tuve “Baúl de la Buena Esperanza”. Cada vez que iba de viaje a otro
país, traía un mantel, unas sábanas,
unas toallas bordadas…” un gran legado de feminidad que he mantenido hasta ahora.
Respecto al amor, me dijo: “Para
saber si uno está enamorado de un hombre tiene que preguntarse si además de gustarle físicamente, lo admira.
Uno no puede ser feliz con un hombre al que no admira profundamente. Uno no
puede casarse con un hombre que no considere muy inteligente.” Ella amaba de
ese modo a mi padre.
Mi madre era una mujer muy
generosa, muy tolerante, una mujer de espíritu muy bueno, siempre buscando
ayudar a quien lo necesitara. Era una mujer sensible, aunque a veces parecía fría.
Tenía una gran actitud de solidaridad y era muy generosa son su tiempo para con
aquellos que necesitaran su consejo. Era servicial, entendía que su deber era
dar lo mejor de si a una sociedad tan desigual como la nuestra. Por ejemplo,
iba a las cárceles a ejercer su profesión
para aliviar el dolor humano.
Podría seguir diciendo miles de
cosas sobre mi madre. Una mujer sencilla, inteligente, muy dedicada. Puedo
recordar incluso, nuestras peleas entre madre e hija. Sin embargo, creo que mi
madre me enseñó a ser yo misma y eso es su legado invaluable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario