Dilma con su abuelo
Palabras para Dilma
Cuando llegaste Dilma, no a la presidencia del Brasil, sino
a la casa de mi padre, eras pequeñita. Tenías algo más de 7 semanas y eras
tan llorona, como te mantienes hasta ahora. Tienes unos ojos llenos de
amor que además mezclan diversos colores en uno solo: oro, trigo, verde
encendido, miel y cobrizo describen una inocencia inigualable y además
reflejan toda la curiosidad que es posible encontrar en un gato. Mirabas, mirabas y mirabas, escudriñando, midiendo cada centímetro para saber qué
terreno estabas pisando.
Yo le decía a tu abuelito que tú no habías aprendido a
caminar, sólo sabías correr y jamás, jamás, jamás, te quedabas quieta. Él se reía
y me decía que no olvidara que tú, Dilmita, eras nieta de una guerrillera. Reíamos
los dos y al ver tu carita tímida y asustadiza sabíamos que no habías nacido
para la clandestinidad política sino para la certeza de unas cobijas bien
calientitas y una cama mullida donde todo sea comodidad y afecto.
No te acercabas, no sabía por qué tu desconfianza, pero creía
que eras tímida y seguramente, como eres muy inteligente, primero observas,
analizas y luego procedes. Por eso te mantienes a la sombra y además, como gata
cuidadora debes estar siempre al lado de tu abuelo. Eres su hadita madrina, siempre
a su lado, siempre alerta, siempre protegiéndolo, dispuesta a defenderlo contra
cualquier enemigo fuera un humano, un ratón o cualquier otro ser vivo al que se
le antojara atacarlo. Observabas con esa misma brillante mirada y esos ojos limpios e inocentes,
buscando afanosamente desentrañar los misterios de aquellos que se le acercaban. Celosa y
posesiva; todos los que te veíamos quedábamos sorprendidos de tu insistencia. Incluso tenías muy bien controladas las vistas
de tus hermanas Sofía y Jolie a su lecho
de enfermo. Una vez considerabas que el tiempo era más que suficiente les dabas
un cocotazo y las correteabas fuera del cuarto. Entonces nos reímos con alegría
de ver tus ocurrencias.
Ahora, Dilma me preguntas qué le pasó a tu abuelo. Sabes que
lo han invitado a hacer parte del cielo de los gatos, por aquello de que él
usaba bigotes y seguramente estará conversando largamente con Fouché, Lenin,
Mateo, Tobita y Pachita quienes llegaron
antes para recibirlo en este espacio reservado a los gatos más dilectos. Pero aún
así tus grandes ojos me interrogan sobre su regreso y también me dices entre
maullidos que no sabes qué pasará contigo, mi linda monita brasilera. Sabemos bien
que eres una niña hecha para el amor y que sabes bien quién cuida de ti para
que seas la minina más feliz del universo. Yo te prometo , mi niña querida que
mis brazos siempre estarán a tu lado para tomarte cuando así lo desees. Prometo
también cubrirte en mi regazo y por
supuesto, jugar contigo hasta que las dos nos cansemos. Dilma, Dilmita,
Dilmiña, estamos unidas en el dolor y también estamos juntas para cuidarnos y
protegernos mutuamente. Mi dulce gatita, tus maullidos me harán sentir que tu abuelo y mi padre está
mirándonos para darnos afecto imperecedero desde el cielo.
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