lunes, 9 de noviembre de 2015

Cabo de la Buena Esperanza


 
El Cabo de la Buena Esperanza
 
 El  Cabo  de  la  Buena   Esperanza

 
Cuando Bartolomé Díaz llegó al Cabo de la Buena Esperanza tuvo, de repente, la visión de una noche estrellada. Los chamanes  hacían volar miles de pájaros  tornasolados. Y a lo lejos vio a los adolescentes jugando con un pelícano de pies cansados. Luego Vasco de Gama inventó historias tormentosas y cubrió esa tierra de aventuras fantásticas. Así fue como el viejo puerto se convirtió, sin más, en los anhelos de gloria de los navegantes. Me he sentado a la orilla de la playa y hasta aquí  han venido las brisas del  sur  a cubrirme con el frescor de tu aliento enamorado . Observo  el ritual de los enigmas  y  logro alcanzarlos con mi mano.
 
Es septiembre, huele  al árbol argentado, a miel, a vainilla y seguimos con la mirada a  las velas  desplegadas por el aire  rebelde de aves  milenarias. Nos hablan de la leyenda del viajero que buscaba entre las rocas solitarias el retrato de su amada. Los sonidos de la tardes lluviosas  se hacen melodías de mariposas recorriendo la playa y  nuestro amor-amor  ha renacido entre las olas  impetuosas  de la Buena Esperanza.

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