Carlos Alemán Zabaleta y mi padre Ramiro de la Espriella
RAMIRO,
EL AMIGO
Carlos Alemán Zabaleta
El
rebelde, el escritor, el político, el visionario, el viajero. Ahora, el amigo.
Para exaltar esa faceta de su recia personalidad, bien cabe la primera estrofa
de la Elegía de Miguel Hernández a su maestro y amigo Ramón Sijé.
Yo
quiero ser llorando el hortelano
de
la tierra que ocupas y estercolas,
compañero
del alma, tan temprano
Bogotá
1945 atiborrada de cafés. El Molino, el mejor con frescos de Martínez Delgado,
alegóricos al Quijote. Nos hizo la presentación William Bustillo, partimos al
universo de una inquebrantable amistad, sin fisuras. Setenta años para conocer
la reciedumbre de su carácter, sin dobleces, jamás postrado ante el poderoso a
quien miraba con desdeño. Un hombre firme, sobre una diáfana idea.
El
9 de abril de 1948 el jefe único del partido liberal y el héroe de las masas
populares es asesinado. Bogotá se convierte en el escenario de una de las más
grandes insurrecciones urbanas masivas de la historia del siglo XX. Qué le faltó
a aquella insurrección popular para convertirse en verdadera revolución? Le
faltó el Tercer Estado. Sin la democracia industrial de las ciudades era
imposible que la insurrección anárquica se transformase en revolución.
Hubo
transitoria y efímeramente en cientos de localidades y regiones una dualidad de
poderes, pero no un choque irreconciliable de dos clases, que es lo que
constituye además, uno de sus rasgos fundamentales de la dualidad. Para ello
vino el desplome de la insurrección.
Colombia
no será no podía ser, como había sido. La sociedad colombiana hizo crisis,
análisis de la carta que envié a Ramiro a Cartagena, con el relato de mi
experiencia de lo que había vivido.
Una
de las consecuencias en la vida universitaria para estudiantes de provincia, fue
la extinción de las amables pensiones, a donde confluían estudiantes de todas
las regiones, inclusive países vecinos. La única pensión que supervivió fue la
de Emelina Lince, calle 19 # 9-21. Cuando regresa Ramiro para acceder al título
de abogado del Externado de Colombia, encuentra la compañía de Alfonso Lamus,
Gustavo Castro, Jorge Madero y desde luego la mía. Forjamos un gran grupo:
estudio, lectura y algo de bohemia. Castro tocaba guitarra y cantaba, Lamus
recitaba, Ramiro arengaba y despedía mi alma a otros confines. Después viajó a
Europa, casado con doña Esther Saavedra. En Londres y París hizo
especializaciones de economía y derecho.
Una
de sus pasiones fue la política, como ejercicio de la inteligencia, para
imprimir nuevos rumbos al país. Regresa dotado de experiencias y estudios. Sus
amigos lo lanzamos y apoyamos para ocupar curul en la Cámara de Representantes.
Obtiene los votos necesarios para la postulación, pero actúa el bolígrafo
llerista. Acude a la Asamblea de Bolívar 1958. En los siguientes comicios el
rebelde rompe e impone su nombre por el MRL, en batalla intensa, difícil. En
1962 además de alcanzar por segunda vez la representación, impone en la
siguiente casilla al médico sucreño Diógenes Jiménez Capdevilla.
Tuve
el honor de haberlo acompañado a todo lo largo y ancho de Bolívar; desde el
mínimo corregimiento del Norte y Centro hasta el recóndito Simití.
Setenta
años de indisoluble amistad. Puente de oro tendido a la lealtad.
“Señora
muerte que va llevando
todo lo bueno que en nosotros topa…
Solos-
en un rincón- vamos quedando
Los
demás…gente mísera de tropa:
Los
egoístas fatuos y perversos
del alma de trapo y corazón de estopa…”
Carlos Alemán Zabaleta fue un amigo de mi padre que estuvo con él en las buenas y en las malas. Hoy quiero compartir con todos lo que él escribió en su memoria.
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