Las hojas del rocío
cubren mi cuerpo,
saltan las brisas
y refrescan mi frente.
Los ojos miran,
con asombro,
la luz del día en el espejo.
Las risas de los niños
corren hacia la escuela,
y un ave de alegría
invoca, con sus trinos,
el aroma del pan
perfumando la mesa.
Frutas sonrosadas
se recrean entre los labios
de las adolescentes.
Desfilan los vestidos,
los zapatos estrenan tintineo,
las mejillas se alistan,
la trenza se desliza
entre los dedos,
los pestañas se curvan
y la risa de mayo
asoma a la vereda.
Ha llegado la vida
hecha plegaria,
para preñar de esperanza
la mañana,
y hacer del futuro
un leal compañero,
que por el largo camino
nos guie con ternura de la mano