Tan pronto Mateo llegó a mi casa decidió acomodarse
Vida de Gatos
I
Creo que tenía 14 años cuando tuve mi primer gato. Era gris
y blanco y muy gracioso con sus grandes ojos verdes y deseos inmensos de hacer
cosas nuevas cada día. Era inquieto, muy inteligente, capaz de superar
obstáculos y con un deseo increíble de no dejarse vencer por nada. Tenía un
poco más de dos meses y sólo había conocido la casa donde él y sus hermanos habían
nacido. Era una casa de una sola planta así que él jamás había visto las
escaleras. Sin embargo, tan pronto la vio quiso con esa curiosidad propia de
los gatos de todas las edades, averiguar qué había arriba y en menos de lo que
imaginábamos estaba arriba explorando la casa. Fue su primera lección de vencer
un desafío y eso también sirvió para darnos fuerza a nosotros.
Se llamaba Mateo, Mateo García, dijo mi padre, y nunca nadie
preguntó el por qué de ese apellido. Creo que era algún conocido suyo de su
juventud en Cartagena. Mi padre siempre ha adorado a los gatos tuvo uno que se
llamó Lenin y otro llamado Fouché. Eso debido a que se le parecían a esos dos
personajes de la historia. Hablaba de ellos con entusiasmo y contaba sus anécdotas,
por eso a mi comenzaron a intrigarme los gatos.
Cuando me dijeron que la gatita de una amiga mía tenía una
camada y que los estaban regalando no dude en pedirle que me guardara uno. Así
fue y a escondidas de mi madre, segura de que mi padre sería mi cómplice, llevé
a Mateo a casa.
Es mucho lo que hay que contar de él, pero creo que es mejor
que poco a poco lo vaya contando.
Como ya dije, el primer día en mi casa subió al segundo piso
y cuando fuimos a buscarlo lo encontramos acomodado durmiendo en mi cama. Así
comenzaron las aventuras de Mateo que no fueron pocas a pesar de que no nos
acompañó sino por cerca de un año…Mañana les cuento el resto de la historia.
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