El Barón de Pointis- Ilustración de Gonzalo Zúñiga Ángel.
Tomada del libro "Un Gigante Olvidado"
Ciudad Sitiada
Caribe siempre caribe,
rumor de mar
olor de sol y brisa fresca,
sonidos de campanas
surcan los aires,
amanece en mi alma
amanece en la playa.
Cartagena la eterna
emerge con sus ruidos matinales:
las murallas del miedo
se anidan en las calles
tomadas por antiguas
historias de piratas
que vienen desde lejos,
de más allá del horizonte,
de más allá de las montañas,
de más allá del frío,
de más allá de las sombras fantasmales.
El tiempo se remonta a un relato
anclado en la bahía,
hecho de viejas lunas
anidando en las profundidades:
Sentados en las orilla
los niños miran
los mapas escondidos
que narran sin ambages
los días ya olvidados:
Sufre Biohó:
el corazón de
África lacerado.
Lloran las tardes
de
mujeres amamantado niños
que han sido arrebatados
de los brazos protectores de sus padres.
Las brujas celebran su
aquelarre;
arde
la Inquisición,
huyen los niños temerosos:
el viejo Buziraco se burla
en lo alto con sarcasmo.
Luego llegó el galo
con sus huestes salvajes
saquearon moradas,
persiguieron vírgenes
profanaron
cofres sagrados,
incendiaron
historias
de amores infantiles
deseosos de alcanzar
las estrellas doradas.
Y dejaron
tan sólo odio,
la perversidad
herida en el alma,
cuerpos
maltrechos,
dolores centenarios,
estelas de amargura,
que ni los siglos
han
podido borrar
de las pieles
humilladas.
Siglos de angustias,
castillos asechados
defendidos por
mitad hombres
mitad titanes legendarios.
Los largos días de los virreyes
se hacen amodorrados;
el sopor de las tardes
se apropia de las calles empedradas.
Cansa la vida,
cansa la muerte,
cansa el silencio,
cansan los años
de sentirse cansados.
El tiempo del cansancio
también
se acaba:
un grito desgarrado
resuena
en aquel barrio centenario
buscando
liberarse.
Trinidad y
Victoria
se han fundido
rompiendo las cadenas
de oprobiosos
engaños.
Los lejanos navíos
van llegando.
Levan el puente,
llenan los rincones de
ratas
cierran las puertas,
botan las llaves.
Todos se tornan mártires:
no hay luz de luna
que no sufra;
los abuelos se secan,
los niños se hacen
llanto,
los jóvenes amantes
desfallecen abrazados
y las mañanas lánguidas
se hacen años.
Años, siempre tristes,
abandonos antiguos,
abandonos presentes,
abandonos de todas las mañanas.
Vuelven los corsarios,
los bucaneros,
los filibusteros,
los
piratas
repletos con el oro
para comprar conciencias
dejando
una vez más
a la
ciudad sitiada.
Hermoso poema
ResponderEliminarHermoso poema
ResponderEliminarMil gracias, eres mu amable. Tu opinión me llena de ánimo.
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