viernes, 6 de noviembre de 2015

Los   Días   Callados
 
Sin estridencias, sin fuegos artificiales,
sin querer salir en los retratos,
hay días humildes, días conventuales,
días ocultos en silenciosos llantos.
 
En la penumbra de las soledades,
se zurcen los remiendos de heridas del pasado,
se olvidan las ofensas de las perversidades,
se respira el aroma del rincón más amado.
 
Cerrando las compuertas  a las adversidades
buscamos alegrías, buscamos añoranzas,
se evocan los recuerdos de antiguas navidades,
de cajitas de música que esconden esperanzas.
 
Son pequeños los pétalos de las rosas sagradas
son dulces los sabores llegados de la infancia,
hoy brillan los luceros de las urnas plateadas,
y la lluvia de abril expande su fragancia.
 
Un rincón sin premuras se sienta a nuestro lado,
y con sabia paciencia nos alimenta el alma,
se condensan las horas de un sueño ya alcanzado,
y se evocan los días de reflexiva  calma.
 
Entre dudas ya idas y esperas encontradas
las flores  de la vida abrazan la mañana,
el brillo del rocío refulge en las miradas
y con voces de triunfo repican las campanas.
 
Apacibles luciérnagas llegan para invitarnos
a  volar por senderos de tiempos  liberados,
y suaves  ilusiones  recorrer los caminos
de las epifanías de  los días callados.
 

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