domingo, 22 de noviembre de 2015

Vida de Gatos- Dilma se sobrepone


Dilma
 
 
Dilma   se   sobrepone

 

Les he contado de Dilma, la gatita amarilla de mi padre. Es tímida y un poco asustadiza, un tanto desconfiada, pero en su mirada se adivina que es tierna, amorosa y muy sensible. Le cuesta mucho trabajo acercarse, mostrar sus emociones y aunque no es para nada agresiva su temperamento podría confundirse con  el de  alguien poco amable. Es sólo su apariencia porque en realidad requiere mucho ser mimada.
 
Cuando mi padre estuvo en su lecho de muerte, estuve muy preocupada por ella y su salud tanto anímica como física. Le hablé con dulzura, con cariño, con palabras sencillas, directas y claras. La senté en mi regazo y le dije: “ Tu abuelito, Dilma, mi niña bella, se ha marchado. Está en el cielo de los gatos”. Me miró con sus ojos inmensos y supe, por la intensidad de sus mirada, que entendía muy bien lo que le decía. La abrace con fuerza y amor al mismo tiempo y la deje que se alejara. Lloré por ella, pues tan mimada como es, sabía que en estos momentos se sentía desolada. La vi sentarse pensativa en el sillón que con él compartía y allí , poco a poco, se quedó dormida. La cubrí con una manta mientras mi llanto no cesaba.
 
Unos días después la vi sentada en la ventana como buscándolo. Luego entró en cuarto cuando vio que yo, con una gran amiga mía,  sacaba su ropa  y ella se la llevaba para donarla a un ancianato. Indagaba, indagaba  e indagaba, recorría una y otra vez el cuarto y no dejaba de  sentirse muy incómoda por lo que acontecía  frente a ella y que no podía impedir que pasara. Esa noche la pasó llorando y de tanto en tanto, aruñaba la puerta, buscándolo. Fue una noche muy dura, llena de interrogantes tanto para ella como para mi, que no dejaba de tratar de clamarla, mientras la gatita insistía en entender lo qué pasaba. A las cuatro de la mañana se cansó y durmió como si nada. Yo me quedé llorando hasta que casi amaneció y pude descansar  tan sólo  un rato.
 
Los días siguientes fueron de duras soledades. Se refugiaba donde parece que el aroma de  la colonia  Jean- Marie Farina,  que usaba mi padre,  había quedado. Allí se sentía, creo yo, acompañada. Estaba  con los ojos tristes, la mirada interrogante y  la carita  compungida buscando y buscando.
 
Pero Jolie, su compañera de juegos, desde que él  se vino a vivir conmigo, la animaba  acercándola a sus juguetes más preciados. Le brincaba en frente y  le tomaba la cola  en constante invitación  a animarse. Dilma le agradecía y , acudía a la gentil invitación, poco animada pero deseosa de superar el mal momento  y seguir los buenos consejos de su hermana.
 
Un día cualquiera, sin previo aviso, resolvió que había llegado el instante de irse integrando. Se sentó a mi lado, frotó su frente contra mi pecho y la acarició muy lentamente, con gentileza y con cuidado. Así, todos los días, ha venido dando un nuevo paso. Se sube a mi cama, se sienta a mirarme, me saluda por la mañana. Nos estamos acostumbrando a acompañarnos y ahora ella, Dilma, está encargada de ayudarme  a sentirme mejor y a salir de mi tristeza a su lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario