La Lectora-Renoir.
La Palabra Poética
Los que transitamos por el camino de la poesía y la
literatura hablamos y oímos que muchos se refieren, con algo de suficiencia y
mucho de temor, del significado claro y
preciso de la palabra poética. Una que sea capaz de resumir y contener la
expresión exacta, justa, equilibrada y
al mismo tiempo ambigua, un tanto misteriosa y fantástica, de lo que este modo expresar una estética determinada
quiere decir. No sabemos dónde están los límites ni si es infinita o fácilmente
volátil y se evapora sin dejar huella en el aire. Estamos seguros, eso sí, de que
existe, que a veces se desliza entre los dedos, que hay instantes en que se
sitúa en el centro del pecho y que otras veces se oculta bajo la almohada. Pero
siempre está flotando en el aire, dando vueltas como mariposa para posarse en
el momento exacto y beber el néctar de la música que se encierra en sus
entrañas.
Para muchos descubrir la palabra poética en el momento
indicado es un ejercicio de erudición,
que requiere de esfuerzo, sapiencia literaria, la presencia de la musa indicada
a la hora límite, la consagración al
oficio de escribir, análisis e interiorización así como exteriorización de un
universo que se presiente pero que se está seguro de no haber podido dominar
nada. Sin embargo, buscar, escudriñar, revolver los cajones, mirar página a
página las enciclopedias, sentarse frente a la confrontación entre sinónimos y
antónimos requiere de mucho tino y mucha práctica. La duda, la escogencia del método, de la
técnica siempre es un desafío, una
incertidumbre por resolver, un camino escarpado que se recorre con algo de
certidumbre y mucho de impaciencia. Pero
cuando se llega nunca se sabe si estamos en el sitio indicado y sí ese es
destino esperado. Luchar, buscar, desentrañar, confundirse, construir, destruir,
innovar, ser fiel a la tradición son las partes de un todo.
Hay algo claro, todas las palabras, incluso las más
chocantes, son susceptibles de volverse, de pronto sin previo aviso, sin ambigüedades,
sin posiciones dubitativas, en la
palabra poética por excelencia. Sólo basta darle realce, vestirla de excepción,
rodearla de otras palabras igualmente poéticas y allí surge la belleza interior
y el brillo exterior que se necesita, que se desea y que es el fiel reflejo de
la verdadera poesía, esa que se alimenta del día a día y que no claudica ante
nada.
La discusión está abierta…sólo nos quedan faltando los poetas…los
profundos conocedores del espíritu de la vida para demostrarlo.
Invitados a intercambiar opiniones sobre la palabra poética, su sentido y su búsqueda.
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