El Cabo de la Buena Esperanza
El Cabo de la Buena Esperanza
Cuando Bartolomé
Díaz llegó al Cabo de la Buena Esperanza tuvo, de repente, la visión de una
noche estrellada. Los chamanes hacían
volar miles de pájaros tornasolados. Y a
lo lejos vio a los adolescentes jugando con un pelícano de pies cansados. Luego
Vasco de Gama inventó historias tormentosas y cubrió esa tierra de aventuras
fantásticas. Así fue como el viejo puerto se convirtió, sin más, en los anhelos
de gloria de los navegantes. Me he sentado a la orilla de la playa y hasta aquí
han venido las brisas del sur a cubrirme con el frescor de tu aliento enamorado . Observo el ritual de los
enigmas y logro alcanzarlos con mi
mano.
Es septiembre,
huele al árbol argentado, a miel, a vainilla y seguimos con la mirada a las velas desplegadas por el aire rebelde de aves milenarias. Nos hablan de la
leyenda del viajero que buscaba entre las rocas solitarias el retrato de su
amada. Los sonidos de la tardes lluviosas se hacen melodías de mariposas recorriendo la
playa y nuestro amor-amor ha renacido entre las olas impetuosas de la Buena
Esperanza.
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