domingo, 1 de noviembre de 2015

Elegía a Don Ramiro


 
 
Don   Rami
 
 
Elegía   a   Don   Ramiro
 

Para mi padre Ramiro de la Espriella

 

 
Cualquier  día

aparece

una lluvia pertinaz,

insensata,

obstinada,

maléfica.

Se cuela por los rincones,

devora la  alegría,

la envuelve arteramente,

la destruye,

se apodera

de lo más recóndito

de un espíritu

y luego se marcha,

riendo

de su proeza.

 


Don Ramiro,

el niño Rami,

fuma pipa,

lee a Camus

y parrandea.

 

El mar inmenso

le llena la mirada.

Y se ríe de mí

por ser su inglesa.

Le recuerdo:

Inglaterra es una isla

y,  por lo tanto,  padre

yo también soy costeña.

 

La risa le brota

con más fuerza.

Se detiene en mis ojos

y me proclama “inteligente”.

Amor de padre,

de días de desvelos,

de gotas de rocío acunando

mis sueños.

Amor de amar

de veras

y de mil maneras.

Amor de enseñar

a no claudicar,

(aunque me llamen Claudia,

y algunos me vean débil),

porque es esencial

ser directa y frentera.

Amor a la lira

y a la  entrega

sin miedos.

 

Padre de todas las formas

posibles y diversas.

De  lazos sempiternos :

guía,

cómplice,

derrotero,

faro azul

en la distancia,

entre  los dedos de la mano

que entrecruzan anhelos.

 

Padre de infinidades

de consejos.

De palabras y sentencias.

De aforismos leales,

donde la dignidad

es lo primero.

 

Padre de llantos,

de pañuelo secando

los pueriles embates

de una niña

a quien  le destrozaron la muñeca.

 

De noches de luceros,

donde saltan felices

las caricias tibias,

las caricias pequeñas.

 

Padre mesurado

entre consentidor

y exigente:

palabras hechas

de tesón,

generosidad,

respeto.

 

Padre de caminatas

en la playa

y de buenos momentos

en la mesa.

 

Padre felino él:

libertario,

irreverente,

bigotudo,

oteando el porvenir,

regalando esperanzas

y enterezas.

 

Padre de navidades

desbordando sorpresas.

 

Padre de mayo

lleno de perfumes,

cumpleaños, matrimonios,

estío rutilante

y flanes con ciruelas.

 

Padre de sentarme

en su regazo

para hablarme

de aquellos asturianos viejos.

 

Padre

bailando torpemente

y cantando

con voz estridente.

 

Padre de la honradez,

hecha persona

y de los gestos carentes

de egoísmos

para conmigo, sus amigos,

mi madre adoradora

de su estirpe,

de noble espíritu,

de discreción y entrega.

 

Padre,

vivaz para la vida

y , como los robles,

enhiesto en la muerte.

 

2 comentarios:

  1. En este texto lírico discurre un dulce tono elegíaco; y es una bellísima radiografía poética, o un retrato físico y moral de Don Ramiro. La pintura de su alma y los trazos fisonómicos y de personalidad construyen un símbolo acabado del personaje, que funge como dichoso motivo de inspiración y pre-texto que sublima la creación. Es un canto de amor filial, muy prolijo en emociones henchidas de nostalgias y la tierna tristeza ante la muerte del padre. Felicitaciones, Claudia.

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  2. Mil gracias por tus amables palabras que, viniendo de un conocedor profundo de la lírica me parecen muy importantes.

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